Vladímir Sneguirev
Empecemos por una pregunta general: a su modo de ver, ¿cómo es la Rusia actual?
Rusia se ve diferente en cada una de sus regiones. Cuando llegas a Siberia, ves un país y, para mí, eso también es la auténtica Rusia. En San Petersburgo se encuentran los rasgos de la vieja y decadente Europa.
En Moscú salta a la vista la amalgama de Europa y América. Me parece que los moscovitas quieren ser antes que nada europeos y, en mi opinión, es un gran error perder la propia cultura, las propias tradiciones, la propia mentalidad. Quizá para los pueblos europeos eso no sea tan importante, pero para un país autosuficiente y tan grande como Rusia es fundamental.
Vuestra oposición exige una democracia que es sencillamente imposible. O, en cualquier caso, sí que lo es ahora. Una democracia así no existe en ninguna parte, ni en Estados Unidos ni en Europa. En Rusia tampoco puede haberla. Recordemos cómo era vuestro país justo después del desmoronamiento del comunismo. Después de todo, Bill Clinton se reía abiertamente de Rusia y de su presidente. Nadie lo tomaba en serio. Y en este mundo hay que ser fuerte, de lo contrario te aplastarán. ¿Cree que algo cambió después de Napoleón y Hitler? Siempre habrá quien quiera repetir sus “hazañas”. Pero ¿quién se atreverá ahora a reírse de Rusia y de su presidente? Eso es lo más importante de todo.
He oído decir que en Serbia hay una opinión muy favorable sobre Putin…
¿Y cómo podría ser de otra manera? De no haber llegado él, a los serbios nos habrían arrasado. Devolvió el espíritu y la dignidad a su pueblo. Rusia ahora ha vuelto a ocupar el lugar que merece en la jerarquía mundial.
¿Qué pasa ahora con la memoria histórica de los serbios? Ha pasado mucho tiempo desde que se produjo el brutal bombardeo de Yugoslavia por parte de la OTAN en 1999. ¿Sigue abierta en el alma serbia una herida por la ofensa infligida?
Sí, y es muy profunda. Todos nuestros partidos políticos, incluso los que negocian con Occidente, no están a favor de entrar en la OTAN. En esta cuestión todos están unidos. Estados Unidos y Europa se entrenaron en Serbia de la manera más impúdica porque entonces nadie podía oponerse a ellos. Nos castigaron también porque siempre fuimos los aliados de Rusia en los Balcanes. Porque, al igual que Rusia, profesamos la religión ortodoxa. Kosovo seguirá siendo siempre una herida sin cicatrizar y una página vergonzosa en la historia de la civilización.
¿Y le vale la pena a Serbia luchar para ingresar en la Unión Europea?
Creo que toda Europa se encuentra ahora inmersa en una profunda crisis sistémica. La industria militar está trabajando a pleno rendimiento y su producción no es solicitada, no hay a quien venderla.
El mundo está cambiando. Por ejemplo, el primer lugar lo ostenta China. India le sopla en la nuca. Rusia se hace más rica y también hay que contar con ella. ¿Cree que a Occidente le gusta esto? La reciente situación en Chipre ilustra en parte mis palabras. Allí empezaron a solucionar los problemas europeos a expensas de Rusia.
Además, Europa, que se encuentra en el continente euroasiático, vive en un contexto de integración Euro-Atlántica. Es una contradicción peligrosa. Hay un conflicto latente, como una mina de acción retardada. Y las conversaciones sobre el posible reparto del mundo no son en absoluto banales, esos planes maduran.
Así como el reparto de Rusia y el reajuste de Próximo y Medio Oriente. Como proyecto global, la Unión Europea posiblemente parezca bello y atractivo, pero tengo muchas dudas de su viabilidad. Cuando un alemán debe alimentar a cien rumanos, eso no tiene visos de acabar bien, como en el caso de Yugoslavia.
¿Cree que hay alguna oportunidad de que se mantenga Yugoslavia?
Ninguna. El plan de destrucción de Yugoslavia se escribió hace mucho tiempo. Sus promotores y arquitectos fueron Alemania y el Vaticano. A Yugoslavia lo quebraron porque era un Estado serio y absolutamente independiente. Era un actor importante en el mercado de armas mundial.
Llevó a cabo una política independiente que, a finales del siglo XX, en condiciones de un mundo unipolar, ya no respondía a los intereses de los países occidentales y, en primer lugar, a los de Alemania. Y ahora no nos aceptan en Europa precisamente porque nos distinguimos por nuestro carácter independiente. Somos como una pequeña Rusia en los Balcanes.
No comments:
Post a Comment