MAURIZIO BAGATIN
“Desde
cuando el pasado ya no arroja su luz sobre el futuro, la mente del hombre se ve
obligada a vagar en la oscuridad" -Hannah Arendt-
En Bolivia
el adobe fue sustituido por el kitsch del enlosado Coboce. Solo los cholets
alteños merecen un elogio, por su atrevimiento frente a la inmensa puna, a la
música del viento y al diseño del polvo. Es la necesidad de una forma, más allá
de la piedra.
Desde el
aeropuerto, de ahí sale la esclavitud contemporánea. En el año dos mil en la
avenida Heroínas de la ciudad de Cochabamba había más agencias de viaje que
pollerías broasteres, la burbuja española, que nosotros llamábamos el gato de
Felipe González, absorbía como esponja mano de obra boliviana; el resto lo hizo
el hermanamiento entre Cochabamba y Bérgamo. Y no solamente Cochabamba, también
Santa Cruz y las provincias se vaciaron. El neoliberalismo estaba en peligro,
en su socorro llegaron los truchos del cambio.
El
cochabambino es un pueblo que se adapta, resiste, aunque hoy está de moda el término
resiliencia, a todo y a todos. También la viveza criolla se adapta y resiste.
Algunos
estudios antropológicos confirmaron lo que muchos escépticos desde un inicio
iban sospechando, la policromía que utiliza el pintor Roberto Mamami Mamani no
es original. Es como la letra ausente, en la estética del Proceso de cambio,
dijo Virginia Ayllón. Esto vale también por la wiphala. Otros que dieron en el
clavo fueron los que, perdiendo amistades, el trabajo y en algunos casos hasta
la familia, criticaron, siendo visionarios, o viceversa, y ahora miran el
desastre desde sus catacumbas; el cambio de amo no es una revolución, el
original es infiel a la traducción, bien nos avisó Borges.
País de las
maravillas con una tempestad del progreso escalofriante, el triunfo del cemento
para que los indicadores convencionales les ganen al valor de uso marxista,
claro, con el valor de cambio también marxista. ¿Surrealismo? ¡Hay que pedalear
y mirar, caminar y observar, nietzscheanamente, en horas que robamos al sol, en
días que desafiamos a Flaubert y andamos por aquí y por allá! Luego hay que
sentarse, mirar alrededor y pensar.
Aquí el
sindicato es el patrón y el transporte público es privado.
En febrero
el verde de aquel día que fue campiña reaparece en los jardines, mientras de un
gimnasio sale una barahúnda de voces, al lado el ruido del generador de
corriente de una gasolinera, el resumen del estado de ánimo de la modernidad.
País para
titanes, dijeron algunos, inverosímil para otros, Bolivia es única. En su
tragedia y en sus farsas, a un decepcionado Mariscal Antonio José Francisco de
Sucre y Alcalá no le quedó más que un triste epitafio: país de cobardes y
traicioneros. País de anónimos valientes.
Desde una
ventana veo solo autos circulando, una lluvia tropical caer sobre una invisible
cordillera, los palacios de las gibas rebalsan de gente. ¿Qué hará el poder de
turno con el litio, con todo lo que queda para extraer y explotar? Bolivia no
es un país, Bolivia es un botín.
Maurizio
Bagatin, 12 febrero 2022
Foto:
Cochabamba, la tempestad del progreso, junio 2015
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