Dr. HORACIO LARRAIN
Un tema de alto interés lingüístico.
Queremos dejar estampado aquí y rescatar, para los interesados en la sociolingüística y etnología nacional, un pequeño y desconocido artículo nuestro publicado en el año 1990 en la revista Actas Colombinas (Año 1, Nº 2) de la Universidad de La Serena sobre este tema. El asunto cobra hoy especial interés, cuando algunas comunidades indígenas de Tarapacá invocan su ancestro quechua, con mayor o o menor grado de verosimilitud. Y sobre todo, cuando recientes estudios sobre el Qhapaqñan inca han reafirmado la convicción de que el estado Inca ejerció en la zona tarapaqueña y ariqueña un control total y absoluto y explotó en forma eficiente varias minas de cobre y plata, tanto en el sector altiplánico como en la depresión intermedia (Pampa del Tamarugal) y aún en la costa. Huantajaya, La Paiquina, Paguanta, Collahuasi, Challacollo, Ujina, y probablemente otros sitios mineros, tendrían su origen en época incaica.
Zona considerada de escaso interés para el Inca.
Hace no mucho tiempo (1976) se afirmó enfáticamente por algunos arqueólogos que el Inca habría ejercido un control indirecto y más bien leve en esta zona de Tarapacá, dada su escasa población y sus débiles y casi nulas posibilidades agrícolas. Al Estado Inca no le habría interesado mayormente esta zona para el fomento de su economía. Así está escrito en algunas publicaciones a pesar de los importantes descubrimientos hechos con anterioridad por el arqueólogo Hans Niemeyer, en la década del sesenta del pasado siglo, a través de sus estudios de varios tambos y cementerios incas en la quebrada de Camarones y en el sector altiplánico, próximo a la Laguna del Huasco (Tambo de Collacagua, 1962, 1963, 1983).
Un rincón quechua en el NW de Antofagasta.
El breve articulo que hoy presentamos a nuestros lectores aportaría, en nuestra opinión, argumentos de peso para confirmar la existencia, por las fechas de este estudio nuestro (1980), y en un pequeño y desapercibido rincón del Norte de Chile, de restos de población quechua-hablante cuyos lejanos ancestros habrían sido de habla y cultura quechua local. Tenemos la sospecha de que esos pequeños grupos que en esa fecha (1980) entrevistamos, serían los sobrevivientes de antiguas colonias de mitimaes o mitmaqkuna quechuas, trasportados hasta allí por el Inca, hacia mediados o fines del siglo XV, para afianzar su dominio en la zona y asegurar, con gente fiel al Imperio, el tránsito de sus ejércitos y mensajeros por el Qhapaqñan o camino real. Las razones se dan en el artículo que comentamos. El control y la mantención del Qhapaqñan, sus recintos y tambillos o tambos, en medio de tribus de diferente origen cultural por una parte, y la transmisión de los mensajes a través de los chasquis, por otra, requería como conditio sine qua non, el dominio de la lengua quechua, lengua en la que eran transmitidos viva voce por los mensajeros del Inca en sus qhipus, desde el Cuzco hasta los confines del Estado Inca.
¿Sobrevivencia de mitimaes quechuas en la ruta del Inca por Tarapacá?. ¿Por qué no?.
En otras palabras, las actuales pretensiones de varios pueblos tarapaqueños de la zona precordillerana (es el caso explícito de Miñe-Miñe, Suca, Tarapacá, Quipisca, Mamiña y Guatacondo, e incluso Pica) en el sentido de negarse a aceptar su origen aymara y exigir a las autoridades de la CONADI regional ser reconocidos como comunidades de origen quechua, tendría un posible e inesperado asidero cientifico en la existencia probada de asentamientos de mitimaes a lo largo del Qhapaqñan o "Camino del Inca". Tal cosa hemos sostenido recientemente, con argumentos de tipo histórico geográfico y lingüístico, en una obra hoy en prensa sobre la historia cultural de la comunidad quechua de Quipisca (Larrain y otros, ---------
¿Cómo explicar la convicción íntima de su origen quechua, presente en ciertas comunidades tarapaqueñas?
