JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN
En los
partes periodísticos sobre la guerra de Putin contra Ucrania, la sorpresa de
ver, de pronto, el nombre de VORONÉZH, que ahora por lo visto es una provincia
cercana a los escenarios bélicos. Uno se había acostumbrado a ver ese nombre al
final de los poemas de OSSIP MANDELSTHAM, el gran poeta ruso judío del pasado
siglo, deportado por Stalin justamente en Vorónezh, desde donde firmaba sus
últimos poemas, aquellos que luego Paul Celan traduciría y que tanto lo
influirían. Yo conocía la muy fiable traducción al inglés de Mandelstham hecha
por Clarence Brown secundada por W.S. Merwin (Penguin 2004). Imagino ya hay
otras traducciones al castellano.
Esos poemas
también fueron editados como ‘Los cuadernos de Voronézh’.
Mandelstham
todavía sufriría otra nueva deportación que ya no pudo aguantar y murió en el
camino, en 1937. Otra de las millones de víctimas de Stalin.
Voronézh
también aparece mucho en las estremecedoras memorias de Nadezha Mandelstam, que
había acompañado a su marido incluso hasta ese fin del mundo. Esas memorias,
además, son una lectura de terror, en las que se ve, paso a paso, cómo era
vivir bajo Stalin.
Los poemas
de Mandelztham son de una belleza terrible y a veces, al leerlo, uno se
pregunta cómo fue capaz de hacerlos, pasando por circunstancias tan terribles.
El poema
que lo habría de enviar a Voronezh fue su famoso “Epigrama contra Stalin”, que
empieza así:
Vivimos sin
sentir el país a nuestros pies,
nuestras
palabras no se escuchan a diez pasos.
La más
breve de las pláticas
gravita,
quejosa, al montañés del Kremlin.
Sus dedos
gruesos como gusanos, grasientos,
y sus
palabras como pesados martillos, certeras.
Sus bigotes
de cucaracha parecen reír
y relumbran
las cañas de sus botas.
Si Stalin
no lo hizo matar inmediatamente, fue por la intercesión de Bujarin. Y, cosa
rara, Stalin también sabía que Ossip Madelstham, ya ese momento, era uno de los
mayores poetas de Rusia. Pero luego a Bujarin le tocó el turno de ser asesinado
y ya nadie protegía a Mandelstham.
Al ver de
nuevo y otra vez en un contexto terrible el nombre de Voronezh, el fantasma de
Stalin vuelve a exaltarse. Todos los Mandelstham de este mundo vuelven a ser
maltratados, o asesinados, ahora por Putin, la nueva versión del autócrata, la
nueva versión del totalitarismo. No en vano Putin es aclamado por criminales de
la misma condición: los Maduros, los Trumps, los Castros, Bolsonaros, Ortegas,
etc.
Finalmente
Un poema de
Mandelstham, en traducción de Jorge Bustamante García:
La tristeza
inexpresiva
Abrió sus
dos ojos enormes,
El florero
al despertar
Del cristal
arrojó las flores.
Todo el
cuarto se invadió
De una
lánguida -¡dulce medicina!
Este reino
tan pequeño
Tanto sueño
ha devorado.
Un poco de
vino rojo,
-Otro poco
de sol de mayo-
Y rompiendo
un delgado bizcocho
La blancura
de dedos finos.
¿Qué calle
es ésta?
¿Qué calle
es ésta?
La calle
Mandelstam.
Qué
apellido más espantoso:
Si no lo
aireas
Suena curvo
y no recto.
Poco en él
es lineal
Más bien de
carácter sombrío
Y es por
eso que esta calle
O, mejor, este foso
Lleva el
nombre
De ese tal Mandelstam.
No comments:
Post a Comment