MONTSERRAT LÓPEZ MUJICA
La obra de
Ramuz, cercana en un principio a la corriente realista, se torna después hacia
lo místico, rozando a menudo lo fantástico, antes de alcanzar su plenitud con
los relatos de la montaña. Lo fantástico en su obra se manifiesta entonces a
través de cuentos y leyendas repletas de seres fantásticos y extraños
personajes. La mayor parte de estas leyendas tienen pues como decorado la
montaña. Recordemos que a lo largo de la historia, ésta ha representado siempre
una imagen de caos y de muerte, un entorno de ruina y de desolación, un
sentimiento de terror. Lo cierto es que, en Europa, son escasos los entornos naturales
capaces de alimentar la imaginación de sus habitantes o la de otros
observadores externos, como lo han hecho durante siglos las montañas de los
Alpes -considerados lugares hostiles y repulsivos en la Edad Media, o morada de
seres fantásticos y espíritus maléficos. Para el profano, la montaña era una
trampa y una fascinación. Pobre del que se aventurase entre los caminos de
nieve, solo, sin guía o sin equipo. Pues, a menudo, detrás de una roca, un
espíritu maligno esperaba al viajero; un monstruo oculto le acechaba en el
fondo de una caverna; o incluso un dragón le amenazaba con su fuego. La montaña
estará siempre íntimamente ligada a los ritos y a las creencias del hombre.
Sobre este aspecto, no se ha percibido evolución alguna desde entonces. Aunque
el Romanticismo transformó estos miedos en fondos de comercio, gracias a la
atracción ejercida por las montañas, las catástrofes naturales continúan hoy en
día atemorizando a poblaciones enteras y amenazando los asentamientos humanos.
Entre los
seres fantásticos que podemos destacar en la obra de Ramuz encontramos “les
ouines”, una especie de animal parecido a un cerdito que se divierte asustando
a los hombres de la montaña con sus chillidos: "C’est une bête qui se
plait à faire peur à l’homme et à le poursuivre ; elle n’est pas comme les
autres bêtes qu’on peut attraper vivantes ou tuer ; elle se fond dans l’air
quand on veut mettre la main dessus". Otras veces son simplemente
espíritus que viven en la montaña y se desplazan y visitan a los hombres en sus
propias moradas: "… car il y a beaucoup d’Esprits à la montagne, qui
habitent les grottes, et les endroits où on ne peut pas aller, et dans les
forêts ; ils descendent parfois vers les hommes, se plaisant à les
tourmenter…". Salen aprovechando las noches de tormenta, para confundirse
con los sonidos que emite el viento:
Ils disent qu’alors aussi les mauvais esprits sortent, et
ils rampent autour des maisons des hommes, et ils parlent avec le vent. Et
peut-être le cri du vent, c’est leur cri, et le toit secoué, c’est eux qui le
secouent ; et ce souffle aux fentes du mur, il sort de leurs bouches ouvertes .
Este tipo
de “mitología campesina” se fomenta y se transmite de generación en generación
gracias a una cultura oral. Durante las frías y largas tardes de invierno,
cuando el trabajo no abunda, los campesinos suelen reunirse en pequeños grupos
en las casas más grandes para realizar juntos las vigilias alrededor del hogar.
Las tardes noches se hacen así más llevaderas. Estas veladas proporcionan la
atmósfera ideal para contar las historias y leyendas más sorprendentes.
Lo
sobrenatural o fantástico aparece a menudo, aunque Ramuz tiende a esconder
estos efectos extraordinarios tras el azar o la casualidad. Nadie duda que
en Le Règne de l'esprit malin, Branchu, por ejemplo, posee ciertos
dones excepcionales: “Il s’approcha de la fenêtre, il n’eut qu’à lever la main:
un nuage noir parut, un coup de tonerre se fit entendre”. Cuando anuncia su
nombre, por ejemplo, dice: “Branchu, comme qui dirait Cornu…”. Es cierto que el
diablo tradicionalmente se representa como una figura con cuernos, pero el
personaje de Ramuz no aparece así, el patronimio es bastante usual en Suiza y
podemos considerar que el comentario es simplemente una broma. Igualmente, el
letrero que muestra en su tienda es de color azul, el color del cielo, pero el
mismo personaje añade: "J'aurais peut-être mieux fait de peindre le fond
en rouge… Couleur de flamme, c'est ma couleur". Los indicios que tienden a
establecer la identidad de Branchu con un personaje diabólico están presentes
en el texto. Lo mismo ocurre con los signos que prueban el poder maléfico del
intruso.
Ramuz
aprovecha la leyenda en varias de sus obras: Derborence, Farinet e
incluso Si le soleil ne revenait pas. Los orígenes de las leyendas
pueden ser muy diversos. Antes de que las montañas se convirtiesen en objetos
de estudio o de disfrute, las cumbres más altas se rodeaban de misterio. Las
montañas podían ser despiadadas, por eso los hombres se inventaban todo tipo de
historias fantásticas que conocían gracias a esta sabiduría popular: “Les vieux
chez nous en parlaient de leur temps. Et ils étaient tout petits encore qu’ils
entendaient déjà les vieux en parler...”. Los lugareños las creían habitadas
por espíritus, incluso a veces por el mismo Demonio. Este es el origen del
nombre dado al macizo de los Diablerets, que sirve de frontera a los cantones
de Vaud y de Valais. El Diablo se aburre y juega a los bolos (de aquí proviene
el nombre dado al espolón rocoso: la quille du diable). Pero yerra su blanco...
y se produce la catástrofe: los gruesos bolos ruedan hacia el glaciar y
recubren el valle, aprisionando a los hombres y a los animales.
