Thursday, July 28, 2022

La mitología en Ramuz : seres fantásticos, cuentos y leyendas


MONTSERRAT LÓPEZ MUJICA

 

La obra de Ramuz, cercana en un principio a la corriente realista, se torna después hacia lo místico, rozando a menudo lo fantástico, antes de alcanzar su plenitud con los relatos de la montaña. Lo fantástico en su obra se manifiesta entonces a través de cuentos y leyendas repletas de seres fantásticos y extraños personajes. La mayor parte de estas leyendas tienen pues como decorado la montaña. Recordemos que a lo largo de la historia, ésta ha representado siempre una imagen de caos y de muerte, un entorno de ruina y de desolación, un sentimiento de terror. Lo cierto es que, en Europa, son escasos los entornos naturales capaces de alimentar la imaginación de sus habitantes o la de otros observadores externos, como lo han hecho durante siglos las montañas de los Alpes -considerados lugares hostiles y repulsivos en la Edad Media, o morada de seres fantásticos y espíritus maléficos. Para el profano, la montaña era una trampa y una fascinación. Pobre del que se aventurase entre los caminos de nieve, solo, sin guía o sin equipo. Pues, a menudo, detrás de una roca, un espíritu maligno esperaba al viajero; un monstruo oculto le acechaba en el fondo de una caverna; o incluso un dragón le amenazaba con su fuego. La montaña estará siempre íntimamente ligada a los ritos y a las creencias del hombre. Sobre este aspecto, no se ha percibido evolución alguna desde entonces. Aunque el Romanticismo transformó estos miedos en fondos de comercio, gracias a la atracción ejercida por las montañas, las catástrofes naturales continúan hoy en día atemorizando a poblaciones enteras y amenazando los asentamientos humanos.

 

Entre los seres fantásticos que podemos destacar en la obra de Ramuz encontramos “les ouines”, una especie de animal parecido a un cerdito que se divierte asustando a los hombres de la montaña con sus chillidos: "C’est une bête qui se plait à faire peur à l’homme et à le poursuivre ; elle n’est pas comme les autres bêtes qu’on peut attraper vivantes ou tuer ; elle se fond dans l’air quand on veut mettre la main dessus". Otras veces son simplemente espíritus que viven en la montaña y se desplazan y visitan a los hombres en sus propias moradas: "… car il y a beaucoup d’Esprits à la montagne, qui habitent les grottes, et les endroits où on ne peut pas aller, et dans les forêts ; ils descendent parfois vers les hommes, se plaisant à les tourmenter…". Salen aprovechando las noches de tormenta, para confundirse con los sonidos que emite el viento:

 

Ils disent qu’alors aussi les mauvais esprits sortent, et ils rampent autour des maisons des hommes, et ils parlent avec le vent. Et peut-être le cri du vent, c’est leur cri, et le toit secoué, c’est eux qui le secouent ; et ce souffle aux fentes du mur, il sort de leurs bouches ouvertes .

 

Este tipo de “mitología campesina” se fomenta y se transmite de generación en generación gracias a una cultura oral. Durante las frías y largas tardes de invierno, cuando el trabajo no abunda, los campesinos suelen reunirse en pequeños grupos en las casas más grandes para realizar juntos las vigilias alrededor del hogar. Las tardes noches se hacen así más llevaderas. Estas veladas proporcionan la atmósfera ideal para contar las historias y leyendas más sorprendentes.

Lo sobrenatural o fantástico aparece a menudo, aunque Ramuz tiende a esconder estos efectos extraordinarios tras el azar o la casualidad. Nadie duda que en Le Règne de l'esprit malin, Branchu, por ejemplo, posee ciertos dones excepcionales: “Il s’approcha de la fenêtre, il n’eut qu’à lever la main: un nuage noir parut, un coup de tonerre se fit entendre”. Cuando anuncia su nombre, por ejemplo, dice: “Branchu, comme qui dirait Cornu…”. Es cierto que el diablo tradicionalmente se representa como una figura con cuernos, pero el personaje de Ramuz no aparece así, el patronimio es bastante usual en Suiza y podemos considerar que el comentario es simplemente una broma. Igualmente, el letrero que muestra en su tienda es de color azul, el color del cielo, pero el mismo personaje añade: "J'aurais peut-être mieux fait de peindre le fond en rouge… Couleur de flamme, c'est ma couleur". Los indicios que tienden a establecer la identidad de Branchu con un personaje diabólico están presentes en el texto. Lo mismo ocurre con los signos que prueban el poder maléfico del intruso.

 

Ramuz aprovecha la leyenda en varias de sus obras: DerborenceFarinet e incluso Si le soleil ne revenait pas. Los orígenes de las leyendas pueden ser muy diversos. Antes de que las montañas se convirtiesen en objetos de estudio o de disfrute, las cumbres más altas se rodeaban de misterio. Las montañas podían ser despiadadas, por eso los hombres se inventaban todo tipo de historias fantásticas que conocían gracias a esta sabiduría popular: “Les vieux chez nous en parlaient de leur temps. Et ils étaient tout petits encore qu’ils entendaient déjà les vieux en parler...”. Los lugareños las creían habitadas por espíritus, incluso a veces por el mismo Demonio. Este es el origen del nombre dado al macizo de los Diablerets, que sirve de frontera a los cantones de Vaud y de Valais. El Diablo se aburre y juega a los bolos (de aquí proviene el nombre dado al espolón rocoso: la quille du diable). Pero yerra su blanco... y se produce la catástrofe: los gruesos bolos ruedan hacia el glaciar y recubren el valle, aprisionando a los hombres y a los animales.

