Estaba en su
cenit el verano cuando Pedro Llanes me dijo que trabajaba en un poemario algo
patético. Hablaba con picardía, como asumiendo que, puesto en función de una
estética determinada, el patetismo recupera una cualidad importante. Ese
poemario, por lo que sé, continúa inédito, pero la aseveración del poeta nos
advierte sobre la amplitud de registros que algunos estilos admiten.
Lo peor es que cuando me trajo de regalo "Poemas nocturnos para L" (editorial Capiro, 2010), lo dejé sobre el librero y allí se quedó hasta ahora, porque fui desleal con mi amigo y con su poesía. Amorosamente desleal, que es la peor de las deslealtades. Y sin embargo, parece que me estaba estipulada esa lectura, porque finalmente volví a encontrarme con el libro y me quedé en él varias noches seguidas, como si la madrugada estuviera en sus versos y no afuera, y deseé que todos pudieran leerlo ahora, siete años después de publicado. Bienvenida esta reflexión acerca de la vida que se desgasta silenciosamente. No es que sean versos patéticos, pero como el llamado sujeto lírico (la voz del libro, dicho con premura) prefiere reflexionar sobre lo humilde y lo cercano, pone de relieve una especie de emoción, lo que termina siendo algo íntimo. No hay que ser extremistas. También Hamlet habla sobre sí en tonos conmovedores. La expresión poética no resulta más o menos eficaz según controle o no los instintos del ya mencionado sujeto lírico. Víctor Fowler observa que Llanes en este libro viaja del mito a lo concreto. El mito explorado en cuadernos como "Diario del ángel", y lo concreto de estos ambientes de ciudad con la que el tiempo parece haberse ensañado. La admirable paciencia con que son dichas la muerte, el fracaso, la transformación, conceden a "Poemas nocturnos…" un tono de lieder, aquellas canciones en las que se fijó Goethe.
Lo peor es que cuando me trajo de regalo "Poemas nocturnos para L" (editorial Capiro, 2010), lo dejé sobre el librero y allí se quedó hasta ahora, porque fui desleal con mi amigo y con su poesía. Amorosamente desleal, que es la peor de las deslealtades. Y sin embargo, parece que me estaba estipulada esa lectura, porque finalmente volví a encontrarme con el libro y me quedé en él varias noches seguidas, como si la madrugada estuviera en sus versos y no afuera, y deseé que todos pudieran leerlo ahora, siete años después de publicado. Bienvenida esta reflexión acerca de la vida que se desgasta silenciosamente. No es que sean versos patéticos, pero como el llamado sujeto lírico (la voz del libro, dicho con premura) prefiere reflexionar sobre lo humilde y lo cercano, pone de relieve una especie de emoción, lo que termina siendo algo íntimo. No hay que ser extremistas. También Hamlet habla sobre sí en tonos conmovedores. La expresión poética no resulta más o menos eficaz según controle o no los instintos del ya mencionado sujeto lírico. Víctor Fowler observa que Llanes en este libro viaja del mito a lo concreto. El mito explorado en cuadernos como "Diario del ángel", y lo concreto de estos ambientes de ciudad con la que el tiempo parece haberse ensañado. La admirable paciencia con que son dichas la muerte, el fracaso, la transformación, conceden a "Poemas nocturnos…" un tono de lieder, aquellas canciones en las que se fijó Goethe.
Lo ideal para
muchos poetas es alcanzar un estado óptimo a base de sencillez. Los
comentaristas triviales lo llaman “economía de recursos”, como si esos también
se hallaran expuestos a las crisis cambiarias. Pero ese viaje hacia lo esencial
ha preocupado a Fiodor Sologub, lo mismo que a Octavio Paz o a Alejandra
Pizarnik. Dicho a propósito de Pedro Llanes resulta equívoco, pues quien
intente colocar su poesía anterior en una condición transitoria, estaría
pasando por alto la relación extremadamente compleja que cada poeta establece
con el lenguaje. O el lenguaje con ellos, si fuésemos a suponer que, como
mínimo en el campo de la ficción, autor y lenguaje gozan de autonomía
parecidamente. En "Poemas nocturnos para L" se asume esa exposición a
primera vista sencilla, porque sencilla aparenta ser su materia: los barrios
ahítos de luna de una villa con referentes concretos en el hoy.
Pero esa
serenidad con que se alude a lo ido puede ser desgarradora. Estas no son las
crónicas de lo que simplemente se observa, sino de lo que marca la vida y el
pensamiento, del aprender a colocarse abajo, según reza en el Tao Te King. La
voz de estos poemas ha sacado provecho al saber observar, porque en ese
“observar” se incluye a sí misma. La forma en que ahora expresa lo visto no ha
sido escogida por el autor, sino lo contrario. Tal vez sea una ilusión, una
pose trivial del reseñista, pero bienaventurados los poetas así, que nos
obligan a tal frivolidad.
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De la página del
autor, 28/06/2017
Imagen: Pedro Llanes
Imagen: Pedro Llanes
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