Mañana de brumas y veras, leyendo a Francisco Umbral en Un ser de lejanías, literatura autobiográfica más genuina y valiosa de lo que se pretende –tal vez por eso encabrona tanto a ratos–. País de los grandes desdenes este, del lapo y la burla chocarrera, de la trampa y el cartón. Molesta la diferencia, en todos los sentidos. Todos somos seres de lejanías a nada que cerremos los ojos y la boca. «Hay días en que los muertos andan entremezclados con los vivos», dice, y resulta cierto a nada que te quedes quieto y mires en esa oscuridad que anda por los rincones. Nitideces de la duermevela febril. A cierta edad... Umbral, a quien leo, pero releo, catorce años después, Madrid, 2001, otra vida, que se deshace en jirones, Umbral, digo, se me va el santo al cielo, citó a Chillida donde este dice: «No me preocupa la vejez sino que se me olviden las cosas». Sí, cierto, eso mete miedo, esa niebla y esa nieve, y el silencio que va con ellas, las cosas que se pierden, se ocultan, desaparecen, ese es el silencio del miedo que no es silencio genuino, sino otra clase de ruido, más sordo, más persistente, un zumbido.
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De VIVIRDEBUENAGANA, blog del autor, 17/01/2015
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