“Quién ha visto el león rugir no corre a la misma
manera de aquellos que sólo lo han oído” (Proverbio africano)
El camino que une
Kribi con Lolodorf eran huecos profundos hasta tres metros, limo rojo que en
algunos charcos se vuelve, mezclándose con otra tierra más amarilla, de un
naranja psicodélico, y gracias al verde de la floresta el contraste es feroz,
como todas las bellezas africanas. La empresa Andrade Gutiérrez sigue una línea
fija, irremovible y derrumba, aplana, estruja toda la naturaleza que encuentra
a su paso; el verde, mirando hacia el cielo, parece escapar, degradarse,
diluirse con el tórrido sol que traspasa gafas y enceguece todo espejismo
ecuatorial. Llegamos a Bipindi, pasando por petit
villages adonde unos niños ofrecen venderte pescado cocinado a la brasa,
unas papayas anaranjadas como la tierra y bananos color prásino, otros unas
víboras del Gabón recién capturadas: esta es tierra de los pigmeos badgeli,
recolectores de miel, nómadas pacíficos que la angurria de los madereros obliga
a refugiarse cada día más tierra adentro:
la canícula de la tarde es como un fuego escupido por un dragón. Tomas y sudas,
sudas y tomas, agua fría y sudor ardiente, una sustancia sola a una temperatura
incandescente…mientras un cigarro enciende otro para engañar el ardor, cigarettes Trésor, cajetillas
anaranjadas como la tierra que ya cruzamos, como la tierra que nos espera: la
combustión sigue. Un puente colgante avisado desde la cumbre nos indica la
entrada a Lolodorf, pueblo que parece salido de una fábula de un Andersen
trasladado en plena floresta ecuatorial; los alemanes hicieron llegar la vía
férrea hasta esta aldea mágica, seguros de que para transportar las riquezas
que se podía extraer de esta tierra necesitaban un camino firme y seguro.
Cuando abandonaron la colonia todo quedó para que la floresta vuelva a su
lugar, envolviendo construcciones y camuflando el efímero progreso. Un río parte en dos el pueblo, adonde un proyecto de la
cooperación austriaca quería ofrecer a los pigmeos badgeli dignidad: sin la
violenta penetración en la floresta ellos se habrían quedado con mucha más
dignidad y miel, para intercambiar con otros pobladores de la zona. El centro
de la cooperación se había quedado sin agua, las bombas manuales de industria
indianas, dejadas sin mantenimiento, no respondían a ningún movimiento,
debíamos reemplazar algunas piezas y después de haberlas hecho funcionar,
analizar el agua. La calina de la tarde invadía el boliche adonde nos
acompañaba una 33 fría, la cerveza de
Camerún y una chica con unos dientes exageradamente expuestos nos hablaba de
las tribus antropófagas del este, de la soledad del pueblo, de los comerciantes
de monos, de la magia negra del lugar. Un realismo mágico en tierra africana y
nosotros los únicos dos blancos, sudando cerveza y humeando Trésor,
escuchábamos su patois Bulu tan
atractivo y seductor, como la belleza y la grandeza de todo lo que ofrece esta
tierra: la belleza y la grandeza de su naturaleza, de los animales, de las
contradicciones… de los dientes de la chica. Mal de África, síndrome del cual Alberto Moravia nunca quiso
curarse, del cual Karen Blixen se enamoró perdidamente…este estasis puede
empezar con la hipnosis de un paisaje, por la infatuación de un encantamiento
femenino, por el simple aire africano.
Terminamos el
arreglo de las bombas y el agua que salió a los análisis resultó ser potable,
lo que no estaba funcionando ahora era la Toyota Hilux que nos llevó hasta el
pueblo mágico… el programado retorno, con una etapa en Sangmelima, algunas brochette y unas 33 con nuestro amigo Valerio, estaba esfumándose… pero apareció
Fabián, el funambulesco mecánico del pueblo, a primera vista no era un
personaje que podía ofrecer ningún tipo de garantía: mirada hacia el infinito y
aliento a cadáver eran una carta de presentación para nada confortante. Pidió
dos botellas de odontol a cambio de
un arreglo rápido y seguro: el odontol
es un licor tradicional que se hace en Camerún a partir de vino de palma o
grano de maíz, azúcar y la corteza de un árbol, y al que popularmente se le
llama "el whisky de los pobres" o "ginebra africano". Esta
bebida tiene un costo muy bajo, lo que explica su popularidad entre la
población más pobre, y debido a su cuestionable calidad, llega a producir
graves problemas de salud. El funambulesco Fabián nos entregó la mañana siguiente
el Toyota Hilux listo: ¿milagros alquímicos del pseudo destilado o magia
africana?
Aunque este
inmenso continente nos abra los ojos con sus exuberancias, se desnude con todas
sus grandezas y uno vaya imaginando leones, elefantes y serpientes, y que todos
los mayores peligros sean enormes, existen en estas zonas del África ecuatorial
enemigos apenas perceptibles o hasta del todo invisibles: el mosquito llamado mut mut (Tipulidae) deja sus huellas como un ataque de viruela o de sarampión, ataca al amanecer y al
crepúsculo, las horas más placidas en África, y en algunos minutos puede
cambiar la semblanza de tu piel… y si tú eres blanco y los que te encuentran
refrescándote son negros, las carcajadas de humor
inglés serán inmediatas, mientras tu desasosiego… el pensar a qué maldito
brebaje se debe, de cuál desaventura antihigiénica puede haberse originado… te
cambia el humor, acrecienta el espesor de la sangre y el blanco de tu piel se
hace cetrino: puro miedo. Basta no rascarse, su escozor se puede volver
insoportable solo si uno lo estimula: mejor apoyar unas hojas de un árbol del
lugar y la viruela y el escozor
desaparecerán…
Kapuscinski, el Herodoto
del antropoceno viajó adentro del tiempo y del espacio de lo que él consideró
ser solo una convención reduccionista y
que por comodidad llamamos África. África es desde donde venimos todos.
África es el último continente que nuestra especie… (… el hombre, aquel hermoso ejemplar que sudó la gota gorda para descubrir
la rueda. -Jesús Urzagasti-)… avasallará
y luego desaparecerá.
P.D. Hay una
poesía del Soldado Terán, el Poeta
cochabambino José Antonio Terán Cavero, que lleva el título de África, y es gracias a la lectura de
esta ondulante poesía que se va construyendo esta nota, casi un relato de un
viaje hecho por África; la poesía es incluida en “Boca abajo y murciélago. Otras palabras al acecho”, plaquette poética ganadora en 2003 del Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal…
al leerla, una hamaca te balanceará dulcemente entre África y el resto del
mundo.
Junio 2017
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