JORGE MUZAM
Durante las horas
de sol naciente suelo sentirme como un poderoso dios griego, rencoroso y
pendenciero, que aceita arcabuces y prepara meriendas con nabos mientras
dialoga de igual a igual con Melville. La creatividad chisporrotea como un leño
de eucalipto.
Luego, cuando el
sol no alarga las sombras, todo parece real y la imaginación se siente
avergonzada, desnuda e inútil.
Empieza otra
tarde. Es un sábado sin fiebre, sin viento, con albaricoques florecidos
estáticos y abejorros indiferentes. San Carlos huele a humo de hualle. San
Carlos fue el Dublín de mi adolescencia, una ciudad que amé y aborrecí con
la misma fuerza. Hasta ahora las calles no se han acordado de mí ni yo he
querido acordarme de ellas. Ya vendrán tiempos de reconciliación.
Imagen: Ljubodrag Andric
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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor), 02/06/2016
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