JORGE MUZAM
Esta vez fueron
los tordos que se comieron las cerezas rosadas, las primeras en madurar. Se
trenzaban en aletazos y trinos groseros con otros pájaros, pero ellos
terminaban ganando en número. Parecían un ofuscado parlamento surcoreano en
medio del ramaje.
Noviembre es la
adolescencia de las estaciones sureñas. Lirios y rosas florecen al unísono
cubriendo el valle de rojos, amarillos y blancos. Las mañanas frías han quedado
en el recuerdo y hoy es posible salir a trotar por la carretera aspirando la
mezcolanza primaveral. Los perros feroces andan de buen humor y hasta mueven
sus colas desde el otro lado de las rejas. Sol tempranero, de siete de la
mañana, mate bajo el parrón, Mozart y Schubert en voz baja, raudas camionetas
hacia los camping del río Ñuble, lecturas del desayuno, Walter Benjamin, Dirección
única (lo acabo de descubrir en el archivo digital), vagabundeos
reflexivos tan asertivos como implacables, el sueño de atrapar una época a
través del escrutinio de los detalles. No lo logró completamente. Tuvo una mala
noche en Portbou. Puede que hoy tampoco lo hubiese logrado, y sin probable
suicidio, sin agentes misteriosos socavando su vida, sino tan solo por el
desgaste natural de una voz lúcida ante un mundo sordo e idiotizado.
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 06/2017
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