La
realidad, por supuesto es otra. Dos mortales y aterradores desprendimientos
tuvieron lugar en 1714 y en 1749. Cincuenta millones de metros cúbicos de
materiales, esparcidos en una superficie de cinco kilómetros, englutieron una centena
de chalets. Los inmensos bloques de piedra están todavía allí, testigos de la
catástofre, diseminados en el alpage, como si quisieran advertir con su
presencia del peligro que acecha la montaña. Y es que las gentes del lugar
continúan observándola con reticencia, una mezcla de prudencia temerosa y
profundo respeto. Continúa siendo una zona peligrosa, que hay que respetar.
Prueba de ello es que la carretera permanece cerrada desde finales de octubre
hasta principios de mayo, y nadie se atreve a subir cuando se avecina tormenta.
Si estas
historias se han mantenido vivas durante todos estos años, es porque de alguna
forma encierran un significado, tienen una razón de existir. Lo fantástico en
este caso sirve para advertir. Como decía el escritor vaudois, la montaña,
“c'est beau, mais c'est méchant”. A veces incluso despiadada. Y de esto, se
acuerdan los más sabios, aunque hayan pasado dos siglos desde entonces.
Derborence se ha convertido en un espacio protegido gracias a su bosque
original de abetos blancos único en Suiza. Derborence acoge en la actualidad a
multitud de turistas. Este valle, tan bien descrito por Ramuz y filmado por
Francis Reusser, es conocido en el mundo entero.
Para
mantener viva una leyenda Ramuz utiliza además personajes claves, misteriosos e
incluso casi fantasmagóricos. En la novela Derborence : el viejo Plan es un
pastor que guarda su rebaño en los altos barrancos de la Derbonère. Vive sólo y
aparece únicamente para anunciar las desgracias que están a punto de acontecer.
Para este personaje todo es obra del Diablo que vive en la montaña y previene a
los aldeanos para que no se adentren en ella advirtiéndoles: “- N’allez pas
plus loin! [...] D...I... A... Vous comprennez? ”
Las gentes
del pueblo creen lo que el viejo Plan cuenta respecto a las almas en pena que
viven en la montaña : "- Oh ! c’est qu’il sait des choses, Plan, disait
Thérèse, et puis il est vieux. Eh bien, il dit qu’il les entend la nuit. Parce
qu’ils sont en vie et ne sont plus en vie; ils sont encore sur la terre et ils
ne sont plus de la terre".
A estas
creencias, se suma la fuerte influencia que ejerce la religión sobre estos
personajes. Se protegen en su fe y a ella acuden cuando no tienen respuestas
que dar a los acontecimientos que se producen: "Plan dit qu’il n’est pas
vrai… Oui, que c’est une âme. Oui, qu’on le voit, mais qu’il n’est pas comme
nous, qu’il n’a point de corps… Et qu’il est venu pour nous attirer, parce
qu’ils sont malheureux et jaloux de nous et ils s’ennuient sous les
pierres…".
En muchas
de las novelas de Ramuz, los mitos y el Apocalipsis se unen. Como en Les Signes
parmi nous, donde se aborda el tema del fin de los tiempos. A través de la
figura de Caille, un vendedor ambulante de folletos religiosos, Ramuz nos
explica los signos de un cercano e inminente Apocalipsis. Detectar las señales
inscritas en lo visible, descifrar su significado más profundo, escondido, es
el objetivo de estas obras. En La Grande peur dans la montagne, la originalidad
y puesta en escena de la catástrofe son fascinantes. La geografía mágica y la
estrategia de la narración van de la mano en esta obra y nos transportan muy
lejos, hasta el interior del hombre. El personaje principal, Joseph, se
enfrenta contra fuerzas sobrenaturales que le hacen derivar progresivamente a
un universo onírico, fantástico, incluso fantasmagórico. De hecho, el final de
la novela, al menos en la edición original, puede hacernos pensar que se trata
también de una leyenda.
Y es que
estos hombres y mujeres, tan libres respecto a las relaciones que mantienen con
los demás, se encuentran sin embargo abandonados a fuerzas que les dominan :
las fuerzas de la naturaleza y las sobrenaturales. Son creyentes porque ven que
la divinidad está presente en todos los fenómenos que les rodean, haciendo
germinar el grano, crecer la hierba, abandonando a veces al hombre frente a la
enfermedad y otras, castigándolo con la muerte. Por ello se encomiendan a Dios,
amándolo y respetándolo. Y le construyen iglesias y capillas para calmar su
cólera. Sin su protección se encuentran expuestos a todo tipo de catástrofes:
enfermedades, inundaciones, sequías, sufrimientos ; no sólo ellos, sino también
sus familias, sus rebaños, todos sus bienes. El lado fantástico de estas
leyendas parece servir para advertir de generación en generación que hay que
dejar la montaña tranquila en su territorio. Cada uno en su lugar, dentro de un
orden ya establecido. Ramuz se lamenta de que los hombres son demasiado
soberbios y de que han perdido el respeto a todo. Se acercan hasta lo más alto
de la montaña y con gran codicia escupen en sus manos nerviosos por lo que van
a obtener a cambio. Y el mundo parece resquebrajarse. Si era liso, ahora está
lleno de fisuras. Si parecía dormir, ahora amenaza con despertarse...
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Del blog ECOCRITICISMO, 03/03/2011
Imagen: Charles Ferdinand Ramuz
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