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¿Por qué - nos hemos preguntado muchas veces- el sistemático rechazo de estas comunidades de baja altura (no altiplánicas) a ser consideradas de origen aymara y, en cambio, su aceptación gozosa de su origen quechua?. Algo debió sobrevivir en la tradición cultural de estas comunidades, que fue transmitido fielmente de padres a hijos, acerca de su origen quechua, ascendencia de la que hoy se enorgullecen. Quedó el recuerdo lejano, aunque se perdió casi totalmente el uso de la lengua. Pero quedaron trazas, por ejemplo apellidos y ciertas reminiscencias culturales que urge rescatar.
No habrían sido migrantes altiplánicos recientes desde el SW de Bolivia.
La persistencia hasta hace muy poco tiempo de pequeñas comunidades quechua-hablantes en el alto Loa en las pequeñas comunidades de Cupo, Panire, Turi, Toconce o Ayquina, a las hace hace referencia especial este artículo nuestro, no tendría, pues, un origen altiplánico boliviano reciente, por inmigración desde poblaciones del SW de Bolivia - como se podría fácilmente creer- sino tendría un origen muchísimo más antiguo, como continuidad y persistencia de pequeñas antiguas ocupaciones Inca en sectores por donde cruzaba el Qhapaqñan rumbo a Chiuchiu y San Pedro de Atacama.
El Qhapaqñan era mantenido y custodiado por colonos quechuas.
Si el "Camino del Inca" cruzó la depresión intermedia de Tarapacá, como está probado, y si -como sabemos por todos los Cronistas- este camino necesitaba ser especialmente protegido y mantenido por las comunidades vecinas para permitir el uso continuo y expedito de la mensajería imperial Inca y, además, si para ello fue jalonado al efecto de tambos y tambillos, no creemos pueda ya dudarse de que el Inca haya establecido, en sus inmediaciones, poblaciones quechuas para su mantenimiento y control, a cargo de mitimaes o colonos traidos ad hoc desde otras regiones del imperio y, por cierto, de lengua y cultura quechua. No existía, en efecto, otra manera de proteger su acceso expedito y normal a las comarcas más alejadas del Imperio tanto en el Chinchaysuyu (extremo norte, Ecuador) como en el Colesuyo ( costa de Arequipa al sur, incluyendo Tarapacá al menos hasta el río Loa) y el Collasuyu ( sector andino sur peruano-boliviano y NW de Argentina).
El presente trabajo se enmarca en un período de investigaciones nuestras en los pueblos del alto Loa, con motivo de nuestros estudios sobre el arte y artesanía tradicional indígena en dicha zona entre los años 1985 y 1991. (Cfr. artículo de H. Larrain "Artesanía del Norte: la multiplicidad andina", en Chile: Artesanía tradicional Autores Horacio Larrain y otros, 2ª edición, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1993, 25-39). Fue en ese período y de visita en pueblos atacameños del alto Loa cuando caímos en la cuenta y pudimos comprobar la existencia de un pequeño y casi invisible remanente cultural quechua, expresado no solo en el uso de la lengua, sino también en otros elementos de su cultura (artesanía cerámica).
Por ese mismo tiempo, publicamos en un diario de Santiago, un artículo sobre esta visita a los citados pueblos con el título: "¿Se habla hoy el quechua en Chile?. (Diario "El Mercurio", Santiago de Chile, 20-07-1981), artículo que reproduciremos en un próximo capítulo del Blog. No quisiéramos que ese pequeño "descubrimiento" pase desapercibido para los entendidos en el tema.
El texto del trabajo.
Fig. 1. Página 1 del artículo.
Fig. 2. Página 2 del artículo.
Fig. 3. Página 3 del artículo
Fig. 4. Página 4 del artículo
Nuestras reflexiones finales.
