Monday, September 22, 2014

Deshaciendo la maleta


Miguel Sánchez-Ostiz
Deshaciendo el revuelto equipaje de los controles antinarcóticos, va apareciendo lo que he recogido en los días de viaje: libros, lápices chinos, piedras diversas, hojas sueltas de coca, una bolsita de chamabico cruceño que ya no sirve para nada porque el acullico se acabó, ataditos de palosanto, un tigre de madera que ha perdido las patas en el viaje, periódicos, panfletos y otras pruebas documentales de demencias varias, y algunas compras menudas al paso.
Confieso que tengo debilidad por una chiflera de la Santa Cruz paceña a la que desde hace años le compro sonadas porquerías. Por casa anda un sahumerio para hacer dinero con la imagen de Camilo José Cela rodeado de pilas de monedas y billetes, y algunos amuletos de plomo con la imagen pintoresca del diablo orlado de signos cabalísticos más aproximativos que otra cosa. Dejé de comprarle misterios de azúcar porque se hacen polvo y pierden su gracia. El año pasado no me dejé engañar con una imagen tan milagrosísima como cara de la Santa Muerte, pero este no pude resistir la tentación de llevarme esas dos cochambres brasileras, import-export, que decía Zitarrosa en su Guitarra Negra.
El Sahumerio de la Calavera, que hay que prender entre dos velas, una blanca del bien a la derecha y otra negra del mal a la izquierda, va a acompañado de una oración que dice así: «¡Oh! Eterna y perseverante calavera, con tu espíritu de muerte que rondas al mundo casa por casa hasta el último rincón – Tú que no perdonas cuando llega la hora ni al niño, ni al joven, ni al anciano te invoco y te suplico me ayudes a descubrir los que ocultos estan haciendome daño, que angusties y desesperes a los que mal me han hecho o me quieran hacer. Te suplico que aflijas y desesperes a (diga el nombre de la persona). – Para que vuelva en seguida. Aflije y desespere al ladrón para que devuelva lo robado. – Aflije y desespera al encidioso al calumniero al bocablanda y a todo el que quiera hacerme algun daño, para que se arrepienta…»
En fin, que a mí me asombra que alguien pueda creer que, pegando fuego a unos hierbajos, consigue afligir y desesperar «al encidioso, al calumniero y al bocablanda», buen apodo este por cierto para uno de los personajes de mi novela Perorata del insensato, porque estos demonios domésticos resultan imparables en su ruidosa cabalgada cuando, encima, te dedicadas a meterles espuela… Credulidad, impotencia, sospecha continuada, superstición elevada a misterio indescifrable… Yo qué sé. La cantidad de enemigos que puedes hacerte con solo temer tenerlos, es asombrosa (lo dice Valérie Trierweiler en sus memorias). Vengarse es una pérdida de tiempo. Eso es lo que ponían ayer en boca de uno de esos millonarios que El País presenta como modelos sociales: regresan como nuevos viejos estilos que nunca se fueron. Vengarse no está en manos de cualquiera; hace falta lo que casi nunca se tiene: tenacidad, poder, oportunidad, mala intención, astucia para que la venganza no se vuelva contra uno mismo… Vengarse, no vengarse, mejor un habano que el humo del Señor de la Muerte.
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De vivirdebuenagana, blog del autor, 22/09/2014

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