Monday, March 31, 2014

Canetti se tragó el hueso de una cereza mientras contemplaba el cometa Halley



Jaime Fernández

A cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial no deja de chocarnos la ceguera de los gobernantes que la provocaron o fueron incapaces de evitarla y el entusiasmo no menos ciego de millones de personas, en su mayoría jóvenes, que se alistaron a los ejércitos de sus países pensando que aquello duraría tres meses, como unas vacaciones escolares. Esta reacción contrasta con los episodios de pánico que sólo cuatro años antes, en mayo de 1910, causó un acontecimiento mucho más temido que la guerra, pero que, como vaticinaron los expertos antes de que se produjera, se quedó en agua de borrajas: la aparición en el firmamento del cometa Halley.
Los días 18 y 19 de mayo de 1910 la Tierra cruzó la cola del legendario cometa en medio de una insólita atmósfera de miedo. Semanas antes se propagó por la prensa mundial una multitud de noticias y comentarios que alertaban del inminente choque del cometa contra nuestro planeta, cundiendo el pánico entre la población. Muchos aprovecharon aquel clima de terror colectivo para vender máscaras destinadas a neutralizar los supuestos efectos nocivos del cianógeno, uno de los gases que componen los cometas. Naturalmente, el gasto resultó inútil y las máscaras fueron a parar al cubo de la basura sin ser utilizadas.
En 1910, en plena Belle époque,  nadie sospechaba que en la Primera Guerra Mundial hasta los caballos de las tropas serían protegidos con máscaras antigás para prevenir los ataques del enemigo con bombas de gases venenosos que se arrojaban desde los aviones. Por desgracia, no siempre resultaron todo lo útiles que se habría deseado, pero al menos paliaron los efectos nocivos de esta arma letal.
Paradoja sobre paradoja: el pánico absurdo provocado por un fenómeno extraterrestre y, por tanto, extrahumano, se quedó en un susto y el asunto concluyó con el lanzamiento de cohetes, el descorche de botellas de champán y la celebración de verbenas hasta la madrugada. Pero la demencial euforia con la que millones de personas acogieron el estallido de la guerra en agosto de 1914 se desaguó en cuanto se produjeron las primeras bajas en el frente. ¡Qué diferencia entre el inocente fulgor del polvo luminoso del cometa y el asesino fogonazo de los cañones, de las granadas de mano, de las minas antipersona y de las ametralladoras!
Sin embargo, ambos acontecimientos tenían algo en común, aunque fuese anticipado por el cometa: la mundialización de los sentimientos y el ascenso de las masas en sus distintas modalidades. Por primera vez millones de personas de naciones de los cinco continentes compartían un sentimiento común. El temor al monstruo cósmico unió a los hombres normalmente separados por las religiones, las ideologías, la clase social y el extenso catálogo de fobias y filias que se reserva cada época y generación.
Soldados marchan eufóricas al frente de  la Primera Guerra Mundial
Soldados marchan eufóricos al frente de la Primera Guerra Mundial ignorando el horror que les aguardaba
Pero esa sinergia universal redujo las posibilidades de la individualidad, con sus múltiples matices y variedades, que en la era de la burguesía produjo una constelación memorable de novelas y personajes singulares. A partir de entonces los hombres se verían cada vez más condicionados por idénticos factores externos que escapaban a su control. Prueba de ello era ese miedo colectivo a un fenómeno tan inocuo, pero visualmente hermoso como el Halley. Sólo los niños supieron gozar de su belleza. Su individualidad permaneció inmune al temor gregario y estúpido de los adultos.
Cierto que el miedo a lo desconocido se presta a la propagación, algo que hasta cierto punto resulta comprensible. Pero ¿cómo fue posible la peste de entusiasmo belicista que se apoderó de tantas personas en agosto de 1914? ¿Qué les hizo olvidar el horror de la guerra, de la que el suelo de Europa fue testigo en tantas ocasiones y hasta hacía no mucho tiempo? La propaganda patriotera le ganó el pulso al sentido de la realidad, como la propaganda alarmista se lo ganó al simple anuncio del retorno del inofensivo cometa.
Aquellos hombres y mujeres no sintieron por sí mismos, como se siente en la intimidad, sino guiados por los mensajes equívocos que les transmitieron otros. Si se hubiesen preguntado por qué sentían miedo del cometa y por qué mostraron júbilo ante el estallido de la guerra, seguramente habrían adoptado unas actitudes distintas ante ambos fenómenos. Ya lo advirtió el sabio Gracián: “Vívese lo más de información; vivimos de fe ajena”, siendo el oído “la puerta principal de la mentira”. Faltaban tres siglos para que ésta entrara también por los ojos, gracias a los periódicos y la alfabetización masiva.
Aunque esta viñeta data de 1857, en 1910, días antes del retorno de Halley, circularon versiones de ella