1. Con motivo del reciente estudio del Qhapaqñan o "Camino del Inca" por parte del Proyecto "Tarapacá en el Camino del Inca", de la Universidad Arturo Prat de Iquique, nos ha sido posible recorrer gran parte de la ruta inca desde la quebrada de Camarones hasta las cercanías del río Loa, en Quillagua, en una extensión aproximada a los 300 km. Hemos podido adquirir, siguiendo dicho trayecto, alguna experiencia acerca de la forma y aspecto que adquiere la ruta al cruzar la extensa pampa del Tamarugal y también, acerca de los criterios que habrían guiado al Inca para seguir determinados rumbos. Sobre este tema, nos explayaremos en el Informe Final del Proyecto, actualmente en curso. Los recorridos hechos en este Proyecto, nos han ayudado muchísimo a comprender el tema que aquí prenunciamos, ya en el año 1990.
2. El pequeño trabajo que hemos presentado aquí creemos constituye un elemento probativo más acerca de la existencia de comunidades quechuas sobrevivientes hasta nuestros días en la zona alta del extremo NW de Antofagasta, las que habrían conservado la lengua de sus antepasados hasta muy recientemente.
3. Si la zona atacameña con sus pukaras defensivos fue una zona de choque y conflicto entre las comunidades locales y el Estado Inca conquistador, es evidente que el trazado del camino tuvo que ser protegido mediante guardianes quechuas pertenecientes a los grupos de mitmaqkuna trasladados al efecto a estas regiones por el Inca, donde permanecieron hasta la llegada del español. Disuelto el poderío inca con el acceso del poder español, sospechamos que la mayoría de estos indígenas de origen quechua, pero de larga permanencia en los lugares (al menos por una o dos generaciones), se habría quedado definitivamente en la misma zona. Reginaldo de Lizárraga, gran cronista, escribiendo hacia el año 1580 señala explícitamente que aún entonces los atacameños no estaban del todo sometidos al español y provocaban serios problemas a los que se atrevían a cruzar por su territorio rumbo a Copiapó.
4. Es probable que algunas familias de mitmaqkuna quechuas, tras las conquista española, se devolvieron a sus lugares de origen en aquellas áreas donde la presencia quechua era odiada o rechazada por los señoríos locales. Tal parece haber ocurrido en sectores del NW argentino, donde la presencia inca fue duramente combatida por las tribus locales, según atestiguan algunas fuentes históricas.
5. Sospechamos que lo recién expresado en los puntos 2 y 3. sería el caso de estas pequeñas comunidades sobrevivientes, de habla y cultura quechua (de Toconce, Turi, Panire, Cupo, Topaín, etc.), enquistadas en zona antigua atacameña, cuya cultura habría quedado opacada por la presencia quechua inmigrante (los mitmaqkuna de tambos y tambillos de la ruta inca) a cargo de la vigilancia, control y mantención de la vía incaica.
6. Futuros estudios arqueológicos a los creemos deberían sumarse necesariamente lingüistas avezados y folklorólogos, expertos en las antiguas artesanías sobrevivientes en la zona, seguramente van a contribuir a iluminar este difícil problema de la activa presencia inca de antaño y su supervivencia en la zona. Abogamos por las participación activa de dichos especialistas, pues hemos notado con cierta sorpresa su total ausencia en la casi totalidad de los trabajos recientes referidos al Qhapaqñan en la zona. Hemos escuchado quejas de estos especialistas, en el sentido de que no se suele considerar su aporte cuando se estudia, por parte de los arqueólogos, estas antiguas comunidades. Y creemos que tienen toda la razón. La toponimia y antroponimia local, y el examen de la artesanía y arquitectura remanente en dichos poblados debería, a juicio nuestro, arrojar bastante luz sobre el problema de la presencia y actividad inca en las zonas por donde transitó antiguamente el "·Camino del Inca". Estoy cierto que en el futuro se nos encontrará la razón.
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De ECO-ANTROPOLOGIA. blog del autor, 29/08/2014
Imagen: Ch'uspas
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