Miguel Sánchez-Ostiz
Frase hecha la de disparar o no sobre el pianista, y ya muy gastada, de Oscar Wilde y de Truffaut más tarde, y trastocada por este para titular su película de 1960.
La que me repiquetea es otra y otro también el pianista que ha llegado esta noche con el de arriba, pianista de bar triste el mío, como aquel del Bar Moby Dick de los felices ochenta que tocaba la Internacional de manera rabiosa, sabiendo que los rentistas y hombres de negocios que peroraban suficientes en la barra no tenían ni repajolera idea de lo que estaba tocando, y nadie en consecuencia tiraba sobre el pianista. De lo contrario, habrían tirado, seguro. Los conozco. Esta ópera, todas las óperas de cuatro perras que protagonizamos, no acaban "hasta que canta la gorda", la gorda, es decir, tú, yo, todos, hasta que cae el telón de fuego o hasta que te amordazan, pero si sigues vivo y no te han atado los pies, todavía puedes salir a escena y patear las tablas, mudo, a brincos, como si fueras tu propia performance.
No disparen contra el pianista
Que toca con un solo dedo de la mano
Han descifrado demasiado rápido
"La música del ser humano"
Y en este mundo a la deriva
Su canto permanece y dice bien alto
Que para vivir se puede elegir otra opción
Que no sea la jungla o el zoo
Es una canción de Jean Ferrat. La solía escuchar a menudo en mi habitación de La Paz, de noche, frente a las luces del caserio del Alto San Pedro que escala los cerros, hacia El Alto, hacia La Ceja, con golpes de nieve menuda. A veces me daba el amanecer delante de la pantalla del ordenador y los papeles, escuchaba ese y otros poemas de Jean Ferrat, un cantante de mis dieciocho años, poemas de Louis Aragon, Los ojos de Elsa, la llegada de la senectud, el no resignarse como una persona agriada, el no cambiar de chaqueta y el callarte si te has equivocado, el viaje entre lo vivido y lo imaginado, ese lamento de los amigos desaparecidos, siempre demasiado pronto, del "deberías haber vivido todavía un poco más..."
Ne tirez pas sur le pianiste... tiran, a nada que no toques a gusto del que lleva la batuta o es el amo del saloon, o en esa condición actúa, disparan, a dar, y no por fuerza con armas de fuego. Arman la muta y salen de cacería. Lo dice otro poeta, Ferré, Léo, "Hay que matar al artista, sin dilación, como a un pájaro extraviado el primer día de caza. Ya no hay veda. Todos los días son hábiles. Ninguna complacencia, la sociedad se defiende"
** La ilustración es de Pedro de la Sota.
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De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 08/07/2015
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