Aunque esta viñeta data de 1857, en 1910, días antes del retorno de Halley, circularon versiones de ella
Cometa y guerra. Leyendo el comentario que Johann Peter Hebel dedica a los cometas en su Cofrecillo de joyas del amigo renano de la casa (1811) me encuentro con que para este ilustrado la palabra cometa era sinónimo de desgracia:
“Podemos asegurar sin miedo a equivocarnos que [tras la aparición del cometa] en el transcurso de un año estallará una guerra, o se producirá un terremoto, o desaparecerán ciudades y reinos enteros o morirá un poderoso monarca o sucederá cualquier cosa que no sea motivo de alegría para nadie”.
Pero quizá en un intento de contrarrestar el temor supersticioso, Hebel razona que, como en el mundo suceden desgracias simplemente por lo grande que es, aquellos que asocien cometa y desgracia saldrán siempre airosos de la prueba. Lo cierto es que, tras la aparición del Halley en la órbita terrestre en mayo de 1910, tuvieron que transcurrir cuatro años y no uno para que sobrevinieran casi todas las catástrofes enunciadas por Hebel (sin olvidarnos de la conmoción causada por el hundimiento del Titanic el 15 de abril de 1912).
Dibujo que reconstruye el hundimiento del "Titanic" en Terranova
Dibujo que reconstruye el hundimiento del "Titanic" al chocar contra un iceberg, a 600 kilómetros de Terranova
En la primera década del siglo XX las condiciones de la sociedad habían cambiado lo suficiente desde que en 1835 el cometa hizo su última aparición como para que la noticia se difundiese por los confines del planeta gracias a la expansión experimentada por la prensa en ese periodo. Además, por primera vez se disponía de instrumentos de precisión para predecir con exactitud el momento en que la cola del cometa se haría visible desde la Tierra. En septiembre de 1909 el astrónomo alemán Max Wolf, de la Universidad de Heidelberg, lo avistó acercándose a nuestro planeta, comunicando el hallazgo a la comunidad científica, que avivó el interés por divisar el cometa.
La prensa y los científicos se aliaron para despertar la expectación del público. Como suele ocurrir en estas circunstancias, el asunto se prestaba al sensacionalismo periodístico, en el que por aquellos años ya estaba bastante entrenado. Recuérdese el influyente y con frecuencia lamentable papel que en Francia desempeñó la prensa en el desarrollo del polémico caso Dreyfus.  Como jugar con el miedo de la gente daba mucho juego, algunos no regatearon esfuerzos para azuzarlo.
Unas declaraciones del astrónomo francés Camille Flammarion encendieron la mecha. Afirmaba que cuando el hidrógeno de la cola del cometa, de unos cuarenta millones de kilómetros, se mezclase con el oxígeno de la atmósfera terrestre causaría la asfixia inmediata de la humanidad. También se dijo que contenía cianuro, por lo que el final del mundo estaba cercano. Los charlatanes, los videntes y los adivinos sembraron el miedo entre la multitud. Las anécdotas son innumerables. Por ejemplo, en Buenos Aires se instaló un telescopio que anunciaba: “Vea por cinco centavos al cometa Halley y conozca la causa de su futura muerte”.
Camille Flammarion
El astrónomo francés Camille Flammarion
Sin embargo, como bien sabían los científicos, el pánico estaba injustificado. En 1705 el descubridor del cometa, el astrónomo británico Edmund Halley, al que debe su nombre, había asegurado que éste regresaba a la órbita terrestre cada 76 años aproximadamente, demostrando que tras esos retornos periódicos no había ocurrido nada. Muy lejos quedaba la época en que el papa Calixto III decidió eliminarlo del Universo por el consabido procedimiento de la excomunión.
El pontífice vinculó el cometa, que apareció el 27 de mayo de 1456, a un castigo divino porque su retorno coincidió con la toma de Constantinopla por los turcos. Pero lo único que consiguió este papa Borgia es que los fieles cristianos añadieran a los dos rezos del ángelus del amanecer y del anochecer, otro al mediodía con la esperanza de apaciguar la ira divina.
La particularidad del regreso hace que Halley pueda ser visto dos veces por un mismo individuo sólo con que viva el periodo de los 76  años en que vuelve a reaparecer en la órbita terrestre. Mark Twain estaba al corriente de ello, por lo que un año antes de su regreso comentó en una charla privada que, habiendo venido al mundo en 1835 con el cometa Halley, esperaba  marcharse con él:
“Sería la mayor decepción de mi vida si no me voy con el cometa Halley. El Todopoderoso ha dicho sin duda ‘Ahora están aquí estos dos fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir’. ¡Ah! Lo espero fervientemente.”
Mark Twain
Mark Twain
Pocos hicieron caso de su profecía. Pensaban que se trataba de una excentricidad más, propia de un genio huraño y ansioso por agrandar su notoriedad. Samuel Langhorne Clemens, que era su nombre de pila, falló su pronóstico en un día, falleciendo a los setenta y nueve años de un ataque al corazón el jueves 21 de abril de 1910, al día siguiente del máximo acercamiento del cometa.
