Monday, November 18, 2013

ANA GUEVARA Y LETICIA JORGE ROMERO Y SU OPERA PRIMA "TANTA AGUA": "LO QUE FALTA ES COMUNICACIÓN Y RECONOCERSE"


Por Horacio Bernades

ANA GUEVARA Y LETICIA JORGE ROMERO COINCIDEN EN QUE "TANTA AGUA", SU DEBUT EN EL LARGOMETRAJE, ES PRODUCTO DE UNA REELABORACIÓN DE RECUERDOS. “LAS DOS TENÍAMOS UNA SENSACIÓN PARECIDA DE CÓMO HABÍA SIDO CRECER”.

Mucho antes de Breaking Bad y su metanfetamina azul, la acepción primaria de la química en la pantalla era aquella referida a la percepción de la armonía y la chispa entre dos o más actores en escena. Tanta agua muestra que la complementación perfecta también puede darse detrás de cámara. “Llegamos al rodaje con la misma película”, dirán las uruguayas Ana Guevara y Leticia Jorge Romero en una entrevista vía Skype con Página/12. Claro que esto no fue producto de una sucesión de reacciones espontáneas y naturales, como el producto del ya legendario Walter White, sino de un largo trabajo conjunto destinado a pulir las rugosidades de sus diferencias. “Nos centramos sobre todo en la charla. No tuvimos la misma película desde el principio, pero a medida que la íbamos construyendo, y no sólo desde la escritura del guión, fuimos poniéndonos de acuerdo en todo”, agregan. Ambas se refieren, claro está, al proceso creativo de Tanta agua, notable debut en el largo de la dupla, que se verá desde hoy en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530) después de un exitoso paso por festivales, que incluyó San Sebastián (premio en la sección Cinema en Construcción incluido), Berlín y el último Bafici.

Producida por Control Z (la misma de 25 Watts, Whisky y Acné) y protagonizada por Néstor Guzzini (visto en la reciente 3, ¿cómo recuperar a tu propia familia?, de la misma productora) y los sub-15 Malú Chouza y Joaquín Castiglioni, Tanta agua surgió, como nueve de cada diez películas, de una reelaboración de recuerdos. En este caso, de los de una de ellas. “Hace muchos años, durante un verano, Ana y yo estábamos en la playa con la idea de escribir un guión de un largo y le conté una anécdota parecida a la de la película. Entonces ella sugirió que teníamos que hacer algo sobre eso. Fue así, todo medio inconsciente. No nos pusimos a pensar que era lejos o con niños, sino más bien a escribirlo y ver qué pasaba”, explica Jorge Romero. “Lo que pasó” fue el surgimiento de esta historia de un padre divorciado que busca recomponer el vínculo con sus hijos durante unas vacaciones pasadas por agua, a la vez que la mayor recorre los ripiosos caminos del amor bautismal con un chico que no la corresponde. “En el proceso de escritura pensamos mucho en nuestros padres y un poco también nos reconciliamos con ellos. Si bien tuvimos padres muy distintos, las dos teníamos una sensación parecida de cómo había sido crecer. De alguna manera fue una gran reflexión. Por eso, en cierto punto fue una reconciliación: ver que eso que nos parecía tan horrible en realidad era un esfuerzo de ellos para que todo estuviera bien”, agrega la uruguaya.

–Las personalidades del padre y la hija se construyen tanto desde lo que dicen como desde lo que hacen, como por ejemplo el caso de la mermelada. ¿Pensaron esos pequeños gestos en el proceso previo o surgieron en la filmación?

Leticia Jorge Romero: –Eso lo habíamos pensado antes. La idea del guión era mostrar a los personajes a través de las acciones. También queríamos mostrarlos con sus contradicciones, a ella diciendo “papá, esto no me gusta”, pero en realidad sí. Lo importante era mostrarlos más como eran que como ellos querían que los vieran.

–El catálogo del Bafici decía que el film “habla de la magia y la pérdida que nos rodean a diario cuando jugamos a ser otros”. ¿Están de acuerdo?

Ana Guevara: –No sé si pérdida es la palabra indicada porque es demasiado dramática para nuestra película. Pero creo que distancia sí podría usarse. Lo que falta es comunicación y reconocerse. Ellos están lejos y de alguna forma las vacaciones fallidas los obligan a acercarse y a reflexionar acerca de los roles que ocupan, y es ahí donde iría la idea de “jugar a ser otros”.

