Esto y casi todo
lo que escribo son meras secuencias mentales, a lo Joyce, pues antes y después
mi mente sigue elucubrando de una forma similar. Amando y maldiciendo.
Sorprendiéndose, viviendo su propia guerra mundial de trincheras, su ilusión de
paraíso laico. Bomba nuclear y gota de rocío. Inevitabilidad narrativa plasmada
gracias a los minutos escamoteados al canibalismo de la vida cotidiana. Alguna
vez le dije a Claudio Rodríguez que lo que necesitábamos los escritores era un
transcriptor de pensamiento. De esa forma escribiríamos al menos una novela
diaria, o dos, y hasta tres, si es que la ansiedad nos está devorando vivos. La
vida es un cuadrilátero de boxeo. A veces no escucho la campana para reactivar
la contienda, o para irme al descanso, y sigo lanzando golpes al vacío. A veces
los golpes me dejan ciego, tumbado, viendo nubes, desde donde se asoman robles
vestidos de otoño, amarillos intensos, variedad de marrones, grises blancuzcos
de álamos oscilantes, castaños rojizos de liquidámbares desvaneciéndose hoja
tras hoja.
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 12/06/2017
Gracias, querido amigo.
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