La anécdota inspiró en 1986 al director de cine Will Viton una ingeniosa película de animación, con figuras de plastilina. En Las aventuras de Mark Twain Tom Sawyer, su novia Becky Thatcher y Huck Finn se infiltran como polizones a bordo de una nave fluvial pilotada por Mark Twain y descubren que el escritor tiene el propósito de encontrar el cometa Halley a fin de estrellar la nave contra éste. Pero los tres personajes tratan de convencerlo para que desista de su objetivo; todavía tiene mucho que ofrecer a la humanidad. Mientras tanto, Twain rememora algunas de sus narraciones más célebres.
El poeta Rafael Alberti, que tenía ocho años cuando la cola luminosa del Halley irrumpió en el firmamento, lo observó tumbado en la bahía de Cádiz. Años después le dedicaría en su primer libroMarinero en tierra (1924) un delicioso poema:
“Ya era yo lo que no era, /cuando apareció el cometa. /Del mar de Cádiz, Sofía,/saltaba su cabellera./¡Ay, quién se la peinaría!/ Con un escarpidor fino/ salí a la ribera mía./¡Suéltale la cauda, madre,/que se la peine Sofía!/ Ya era yo lo que no era”.
Sofía era una niña de doce o trece años a la que contemplaba abstraída ante un atlas geográfico desde el balcón situado un piso más alto de su casa de Madrid. Ella fue su “callado consuelo durante muchos atardeceres”.
Al igual que Alberti, Salvador Dalí pertenecía a la hornada de niños del cometa, que es como se llamó a los que eran unos críos en 1910. Compañeros ambos en otra generación, la del 27 -esa pléyade de poetas, pintores, músicos y cineastas que se estrelló contra la Guerra Civil para dispersarse en un largo exilio-, Dalí relató qué estaba haciendo la noche del cometa en su casa familiar de Figueras (Gerona). Nada bueno, como quizá se hayan imaginado.
Una semana antes había cumplido seis años, pero ¿saben en qué se entretenía en el momento en que los adultos miraban al cielo pasmados? Pues mientras gateaba por una habitación le dio una patada en la cabeza a su hermana Anna María, de dos años y pico. Y eso que la consideraba el mejor regalo de Reyes que había recibido en su infancia, puesto que Anna María vino al mundo el 6 de enero de 1908. Al percatarse del incidente, su severo padre, el notario Don Salvador, no se anduvo con chiquitas y lo castigó encerrándolo en su despacho hasta la hora de cenar. Adiós cometa. Visto y no visto.
Fotografía de Salvador Dalí de niño
Fotografía de Salvador Dalí de niño
Al evocar su recuerdo del cometa en 1985, Rafael Alberti se hizo eco del terror pánico con el que se vivió el paso de “aquel dios de los espacios” que casi anunciaba el fin del mundo. Según el testimonio del poeta, a medida que se acercaba el advenimiento del Halley aumentaron los fenómenos de histerismo colectivo, sobre todo en Italia, Francia y España. Cuenta Alberti que
“mucha gente se encerró en los más profundos sótanos, otra, en cambio, pensó que era mejor morir al aire libre. En España se difundió con rapidez la noticia de que el choque de su cola con la Tierra sería totalmente exterminador, más que nada en la zona de Valencia, habiendo familias enteras que huyeron despavoridas de la ciudad mediterránea”.
No en todos los lugares el acontecimiento se tomó a la tremenda. En las islas Canarias lo esperaron con calma. La consigna tácita era que no cundiese el pánico. Al día siguiente del paso del cometa el diario regional La Defensa informaba de que “aparte algunos espíritus pusilánimes que temblaban de miedo ante la hipótesis de la catástrofe, en general el paso del cometa de Halley ha sido tomado a broma en Las Palmas”. Desde las doce de la noche se registraba una gran animación en las calles, como en Nochebuena. Los cafés estaban abarrotados. Cuando a las dos y media de la mañana empezó a dibujarse la cola del Halley con tenue claridad, de oriente a occidente, se lanzaron cohetes al aire.
Rafael Alberti
Rafael Alberti
Cohete y cometa. Sin querer el cronista  canario había establecido una conjunción poética que para nuestra imaginación ni siquiera necesita de un verbo que la bendiga. Quién sabe si al titular su libro de aforismos El cohete y la estrella (1923), José Bergamín,adolescente del cometa –en 1910 tenía quince años-, no estaría rumiando el recuerdo de la noche del Halley. Los designios de las palabras son inescrutables y más en la memoria del poeta.
En realidad, Bergamín pensaba en otro cometa maravilloso: el que guió a los tres Reyes Magos al pesebre de Belén en el que nació el Niño Dios. El libro comienza con este pequeño relato estelar:
“En la noche silenciosa, el cohete irrumpe con luminosa algarabía y alboroto. La estrella lo mira llegar asombrada e inquieta, descender en suave catarata centelleante. Luego, continúa mirando sin parpadear. Aquel otro que parpadea era un lucero”.
José Bergamín, en primer plano, junto a Rafael Alberti, en la madrileña plaza de toros Las Ventas
