“Bolivia en los ojos del mundo” repetía otra vez el titular de televisión el lunes por la tarde, en ocasión de la clausura de la II Cumbre Mundial sobre Cambio Climático efectuada con todo colorido este fin de semana en la localidad de Tiquipaya, bucólica Capital de las Flores a pocos kilómetros del centro cochabambino. Más tarde, por la noche busqué repercusiones en algunos medios digitales internacionales con cierta fama de imparciales y no había ni un solo titular que hiciera mención a tan importante reunión de guerreros ecologistas, ni siquiera en la sección de “Latinoamérica”. Así de relevante había sido esta segunda convocatoria de ecosocialistas, expertos en calentones planetarios y ramas anexas.
En el año 2010 se inauguró a todo trapo (ponchos, banderas, aguayos y alfombra roja) el mismo concilio extravagante de indignados por la Madre Tierra y ¿de qué ha servido?, ¿sus conclusiones tuvieron algún efecto en la comunidad mundial?, ¿por qué Bolivia otra vez como anfitriona? Es que el prestigio es tal, argumentan algunos pájaros bobos, que nuestro país se ha convertido en el epicentro de “acontecimientos que están cambiando el mundo”, acompañado de una vibrante fama de lujosos anfitriones, dispuestos a satisfacer cualquier capricho de los visitantes y a colmarlos de suvenires indigenistas que la diplomacia plurinacional encarga con fondos públicos. Millones le ha costado al erario nacional esta nueva exposición de trajes típicos, bailes costumbristas y guirnaldas floridas en nombre del cambio climático. Grandes llamamientos a ahorrar energía mientras se montan enormes parafernalias para recibir a los selectos invitados. Tampoco es barato movilizar al numeroso rebaño de delegados locales y extranjeros; sedientos, sudorosos y hambrientos cada jornada. Ni sale gratis acarrear a los miles de policías, reclutas militares y demás personal de apoyo.
Una solemne payasada que se inauguró con la llegada del capo surcoreano de la ONU, que a tiempo de recibir los honores del regimiento de la Escolta Presidencial, gritó el mantra que había ensayado durante el vuelo: “Patria o muerte”, con voz chillona que pareció despertar de su soponcio a los molles del aeropuerto. Azotado el valle estas últimas semanas por un calor infernal, el ilustre tonto útil de Naciones Unidas habrá tenido que recurrir al aire acondicionado para pernoctar en su suite presidencial; al día siguiente fue llevado al campo para ayudar a cortar la cinta inaugural de otra obra del Evo Cumple; luego desapareció de escena porque el mundo real y en guerra requería que abriera grandemente los ojos.
La sede de la cumbre parecía una inmensa colmena. Mesas de trabajo aquí y allá con arreglos florales y credenciales variopintas; se discutía el destino del planeta, mientras en el norte desarrollado la vida normal seguía su curso. Tres días de infatigable conversatorio en todas las lenguas de esta mini Babel de ponchos, sombreros tipo colonial, melenas hippies y barbas a lo vagabundo; al final de tanta palabrería sólo dejaron en claro una luminosa propuesta. Desde el centro del continente nacerían las bases para conformar un tribunal ecológico para castigar a todos aquellos países contaminadores y depredadores de la santa naturaleza. Oficialmente se ponía la primera piedra para crear la Corte Internacional de Justicia de la Madre Tierra. Al Gore y su fundación ya podían preocuparse por el brote repentino de competidores.
Para cerrar el jolgorio con broche de oro, arribaron a última hora los otros dos payasos mayores que faltaban para conformar la trilogía verdolaga antiimperialista. Rafael Correa, recordando sus tiempos de escolar, nos ilustró que cierto pingüino que es el único que visita las islas Galápagos estaba en riesgo de desaparecer; por poco no dijo que el volcán que azota a su país era una venganza de la Pachamama; pero también se encargó de matizar que si en Europa un presidente era reelecto por tres o cuatro periodos era considerado un líder, un buen gobernante, y si sucedía lo mismo en Latinoamérica se lo tildaba de autoritario o déspota. Ah, incomprensible miseria moral de los poderosos que no comprendían la humilde vocación de servicio y entrega de sus pares al otro lado del charco. Nicolás Maduro llegó para adornar la testera con su corpacho de hombros decaídos y apenas abrió la boca para atizar contra el imperialismo y demás enemigos de su revolución. En segunda fila -casi como convidados de piedra-, un rostro desconocido en estos lares que anunciaron como el alcalde de Bogotá, y un arrugado Pérez Esquivel que parece que estaba chocheando al rebatir en su parca intervención la teoría del canciller esotérico que había afirmado que las “reservas forestales eran inventos de los gringos”.
Mientras se colaban los últimos rayos de sol en el coliseo más grande del país, bautizado expresamente como Evo Morales; al ritmo de un grupo folclórico, los 4 fantásticos (Evo, García Linera, Correa y Maduro) pusieron a prueba la resistencia de la tarima zapateando un tinku como sus orejas mejor les aconsejaban. El eje de la Tierra tembló.
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Ya en serio. En diciembre próximo, la ONU discutirá prácticamente sobre lo mismo en la romántica ciudad de París, para actualizar el Protocolo de Kioto, se asegura. Hasta entonces, este esplendoroso decálogo han metido subrepticiamente en la maleta del canciller francés para que los anfitriones se vayan inspirando.
Decálogo para salvar a la Madre Tierra
1.- Adopción de un nuevo modelo civilizatorio en el mundo sin consumismo, sin guerra y sin mercantilismo, un mundo sin capitalismo, construyendo y consolidando un orden mundial para vivir bien.
2.- Construcción de un sistema climático basado en la responsabilidad con la Madre Tierra y la cultura de la vida para la realización plena de la humanidad en su desarrollo integral.
3.- Protección de los derechos de la Madre Tierra de forma articulada y complementaria con los derechos de los pueblos a su desarrollo integral.
4.- Defensa de los bienes comunes universales, como son los mares, océanos, el agua, el espacio atmosférico y el monopolio tecnológico, promoviendo el acceso de los pueblos al patrimonio común.
5.- Eliminación de las patentes de las tecnologías y reconocimiento del derecho humano a la ciencia y a la tecnología de la vida.
6.- Implementación efectiva por parte de los gobiernos en el mundo para que el agua sea un derecho humano.
7.- La constitución de un tribunal internacional de justicia climática para que facilite que los países cumplan con sus compromisos internacionales con el cambio climático en un contexto de respeto de los derechos de los pueblos y de la Madre Tierra.
8.- Destinar los recursos de la maquinaria militar de las potencias imperiales y promotores de la guerra para financiar las acciones de los pueblos contra el cambio climático.
9.- Erradicación de la mercantilización de la naturaleza y los mercados de carbono que promueven millonarios negocios climáticos y no resuelven problemas de la crisis climática.
10.- Descolonizar los recursos naturales, de visiones coloniales ambientales sesgadas, que ven a los pueblos del Sur como guardabosques de los países del Norte y a las comunidades como enemigo de la naturaleza.
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De EL PERRO ROJO, blog del autor, 13/10/2015
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