–Un detalle es que nunca se condena o crítica al padre, más allá de que pueda inferirse que es una figura ausente.

A. G.: –Se hace hincapié en la ausencia, pero la idea no era juzgar a los personajes, porque ninguno es peor que el otro. El papá está lejos, trata de acercarse y la nena no tiene ganas, más allá de que lo necesite. No se levanta el dedo porque ninguno le ganó a nadie y los dos, sobre todo él, hacen lo mejor que pueden.

L. J. R.: –Nosotros queríamos dejarlos en evidencia, pero también mostrar que, aun con sus limitaciones y la poca capacidad de empatía que tiene con sus hijos, él hace todo lo que está a su alcance. Juzgarlo no era la idea. Al contrario, queríamos mostrarlo como a cualquier tipo que, además de sus hijos, tiene otras cosas que le cuestan y lo frustran.

–Además, independientemente de que actúen bien o mal, no hay una maldad manifiesta de ninguna de las dos partes.

L. J. R.: –Sí, lo que por momentos tienen es una carga pesada de egoísmo. Pero tampoco es afán de dañar al otro. El papá busca que todo esté bien pero en sus términos. Lo que no tiene es la capacidad de contemplar qué es lo que quieren los hijos. No es malo ni malintencionado, a lo sumo torpe, e intentamos que sea así y sin embargo uno como espectador pueda quererlo.

–Una protagonista fundamental es la lluvia. Más allá de la los efectos artificiales para crearla, hay una autenticidad muy grande debido a un cielo siempre nublado. ¿Pensaron el rodaje en función a eso?

A. G.: –Tuvimos mucha suerte. Nosotras filmamos en una época del año en la que a veces llueve y a veces no.

L. J. R.: –Nosotros solíamos ir mucho a esa zona y siempre algunos días lluviosos había, pero dos semanas de cielo encapotado nunca habíamos visto.

–¿Manejaban alternativas?

A. G.: –La alternativa era filmar distinto. Eramos conscientes de que teníamos un plan ambicioso que no dependía sólo de nosotras, y si había sol nos íbamos a manejar con planos mucho más cerrados para que no se viera el cielo.

Leticia: –En ese caso pensábamos volver con un equipo reducido después del rodaje para hacer algunas postales, lo que hubiera sido mucho menos orgánico. Estaban previstas todas las alternativas y felizmente pudimos ir con el plan A.

–Tanto este film como sus dos cortos previos (El cuarto del fondo y Corredores de verano) tienen personajes adolescentes. ¿Hay algún aspecto particular que les interese de esa etapa?

L. J. R.: –Por un tiempo tuvimos un interés. El primer corto habla sobre la Navidad en la casa de los abuelos de una nena de entre 11 y 14 años y el segundo es más bien un cuentito de amor de verano. No sé exactamente por qué, pero por un tiempo tuvimos la atracción de escribir sobre personas de 14, 15 años. Quizás porque es un momento muy interesante de la vida en el que se definen muchos aspectos. Para esta historia puntual nos servía porque es una edad de quiebre en la relación con los padres.

El nuevo proyecto
Los resultados de la labor conjunta fueron satisfactorios no sólo a nivel artístico, sino también a nivel personal. Es por eso que la dupla ya prepara su nuevo proyecto, titulado tentativamente Alelí. “Es una película familiar en términos más amplios, con los abuelos, los padres y los nietos. Muestra el momento de sucesión en el que el padre fallece y el hijo varón está en un momento de crisis con toda su familia, mientras trata de asumir las responsabilidades más allá de que nadie tenga ganas de que lo haga. A diferencia de Tanta agua, es una película mucho más hablada en la que la gente es más grande, se pelea y tendría que responsabilizarse un poco de lo que hace. En ese sentido, es otro momento absolutamente distinto del de esta película”, aseguran.
Fuente y más información: www.pagina12.com.ar
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CRÍTICA
Ganadora del Premio Cine en Construcción en San Sebastián 2012, presentada este año en Berlín y la Competencia Oficial del Bafici, Tanta agua, ópera prima de las realizadoras Ana Guevara y Leticia Jorge Romero, es una auténtica película uruguaya. Tan auténtica como que está producida por Control Z, la compañía que estuvo detrás de Whisky, La perrera, Gigante y 3, ¿cómo recuperar a tu propia familia?. “Una película uruguaya” quiere decir una sencillísima en sus formas, que hace de la observación aguda no una jactancia sino un simple ejercicio. Una que no le impone al relato y los personajes nada que no surja de ellos mismos. Una que no intenta “venderle” nada al público: ni presuntos grandes avances en la tecnología de animación ni Mengeles, ni ultramillonarios hombrecitos de un metro y medio. En lugar de eso entrega al espectador lo mejor, lo más noble y sincero que le salió con esos personajes y esa historia. Una de esas grandes películas que, por su falta de pretensiones, sólo el espectador menos pendiente de espejitos de colores advertirá como tal.