José Bergamín, en primer plano, junto a Rafael Alberti, en la madrileña plaza de toros Las Ventas
En Madrid, ciudad natal de Bergamín, se anunció para la noche del cometa una gran fiesta que incluía una advertencia: Se bailará hasta el momento del fin del mundo. Por lo visto las nubes estropearon el espectáculo celeste. El periódico Abc aclaraba que el Halley no tenía arte ni parte en las inclemencias meteorológicas propias de la primavera. En su edición del día 19, el cronista reseñó en un estilo casi telegráfico:
“Por la noche, en pleno Carnaval. A media noche, más gente por las calles que a mediodía. Gran mascarada, abundante vino, mucha chirigota ¡y vayan ustedes con cianógenos a los trasnochadores madrileños! ¡El perihielo que les pedía el cuerpo era el de la broma y el ingenio!”. Sólo un par de líneas para el miedo: “No faltó gente que se guardó el susto en casa; pero como no se exhibió, su canguelo pasó inadvertido”. Que los sabios decidieran si el Halley había traído o no cola.
En lo que sí trajo cola el cometa fue en el negocio del diseñokitsch: bisutería, joyas, botones, monedas conmemorativas y... cucharas, el objeto más parecido a la forma del bólido, como ésta de la foto:
Cuchara
¿Qué fue entonces del pánico? Podemos sospechar que el desenlace anodino de aquel acontecimiento llevara a algunos a renegar del miedo que sintieron hasta unas horas antes y a avergonzarse incluso de él, desbaratando la vergüenza en un puñado de chistes y unos cuantos tragos de vino. Mucho peor fue el destino de aquellos que, víctimas del pánico, se suicidaron.
Con puntualidad astronómica, Halley reapareció a mediados de abril de 1986. Una de las sondas que desde julio de 1985 buscaba desvelar sus secretos llevaba el nombre del  pintor florentino Giotto, quien pudo ver al cometa Halley en 1301 y lo plasmó aquel mismo año en el fresco La Adoración de los Reyes, que se conserva en la Capilla de los Scrovegni, en Padua.
"La Adoración de los Reyes", de Giotto
"La Adoración de los Reyes", de Giotto. Encima del portal se aprecia la cola del cometa Halley
Ante el regreso de Halley, Alberti, que tenía ochenta y cuatro años, comentó que era de las pocas personas que lo habían visto dos veces y en el mismo siglo. Pero en esta ocasión adoptó una actitud más pragmática –cosas de la edad-, comprándose un telescopio que, con la ayuda de un amigo aficionado a la astronomía, montó en su apartamento situado en la decimoséptima planta de la Torre de Madrid. No obstante, se quejaba de que la polución atmosférica le impediría divisar la cabalgata de luz desde su observatorio provisional.
Un año antes escribió el poema conmemorativo Retornos del cometa Halley, encabezado por dos versos del que publicó en Marinero en tierra: “Del mar de Cádiz, Sofía,/saltaba su cabellera”. Alberti concluía su remembranza recordando a los lectores que el cometa Halley volverá en el año 2061 “y yo, que de marinero en tierra pasé a ser un enloquecido viajero del aire, volveré con él entre el polvo de fuego y hielo plateado de su cauda resplandeciente. No lo olvidéis”.
Por aquellas fechas Alberti mencionaba en su nueva entrega de memorias Arboleda perdida al poeta checo y Premio Nobel de Literatura en 1984, Jaroslav Seifert, para aludir a una obra suya titulada El cometa Halley (1967).
Jaroslav Seifert
Jaroslav Seifert
Seifert nació en Praga un año antes que Alberti, pero, al contrario que éste, no llegó a tiempo para divisar por segunda vez a Halley: murió el 10 de enero de 1986. La célebre noche del cometa su padre lo llevó a contemplarlo. Vivía en el barrio obrero de Žižkov, al este de la ciudad, conocido por sus red de callejuelas y "la arrugada superficie de los tejados", pero también por las frecuentes peleas entre socialdemócratas y clericales. El Castillo de Praga se divisaba perfectamente desde la esquina de una de sus calles. En estos versos evocó la noche del Halley:
"No vi nada en aquel momento, / sólo espaldas ajenas, / pero las cabezas bajo los sombreros / se movían con agitación. / La calle estaba llena. (…) Las torres de la catedral, abajo, en el horizonte, / parecían recortadas / en papel mate de plata / y en lo alto, sobre ellas, / se ahogaban las estrellas. / Está allí, ¿lo ves ya? / ¡Sí, lo veo! / En las vedijas de chispas inextinguibles, / la estrella se aparecía irreversiblemente. / Fue una suave noche de primavera, pasado el 15 de mayo. / El aire fragante se inflamó de perfumes / y yo lo aspiraba / y con él el polvo de los astros...".
Aquella misma noche del 18 de mayo de 1910 en que Seifert y su padre miraban al cielo de Praga, un joven funcionario de una compañía de seguros y por entonces escritor poco conocido, llamado Franz Kafka, anotó en sus Diarios “Noche del cometa”. Había pasado el día en compañía de su amigo Franz Blei, su mujer y su hijo. Blei era un escritor alemán que dirigía la revista  Hyperionen la que en 1908 se publicaron unas pequeñas prosas de Kafka.
