Santi Pérez Isasi
Idioma original: rumano
Título original: Levantul
Año de publicación: 1990
Valoración: Raro
Como llevo en este blog desde el principio, y ya debo de haber publicado algunos centenares de reseñas, me puedo permitir usar valoraciones que se salen de la escala "Imprescindible - Muy recomendable - Recomendable", etc. Porque, la verdad, El Levante de Mircea Cărtărescu me ha dejado una sensación parecida a la de algunas novelas de Pynchon: la de que he asistido a una broma privada que no he terminado de entender del todo, y puedo o bien quedarme sonriendo como un tonto, como si la hubiera entendido, o bien decir: "pues no lo pillo" y arriesgarme al ridículo y la humillación.
En realidad, no es que no entienda de qué va El Levante: es una especie de recreación posmoderna de las epopeyas clásicas, de las novelas bizantinas de aventuras o de los poemas épicos románticos, aplicados a la nación rumana en un momento en el que esta estaba todavía bajo el régimen de Ceaucescu y en la que una épica de liberación nacional tenía por lo tanto un significado añadido. Así, en El Levante tenemos un héroe, Manoil, que busca regresar a su patria, y que en el camino se encuentra con piratas, ladrones, gitanos, diosas aladas, esferas mágicas y multitud de aventuras contadas en prosa y en verso (al menos en la versión ahora publicada, en traducción de Marian Ochoa de Eribe, por Impedimenta).
Mi problema es que este argumento de aventuras bizantinas no ha conseguido atraparme, me ha resultado completamente ajeno, y aunque sé reconocer lo que tiene de magnífico ejercicio de libertad creativa y de imaginación deslumbrante, no le he terminado de entender la gracia. Quizás existan juegos literarios, poéticos, históricos que a mí se me escapan; tal y como está, confieso que algunas páginas las he leído por encima, y muchos de los poemas no he sabido apreciarlos, ni siquiera como posible parodia del estilo ampuloso de las épicas nacionales.
Así, las partes del libro que más me han gustado, y con las que me he sentido más identificado, han sido las más posmodernas: aquellas en las que el autor habla al lector, muestra la tramoya del proceso de escritura (su máquina de escribir Erika en la cocina del pequeño apartamento que comparte con su mujer); aquellas partes en las que juega con las referencias anacrónicas o hace que los propios personajes sean conscientes de su carácter ficticio... Toda esa autoconsciencia del texto, que está, claro, ausente de los modelos literarios que El Levante parodia, es lo que la hacen más valiosa a mi parecer.
En fin, no sé si recomendaría este libro. Es una rareza, una de las creaciones más originales que he leído en mucho tiempo, y estoy casi seguro de que nunca habría llegado a traducirse al español si no llega a ser por el éxito del resto de las obras de Cartarescu. Sugiero que lo compren los que ya hayan leído y admirado otras obras del autor rumano (como Las bellas extranjeras o Nostalgia, por ejemplo); o aquellos que aprecien las bromas literarias ligeramente pedantes, aunque no terminen de entenderlas.
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De UN LIBRO AL DIA, 11/07/2015
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