Tanta agua por la lluvia, por la piscina del recreo al que van los protagonistas y también y sobre todo por la que corre bajo el puente de las apariencias. La primera secuencia muestra ya todas las virtudes de Guevara y Jorge, que comparten realización y guión. Mientras maneja, un hombre habla por celular con expresión hosca y frases cortantes. Está claro que la que está del otro lado es su ex, dándole consejos sobre el cuidado de los niños, que el hombre obviamente rechaza. De una casa salen una chica de unos catorce años, un chico más chico y una señora que se despide de ellos. Pero no saluda al chofer, que la mira torcido. Como buen casi cincuentón, el hombre tiene un notorio exceso de carnes a la altura de la cintura. Los chicos suben y saludan. El chico es trompudo. La chica está trompuda, como una adolescente suele estarlo en presencia de su papá. Tiene brackets y habla entre dientes, con expresión de hastío o desgano. Saca unas milanesas de un tupper, muerde una. “¿Y eso?”, pregunta papá, ligeramente molesto. “Las hizo mamá”, contesta Lucía, y la molestia de papá deja de hacerse ligera.

Ejemplar secuencia de introducción, que le suministra al espectador, sin un solo subrayado y con abundantes elipsis, los elementos mínimos necesarios como para querer sumarse al viaje y ver qué pasa de allí en más. Papá y los chicos no tuvieron mucha fortuna con la elección de los días de vacaciones: llueve como si fuera la última vez. El recreo es modesto y a papá no se le ocurrió mejor idea que pedir alojamiento sin televisor. Anuncio de las vacaciones más temidas, esas en las que lo único que pueden hacer un adulto y los chicos es jugar al boggle o al truco, mirar por la ventana, ir de excursión (¡a una represa, a una planta embotelladora!), pelearse un poco o bastante.

¿Bajón total, aburrimiento, goce o diversión con la mala suerte de los personajes? En lo más mínimo: por mucho que observen con atención a sus criaturas, Guevara y Jorge no se despreocupan por su suerte. Hay conflictos bajo tanta agua, y esos conflictos tendrán ocasión de aflorar. No con gritos ni subrayados: con insinuaciones, sugerencias y, sobre todo, miradas. Así como recupera el viejo y bello arte de la elipsis, Tanta agua da nuevo uso a la herramienta de conocimiento más básica y esencial del cine: la mirada. La del espectador, llamado a observar desde lejos ese diálogo que papá mantiene con la bien dispuesta recepcionista del recreo, o de cerca, el modo en que Lucía, tras su primera decepción amorosa, se hunde de a poco en la pileta. Mirada del espectador y miradas de los personajes. La de Lucía, sobre todo, hacia quien el relato, en un principio coral-familiar, se va desplazando, hasta hacerla protagonista.

Asombroso el paso, por parte de Lucía, del abroquelamiento defensivo-familiar a la curiosidad sexual de la edad. Es como si pasara de larva a crisálida en el acotado espacio de la película. Asombrosa Malú Chouza: si existiera un Oscar rioplatense debería ganarlo ya, por aclamación. Asombroso el sentido del humor entre líneas, la alegría pop de la música de Maximiliano Angelieri, el gracioso ceceo de una precoz “bomba” rubia, todo lo cual compensa ese cierto abandonarse a la tristeza, tan uruguayo también. Asombrosas lucidez, inteligencia, generosidad, modestia y calidez de una película que no exhibe nada: invita a descubrirlo todo.

9-TANTA AGUA
Uruguay/México/Holanda/Alemania, 2013.
Dirección y guión: Ana Guevara y Leticia Jorge.
Fotografía: María Secco.
Música: Maximiliano Angelieri.
Intérpretes: Malú Chouza, Néstor Guzzini, Joaquín Castiglioni, Sofía Azambuya, Andrés Zunini.

Fuente y más información: www.pagina12.com.ar

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De GACEMAIL #532 (Argentina, 11/2013)

Imagen: DVD de la película

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