Parece que el acontecimiento no le causó una impresión memorable. Más que los fenómenos astrales, a Kafka le atraían las cosas terrestres, esas en las que no se fija casi nadie por considerarlas triviales. En la misma entrada de los Diarios añadía una observación un tanto extraña, pero característica de él:
“A ratos, saliendo de mi interior, he oído algo así como el gemido de un gatito, incidentalmente pero con indudable insistencia”.
Franz Kafka en Praga
Franz Kafka en Praga
La fantasía de un Kafka veinteañero comparándose con un minino maullador presagia al insecto monstruoso y mudo con el que habría de fantasear dos años más tarde en su relato La transformación. En cualquier caso, tendremos que incluir a este gatito en el bestiario kafkiano. En aquella época los días transcurrían para él sin escribir, aunque remaba, nadaba, se tendía al sol e incluso montaba a caballo, una imagen que parece cuadrar poco con la más extendida de un Kafka  tumbado sobre la cama en su dormitorio sombrío mientras escucha con una irritación contenida los parloteos de su familia en las habitaciones de al lado.
Ernst Jünger tenía quince años en 1910 y tuvo la oportunidad de avistar el cometa en la ciudad alemana de Rehburg, junto a sus padres y hermanos. En 1987, con noventa y dos años (vivió ciento tres) publicó Dos veces Halley, en el que confiesa que el año anterior viajó a Kuala Lumpur para seguir el rastro del cometa.
Después de esperar en vano durante los primeros días de abril, la fecha en que emprendía el viaje de regreso a Europa, el 15, apareció en el cielo. Esta segunda vez se le antojó algo más grande, pero menos imponente que entonces, “sin cola, difuso, algo así como un ovillo”. También estaba más alto, bajo la constelación sureña del Triángulo, con la que formaba un trapecio alargado. Al igual que su doble experiencia contemplativa del cometa, Jünger fue soldado del ejército alemán en las dos guerras mundiales.
Ernst Jünger
Ernst Jünger
Como Alberti, Dalí y Seifert, Elias Canetti pertenece a la generación de niños del cometa y como el poeta español, también conoció la segunda aparición de Halley en 1986. Para conmemorarla anotó en su libros de aforismos El corazón secreto del reloj: “De Halley a Halley, la duración de tu vida”.
El 18 de mayo de 1910 tenía cuatro años. Sin embargo, en el primer volumen de su autobiografía, La lengua absuelta, nos ha dejado un testimonio detallado de la noche en que Halley irrumpió en el cielo de su localidad natal, Rustschuk, en Bulgaria. Por aquellas fechas el pequeño Elias vivía aterrorizado ante la aparición de un lobo una noche en que acababa de dormirse en su cama. El lobo era en realidad su padre que se había puesto una máscara que imitaba a un licántropo. Lo sorprendente fue que, después de quitársela y tranquilizar al niño diciéndole que era sólo una máscara, éste no acaba de creerse el engaño.
El susto del lobo le duró bastante tiempo, tuvo pesadillas varias noches y de poco servían los esfuerzos del padre para consolarlo. Hasta que apareció Halley y el terror infantil se diluyó en el  terror general que presidió aquel día, mejor dicho, aquella noche.
Elias Canetti
Elias Canetti (1905-1994) fue galardonado en 1981 con el Premio Nobel de Literatura
Por de pronto, ni siquiera se molestaron en ordenarle que se fuese a dormir. Ya no tenía ningún sentido, puesto que el fin del mundo estaba próximo.  Se reunió en el jardín con todos. Los niños y los adultos de las casas vecinas miraban fijamente al cielo “donde el cometa aparecía gigantesco y resplandeciente”. Había mucha claridad, como de día. Canetti tenía una cereza en la boca y la cabeza echada hacia atrás tratando de seguir el cometa. Ya fuese por el esfuerzo o por la espléndida belleza del Halley, el caso es que se olvidó de la cereza y se tragó el hueso.
Los mayores apenas si se movían de su sitio, con los ojos fijos en el cielo, al contrario que los niños. Todos permanecían apretados, unos junto a otros. Concluye su evocación señalando que “si después no hubiera utilizado con tanta frecuencia el término, diría que los veo como masa: una masa paralizada por la expectación”.
Primera edición de "Masa y poder", fechada en 1960
Primera edición de "Masa y poder", fechada en 1960
Entre las clasificaciones de masas humanas que define en su estudio Masa y poder, figura la masa retenida, de la que dice que “es compacta” y no es posible en ella un movimiento verdaderamente libre. “Su estado tiene algo de pasivo, la masa retenida espera (...) Los pies no tienen donde ir, los brazos están comprimidos, libres sólo permanecen las cabezas, para ver y para oír”.
El cometa Halley no volverá a pasar por la órbita terrestre hasta mediados de 2061. Aquellos que en 1986 fueron niños del cometatendrán más probabilidades de presenciar su retorno. Que lo disfruten, si las nubes y la contaminación atmosférica no lo impiden.
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De EN LENGUA PROPIA, blog del autor, 24/03/2014

