Cuando escribo
una reseña, la mayoría de las veces soy injusto. Por no decir todas
las veces. Tenía pensado comenzar este texto sobre el abrumador último libro de Pablo
Cerezal hablando de la prosa espontánea de Kerouac. A partir de ahí,
como siempre, acabaría goteando una galería de nombres de autores que servirían
de comparación o guía ante el posible lector que desee saber a qué aferrarse al
sumergirse en el océano de letras urgentes de Breve historia del circo.
Ya digo; sería injusto hacer esto, siempre lo es, pero se me antoja que en el
caso de alguien como Cerezal que se ha forjado a tinta y fuego y sudor una voz
tan propia como necesaria, esa injusticia sería aún mayor.
Porque considero
honestamente que con Breve historia del circo el autor ya ha
traspasado la frontera (obtenido el estatus, si se quiere) de quienes no
necesitan nombres tutoriales ni etiquetas sobre las que cobijar o disculpar su
literatura. Pablo Cerezal es Pablo Cerezal, es decir, uno de los mejores
autores vivos de este país por más que este país se empeñe en empañar
suplementos dominicales y listas de ventas con los mismísimos mismos, con
estandartes de la caspa, la sopa y el bostezo literario instaurado. Al que
quiera ver endogamia en esta afirmación le insto sencillamente a que lea.
Breve historia
del circo, bella y
exquisitamente publicado por Chamán Ediciones, editorial albaceteña de excelso
trabajo, es un acto de amor. Un acto de amor puro y descarnado que ha tomado la
forma de un libro. El autor se desnuda (a veces incluso literalmente) para
ofrecer un canto de amor a la literatura, al circo, a los niños arropados tan
solo por el hambre y la calle que le llevaron a Cochabamba, a esta ciudad y su
Madrid natal (amor-odio, claro está, como cada ciudadano a cada ciudad) a su
gato y a varias cosas más. Pero sobre todo amor inmenso por su pareja y su
hijo. Nadie crea por esto que no hallará crudeza y barro entre las palabras
tejidas con esmerado arte artesano por el autor. Nadie espere de este acto de
amor arco iris chorreando como lágrimas de un tuitero adolescente.
Pablo Cerezal afirma escribir con "carencia
de sentido" sin un objetivo concreto o desviándose completamente de él,
regresando a veces, otras no, sabedor de que el viaje es lo que vale la pena.
Tanto para el que escribe como para el que lee. Saber esto abruma todavía más
cuando uno, que en alguna ocasión se miente poeta, asiste en éxtasis al éxtasis
de vértigo esmerado de las letras del autor. Pablo Cerezal es el artista
equilibrista de la palabra, el virtuosismo del verbo despojado de pose afectada. Porque
lo real, por sucio, no quita lo elegante. En cierta ocasión afirmé que Cerezal
es el poeta que escribe en prosa, en Breve historia del circo el
escritor nos brinda tanto su prosa, como sus versos, como sus fotografías. Y
uno ya no sabe. Porque la prosa de Cerezal, ya digo instantánea, febril y
sublime, se torna poesía y sus poemas son la instantánea de la vida ocurriendo
aquí y ahora, capturando cada instante del alma, y sus instantáneas son la
poesía cruda y bella de la ciudad en un pasado que entonces era futuro y
para siempre es aquí y ahora.
Como dije antes, Breve
historia del circo es un absoluto y puro acto de amor, también hacia
el lector. También es un libro terriblemente adictivo. Queda pues dejarse caer
en su dulce trampa y acabar, como yo, amando a Pablo Cerezal.
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De LA GALLA
CIENCIA, 12/06/2017
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