 

La realidad, por supuesto es otra. Dos mortales y aterradores desprendimientos tuvieron lugar en 1714 y en 1749. Cincuenta millones de metros cúbicos de materiales, esparcidos en una superficie de cinco kilómetros, englutieron una centena de chalets. Los inmensos bloques de piedra están todavía allí, testigos de la catástofre, diseminados en el alpage, como si quisieran advertir con su presencia del peligro que acecha la montaña. Y es que las gentes del lugar continúan observándola con reticencia, una mezcla de prudencia temerosa y profundo respeto. Continúa siendo una zona peligrosa, que hay que respetar. Prueba de ello es que la carretera permanece cerrada desde finales de octubre hasta principios de mayo, y nadie se atreve a subir cuando se avecina tormenta.

 

Si estas historias se han mantenido vivas durante todos estos años, es porque de alguna forma encierran un significado, tienen una razón de existir. Lo fantástico en este caso sirve para advertir. Como decía el escritor vaudois, la montaña, “c'est beau, mais c'est méchant”. A veces incluso despiadada. Y de esto, se acuerdan los más sabios, aunque hayan pasado dos siglos desde entonces. Derborence se ha convertido en un espacio protegido gracias a su bosque original de abetos blancos único en Suiza. Derborence acoge en la actualidad a multitud de turistas. Este valle, tan bien descrito por Ramuz y filmado por Francis Reusser, es conocido en el mundo entero.

 

Para mantener viva una leyenda Ramuz utiliza además personajes claves, misteriosos e incluso casi fantasmagóricos. En la novela Derborence : el viejo Plan es un pastor que guarda su rebaño en los altos barrancos de la Derbonère. Vive sólo y aparece únicamente para anunciar las desgracias que están a punto de acontecer. Para este personaje todo es obra del Diablo que vive en la montaña y previene a los aldeanos para que no se adentren en ella advirtiéndoles: “- N’allez pas plus loin! [...] D...I... A... Vous comprennez? ”

 

Las gentes del pueblo creen lo que el viejo Plan cuenta respecto a las almas en pena que viven en la montaña : "- Oh ! c’est qu’il sait des choses, Plan, disait Thérèse, et puis il est vieux. Eh bien, il dit qu’il les entend la nuit. Parce qu’ils sont en vie et ne sont plus en vie; ils sont encore sur la terre et ils ne sont plus de la terre".

 

A estas creencias, se suma la fuerte influencia que ejerce la religión sobre estos personajes. Se protegen en su fe y a ella acuden cuando no tienen respuestas que dar a los acontecimientos que se producen: "Plan dit qu’il n’est pas vrai… Oui, que c’est une âme. Oui, qu’on le voit, mais qu’il n’est pas comme nous, qu’il n’a point de corps… Et qu’il est venu pour nous attirer, parce qu’ils sont malheureux et jaloux de nous et ils s’ennuient sous les pierres…".

 

En muchas de las novelas de Ramuz, los mitos y el Apocalipsis se unen. Como en Les Signes parmi nous, donde se aborda el tema del fin de los tiempos. A través de la figura de Caille, un vendedor ambulante de folletos religiosos, Ramuz nos explica los signos de un cercano e inminente Apocalipsis. Detectar las señales inscritas en lo visible, descifrar su significado más profundo, escondido, es el objetivo de estas obras. En La Grande peur dans la montagne, la originalidad y puesta en escena de la catástrofe son fascinantes. La geografía mágica y la estrategia de la narración van de la mano en esta obra y nos transportan muy lejos, hasta el interior del hombre. El personaje principal, Joseph, se enfrenta contra fuerzas sobrenaturales que le hacen derivar progresivamente a un universo onírico, fantástico, incluso fantasmagórico. De hecho, el final de la novela, al menos en la edición original, puede hacernos pensar que se trata también de una leyenda.

 

Y es que estos hombres y mujeres, tan libres respecto a las relaciones que mantienen con los demás, se encuentran sin embargo abandonados a fuerzas que les dominan : las fuerzas de la naturaleza y las sobrenaturales. Son creyentes porque ven que la divinidad está presente en todos los fenómenos que les rodean, haciendo germinar el grano, crecer la hierba, abandonando a veces al hombre frente a la enfermedad y otras, castigándolo con la muerte. Por ello se encomiendan a Dios, amándolo y respetándolo. Y le construyen iglesias y capillas para calmar su cólera. Sin su protección se encuentran expuestos a todo tipo de catástrofes: enfermedades, inundaciones, sequías, sufrimientos ; no sólo ellos, sino también sus familias, sus rebaños, todos sus bienes. El lado fantástico de estas leyendas parece servir para advertir de generación en generación que hay que dejar la montaña tranquila en su territorio. Cada uno en su lugar, dentro de un orden ya establecido. Ramuz se lamenta de que los hombres son demasiado soberbios y de que han perdido el respeto a todo. Se acercan hasta lo más alto de la montaña y con gran codicia escupen en sus manos nerviosos por lo que van a obtener a cambio. Y el mundo parece resquebrajarse. Si era liso, ahora está lleno de fisuras. Si parecía dormir, ahora amenaza con despertarse...

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Del blog ECOCRITICISMO, 03/03/2011

Imagen: Charles Ferdinand Ramuz

 

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