Wednesday, March 26, 2014

Achtung Baby


PABLO CEREZAL

22-M. Día desgastado en vaivenes y cotidianías de las que desgastan la gana y la calma. Bolivia atesora la dudosa virtud de transformar las jornadas en un devenir de pausas eternas y avances inexistentes. Un escaso e insuficiente lapso temporal para asomarme a la prensa en busca de noticias sobre las Marchas de la Dignidad, en Madrid, aquel torpe poblado con orgullosa ansia de metrópoli que me vió nacer.

Pero la prensa oculta, la prensa no existe ni es digna de tal nombre, hoy...

Los medios de incomunicación y propaganda ocultan deliberadamente la rabia de un pueblo al que muchos pretenden sepultar, bajo el pisotón fascista de la ignominia: ya sabemos, la historia la escriben los vencedores, y lo que no aparece en los libros de Historia, sencillamente: no existe. Y hoy, la Historia, sólo es una asignatura más, perdida en los planes de estudios de esos sistemas educativos puestos en pie para sistemáticamente educarnos en la onerosa nada de la "filosofía" de empresa. Pero las llamadas redes sociales, en ocasiones, hacen cierto honor a su nombre, y vienen en mi ayuda: leo resúmenes, contrasto opiniones, contemplo fotos: veo a un policía herido, con el retal de sangre ciudadana aún latiéndole el bocado en la torva expresión de indecencia que le ha modelado el amo que le da de comer... veo la mirada perdida de un fotógrafo ensangrentado, con su sorpresa de diafragma roto por la ausencia de luz de este régimen que se atrinchera en la ausencia de miradas... veo breves barricadas incendiando una sacrílega noche de San Juan de vertedero... veo, danzando los cielos, piedras como flores que nunca encuentran la sien en que deberían coronar su furia de hambre y vida... veo las arterias de la capital colapsadas por un infarto de pancartas sin miedo y brazos sin temblor... veo sonrisas niñas acariciando la cicatriz de tiempo y orgullo de abuelos que vieron otras guerras, unas de verdad... veo 
hollywoodienses uniformes de guerra dispuestos a emprender la misma contra las huestes indefensas de la palabra valiente... 

Han llegado: los sucios, los pobres, los perroflautas, la cochambre, la mugre de una sociedad que carece de detergente con que defraudar el pistoletazo de sangre enhiesta de aquellos que siguen dispuestos a llamar a las cosas por su nombre. Mañana, los rotativos del miedo y el salario asegurado ignorarán o demonizarán a todos ellos y, con ellos, al resto: esa otra parte del pueblo, esa mayoría que habla en las urnas cuando les quitan el bozal, esa masa de mastines hambrientos de moneda y plasma y ropa de marca y marca en la grupa tal cual la porta el ganado de finca y terruño de los potentados. Mañana, sencillamente, no habrá pasado nada. Pero, ahora, veo de nuevo esa foto del policía herido y recuerdo, hace unos instantes, caminando Cochabamba, ese cartel tan habitual en estas tierras:si alguien es sorprendido robando, será ajusticiado.

Porque aquí, en Bolivia, sorprende al recién llegado, paseando por determinados barrios, el descubrir carteles en fachadas y farolas que advierten a aquel que pretenda enriquecerse con el latrocinio de enseres ajenos que, en caso de ser descubierto, pasará a manos de un jurado popular que carece de abogado defensor. Así, sin más. No se le cuestionará sobre los motivos de su intento de robo, ni se le preguntará su filiación política o creencia religiosa. Al fin y al cabo, la justicia es una mujer de turgencias agrestes con la mirada vendada: ciega e imparcial, aseguran. Y encuentras, en calles y plazoletas, muñecos y zapatos que cuelgan, cual pájaros electrocutados, de los cables de alta tensión. Es un aviso, una premonición que acompañará a aquel que hasta allá se acerque con el ánimo animándole a cometer un crimen, de cualquier tipo.

Sí, en Bolivia se ejerce la justicia comunitaria. Y afuera, en los políticamente correctos territorios del € y el desperdicio, se echan las manos a la cabeza ante tales muestras de salvajismo. Si preguntas, aquí, te contestan: la policía es corrupta, los políticos, también, igual las instituciones, nadie va a hacer justicia, la haremos nosotros. Ni defiendo ni cuestiono: constato hechos, regreso a las escasas fotos tomadas en la jornada española de marchas por la dignidad, y pienso que, lenta pero inexorablemente, en España también, se comienza a instalar la justicia comunitaria... miro de nuevo la fotografía del policía herido: aún sonríe, enarbolando, dañado pero orgulloso, una flor de sangre ciudadana inundando de arritmia escarlata el latido férreo de su porra reglamentaria... al fin y al cabo, en Bolivia, para bien o para mal, algo aprendieron de España...


Veo un video, uno de esos que no esponsorizarán los mercados que esponsorizan la prensa multitudinaria, en que un bombero afirma: nuestro trabajo es acceder a una vivienda para ayudar al que está dentro no para echarlo a la calle.

Si me queda tiempo, intentaré indagar de dónde le llega, al boliviano, la costumbre de ejercer la justicia comunitaria. Pero ahora llueve, y la lluvia me desentiende de los problemas sociales. La lluvia humedece los campos y la memoria, y pienso en esa tormenta perfecta que, algún día, aquí o allá, venga a despedazar las calles, desordenando su cartografía de nombres bastardos y autos de lujo, imponiendo al adoquín una fertilidad de flor y cosecha de la que podamos beber sin tener que pagar a nadie por el agua que nos pertenece. Y recordaré ese Madrid en que cada vez que llovía descubría que los sueños están hechos de gotas de agua que imponen silencios de metáfora y besos de porvenir... porvenir: lo que está por venir... aquellos que se pretenden titiriteros de la opinión y el devenir social, verán si les conviene que ese porvenir venga preñado de justicia comunitaria.

