Sunday, May 8, 2022

Mandelstham en Voronézh


JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN

 

En los partes periodísticos sobre la guerra de Putin contra Ucrania, la sorpresa de ver, de pronto, el nombre de VORONÉZH, que ahora por lo visto es una provincia cercana a los escenarios bélicos. Uno se había acostumbrado a ver ese nombre al final de los poemas de OSSIP MANDELSTHAM, el gran poeta ruso judío del pasado siglo, deportado por Stalin justamente en Vorónezh, desde donde firmaba sus últimos poemas, aquellos que luego Paul Celan traduciría y que tanto lo influirían. Yo conocía la muy fiable traducción al inglés de Mandelstham hecha por Clarence Brown secundada por W.S. Merwin (Penguin 2004). Imagino ya hay otras traducciones al castellano.

Esos poemas también fueron editados como ‘Los cuadernos de Voronézh’.

Mandelstham todavía sufriría otra nueva deportación que ya no pudo aguantar y murió en el camino, en 1937. Otra de las millones de víctimas de Stalin.

Voronézh también aparece mucho en las estremecedoras memorias de Nadezha Mandelstam, que había acompañado a su marido incluso hasta ese fin del mundo. Esas memorias, además, son una lectura de terror, en las que se ve, paso a paso, cómo era vivir bajo Stalin.

Los poemas de Mandelztham son de una belleza terrible y a veces, al leerlo, uno se pregunta cómo fue capaz de hacerlos, pasando por circunstancias tan terribles.

El poema que lo habría de enviar a Voronezh fue su famoso “Epigrama contra Stalin”, que empieza así:

Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,

nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.

La más breve de las pláticas

gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.

Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,

y sus palabras como pesados martillos, certeras.

Sus bigotes de cucaracha parecen reír

y relumbran las cañas de sus botas.

Si Stalin no lo hizo matar inmediatamente, fue por la intercesión de Bujarin. Y, cosa rara, Stalin también sabía que Ossip Madelstham, ya ese momento, era uno de los mayores poetas de Rusia. Pero luego a Bujarin le tocó el turno de ser asesinado y ya nadie protegía a Mandelstham.

Al ver de nuevo y otra vez en un contexto terrible el nombre de Voronezh, el fantasma de Stalin vuelve a exaltarse. Todos los Mandelstham de este mundo vuelven a ser maltratados, o asesinados, ahora por Putin, la nueva versión del autócrata, la nueva versión del totalitarismo. No en vano Putin es aclamado por criminales de la misma condición: los Maduros, los Trumps, los Castros, Bolsonaros, Ortegas, etc.

Finalmente

Un poema de Mandelstham, en traducción de Jorge Bustamante García:

La tristeza inexpresiva

Abrió sus dos ojos enormes,

El florero al despertar

Del cristal arrojó las flores.

Todo el cuarto se invadió

De una lánguida -¡dulce medicina!

Este reino tan pequeño

Tanto sueño ha devorado.

Un poco de vino rojo,

-Otro poco de sol de mayo-

Y rompiendo un delgado bizcocho

La blancura de dedos finos.

¿Qué calle es ésta?

¿Qué calle es ésta?

La calle Mandelstam.

Qué apellido más espantoso:

Si no lo aireas

Suena curvo y no recto.

Poco en él es lineal

Más bien de carácter sombrío

Y es por eso que esta calle

O, mejor, este foso

Lleva el nombre

De ese tal Mandelstam. 

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