Ya lo dijeron los U2, en memorable larga duración: Achtung, baby!

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De VISLUMBRES DE EL DORADO, 22/03/2014

Fotografía: Pablo Cerezal

Suspiro surrealista/Luis Buñuel (1982). Mon dernier soupir. Gémenos: Ramsay, 2006.


Mariano García
Estimulante y poco previsible, LB repasa su vida sin detenerse tanto en lo que uno espera, el cine, o su cine, sino en su visión del mundo, de los humanos y de los insectos. Ciertos aspectos machistas de su obra aparecen equilibrados aquí por una conmovedora página sobre la muerte de Lorca. Hay ideas muy atractivas (LB era un derroche de ideas, queda claro) como la de elaborar un guión donde las personas se comporten como arañas, o como abejas. Hay unas páginas apasionantes sobre el azar, “su hermano” el misterio y la imaginación, especie de tríada mágica para el creador. Lo que él llama los cuatro jinetes del apocalipsis: la superpoblación, la ciencia, la tecnología y la información (en cuya proliferación ve la fuente de toda angustia). Al final, con mucho humor, dice que le gustaría levantarse de la tumba cada cien años, leer el diario y volver a la tranquilidad del ataúd: ¡si se levantara ahora y viera a la gente con los telefonitos y escuchara un noticiero!! Sus consideraciones sobre la vejez son muy sensatas aunque no se puede evitar el escalofrío que produce la paulatina senectud en estos personajes. El lleva un “libro de los muertos” donde anota los nombres de sus amigos desaparecidos, los surrealistas con una x roja. Mientras tanto lee La vieillesse de Beauvoir, seguramente no la lectura más estimulante. Comenta otras lecturas como Historia de los heterodoxos españoles de Menéndez Pidal, que, junto con la lectura de La leyenda dorada (que conoció gracias a Lorca) de Santiago de la Vorágine (de este último salen el nombre de Viridiana y las tentaciones de Simón el estilita) constituye la base de su extraordinaria La voie lactée. Otro libro curioso es Peter Ibbetson de George du Maurier, libro que casualmente me había recomendado con énfasis César Aira (yo leí la despareja Trilby).
Hay muchas y muy apasionantes anécdotas sobre las primeras épocas del surrealismo. Para él, el mejor entre todos ellos, Benjamin Péret. Hay también algunas anécdotas terroríficas con Gala Eluard como protagonista. Y preciosas consideraciones sobre el sueño y la ensoñación.
“Dans une société organisée et hiérarchisée le sexe, qui ne respecte aucun barrière, aucune loi, peut à chaque instant devenir un facteur de désordre et un véritable danger.” (21)
“J’ai eu la chance de passer mon enfance au Moyen Age, cette époque “douloureuse et exquise”, comme l’écrivit Huysmans. Douloureuse dans sa vie matérielle. Exquise dans sa vie spirituelle. Juste le contraire d’aujourd’hui” (26)
“On dit que pendant le sommeil le cerveau se protège du monde extérieur, qu’il est beaucoup moins sensible aux bruits, aux odeurs, à la lumière. En revanche il semble qu’il soit bombardé de l’intérieur par un véritable orage de rêve qui déferle par vagues. Des miliards et des milliards d’images surgissent ainsi chaque nuit, pour se dissiper presque aussitôt, enveloppant la terre dans un manteau de rêves perdus. Tout, absolument tout, une nuit ou l’autre, a été imaginé par tel ou tel cerveau, et oublié.” (112)
“Pour parvenir à toute beauté, trois conditions me semblent toujours nécessaires: “espérance, lutte et conquête” (271)
“Steinbeck ne serait rien sans les canons américains. Et je mets dans le même sac Dos Passos et Hemingway. S’ils étaient nés au Paraguay ou en Turquie, qui les lirait? C’est la puissance d’un pays qui décide des grands écrivains.” (274)
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De MICROLECTURAS, 01/012/2014
Imagen: Retrato de Buñuel por Dalí, "con fondo que evoca adrede a Mantegna"

Ajolote / El monstruo acuático mexicano condenado a desaparecer


Paula Chouza/Daniela Barranco - México

"Los ojos del axolotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de mirar", escribe Julio Cortázar en un cuento sobre esta especie prehispánica, originaria de México y condenada ahora a desaparecer en las aguas del lago Xochimilco, al sur del Distrito Federal. El ajolote (del náhuatl axolotl) es en realidad una salamandra que nunca llega a convertirse en adulta y que tiene la fascinante capacidad de regenerar partes del cuerpo perdidas, como una pata. Los últimos estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México vaticinan que su extinción podría llegar antes de 2020. Una terrible noticia, además, porque  el ajolote "no es un animal", decía el escritor argentino. Según la mitología, los mexicas consideraban a este la reencarnación del dios Xólotl, quien fue castigado a vivir como un monstruo acuático tras haberse negado a sacrificar su vida en el fuego para que el sol y la luna giraran. Su presencia en los murales de Diego Rivera y en los escritos de Octavio Paz, ha hecho de ellos un símbolo de México.
El escritor Francisco Goldman lo define en una de sus novelas como un animal de “alegre cara extraterrestre y brazos y manos de mono albino”. Por su rostro, bien podría ser también el protagonista de una serie de dibujos animados, pero más allá de lo curioso de su aspecto, el ajolote vive una triste realidad: tiene los días contados. En el primer censo realizado en 1998 se encontraron en los canales 6.000 ejemplares por kilómetro cuadrado; en el 2003 la población bajó a 1.000 ejemplares por kilómetro cuadrado, y en el 2008 solo 100 ejemplares en el mismo perímetro, de acuerdo con la Academia Mexicana de Ciencias.
Con la intención de contribuir a la conservación del entorno, la Unesco proclamó las chinampas de Xochimilco (pequeños terrenos, antiguamente flotantes, donde se cultivan flores y verduras) Patrimonio de la Humanidad en 1987. El reconocimiento ha estado en peligro debido al deterioro provocado por el avance de la urbanización. La zona de los canales, además, es un área recreativa recorrida de forma masiva por trajineras turísticas.
Existen alrededor de 17 especies distintas y la disminución en la población se debe a la descarga de aguas residuales a los canales, la construcción de casas y la introducción de especies como la carpa y la tilapia que se comen a los ajolotes. “Las especies depredadoras fueron introducidas por el ser humano para pesca deportiva. Metiendo dos parejas es suficiente porque pueden poner unos 300 huevos aproximadamente. Los pobladores de la zona saben que no deben hacerlo, pero eso les permite que vayan turistas, lo que representa entrada de dinero”, asegura el biólogo Raúl Rivera Velázquez, de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM. El experto lleva seis años trabajando con estos animales. “Su piel es muy permeable, por lo que cualquier tóxico puede afectarles. Es por eso que ya no hay ejemplares en el lago de Xochimilco, porque las aguas han sido contaminadas”. En este sentido los ajolotes son muy delicados y cualquiera que trabaje con ellos debe guardar estrictas medidas de higiene: “Nuestra grasa, crema o residuos de comida en las manos pueden tapar sus poros y matarlos”, dice Jesús Correa, un joven de menos de 30 años que dirige el ajolotario La casita del axolotl, uno de los 20 centros dedicados a la reproducción del animal en el entorno de Xochimilco.
Además de la pérdida del ecosistema, con el agua contaminada, y de la introducción de especies depredadoras en las aguas, Correa considera que el cambio de actividad productiva en la zona ha contribuido al deterioro en Xochimilco. “Antes se cultivaban solo hortalizas con el lodo de los lagos. Ahora se siembran plantas ornamentales, pero con tierra de cerros, por lo que el lodo va aumentando. A la vez, se aplican químicos y pesticidas y estos se derraman a los canales matando a los animales”.

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erwin stephan otto/ taller de animación/ ©patronato del parque ecológico de xochimilco, a.c.

“Hay una contradicción entre el turismo, el crecimiento de habitantes en los alrededores de Xochimilco y el daño que todo esto provoca al medio”, afirma el director del parque ecológico, Erwin Stephan Otton, quien admite que no pueden dar una cifra exacta del número de ajolotes que quedan porque es difícil contabilizarlos.
“Hay muchos centros que se dedican a la reproducción del ajolote. La mayoría se encuentra en óptimas condiciones y retienen una cantidad grande”, explica Jesús Correa. “Se está implementando la creación de refugios dentro de las chinamperías. La solución pasa por recuperar los canales y crear mientras un hábitat seminatural para los ajolotes, que no vivan más en tanques encerrados. Ahora se busca sacar a la especie del peligro de extinción. Después ya se podrán autorizar los usos”.
Antiguamente el ajolote se empleaba en medicina para problemas respiratorios y desnutrición infantil, y también como alimento en algunos platos típicos de la gastronomía mexicana. “Ahora el comercio de ajolotes con estos fines está prohibido, por lo que su precio en el mercado negro ha aumentado: una pareja de dos años puede costar entre 2.000 y 2.500 pesos (entre 108 y 135 euros)”, afirma Correa.
El cuidador reconoce que una vez, cuando era niño, probó la carne del ajolote. Hoy comenta que no podría: “Uno les agarra cariño con el tiempo”. Como el hombre del cuento de Cortázar, que vive obsesionado tratando de averiguar qué sufrimiento acompañará a esta especie, Jesús Correa mira las peceras: “La verdad, no sé qué crean. Tal vez sí sean conscientes de que los tenemos aquí para preservarlos, porque son los últimos, o quizás piensen que solamente los retenemos por gusto”, reflexiona antes de terminar la entrevista. Ya lo decía Cortázar, los ajolotes no son animales.


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De DE OTROS MUNDOS, blog de Triunfo Arciniegas, 17/03/2014

Fotografía: Ajolote de Xochimilco