Soberanía
alimentaria, ciencia y sociedad
El pasado 7 de
abril, en el marco del Día Mundial de la Salud, la Cátedra Libre de Soberanía
Alimentaria (CALISA) de la Facultad de Medicina de la UBA organizó la IV
Jornada de Salud, Nutrición y Soberanía Alimentaria. Este año, la jornada
contó un emotivo homenaje a las ingenieras agronómas Ana Broccoli e Isabel
Boccaloni. También estuvo presente el recuerdo de Andrés Carrasco. Y con la
participación de Hugo López, conductor de la radio La Colifata del Hospital
Borda.
El aula magna de
la Facultad de Medicina contó con tres paneles que abarcaron temáticas específicas:
la malnutrición, el costo humano de la producción de alimentos y la
agroecología como único camino posible. El público presente representó a
distintas regiones del país. Desde la Ciudad de Buenos Aires, distintas
localidades bonaerenses (Bolívar, Nueve de Julio, Ramallo, entre otras) hasta
provincias como Córdoba, Entre Ríos, Corrientes y Misiones, entre otras.
Durante el acto
de apertura, el Decano de la Facultad de Medicina, Sergio Provenzano, resaltó
la importancia del rol de la facultad y de la educación pública como recurso
estratégico en el desarrollo de los pueblos. En ese marco, destacó la
importancia de entender a la alimentación desde la mirada y el trabajo
multidisciplinario. Por otro lado, se resaltó que la salud, desde una
definición integral, abarca el bienestar físico, mental y social; y no solo la
ausencia de enfermedad.
Se recordó el rol
social que tiene la universidad pública con la sociedad. “La Facultad no puede
desconocer las problemáticas sociales, así como tampoco el derecho vulnerado a
la alimentación adecuada, libre de agrotóxicos y toxinas que compliquen la
calidad de vida”, afirmó Provenzano. Por su parte, Miriam Gorban, directora de
la CALISA, enfatizó en el diálogo de saberes como actividad necesaria y
fundamental entre la universidad y la sociedad.
El panel de
malnutrición remarcó el rol de los alimentos ultraprocesados en el deterioro de
la salud de las personas. En este sentido, el nutricionista Julio Montero
resaltó que 14 países de América Latina aumentaron la tasa de obesidad en
concordancia con el aumento del consumo de productos ultraprocesados. El índice
más alto se lo lleva Argentina, en donde por persona se consumen 218 kilos de
alimentos ultraprocesados al año.
En una sociedad
urbanizada los alimentos ultraprocesados representan el 60 por ciento de las
calorías que consume una población. Estos alimentos “imitan a los alimentos
saludables, son aditivos, fomentan el consumo de comidas que no coinciden con
el reloj biológico y son social y ambientalmente destructivos” enfatizó
Montero. El nutricionista es Director de la Escuela Posgrado de Obesidad,
Síndrome Metabólico y Trastornos Alimentarios
Los alimentos
procesados llevan en su elaboración aditivos que no cumplen ninguna función en
nuestros organismos -como por ejemplo grasas saturadas- y muchos ingredientes
químicos. Estos ingredientes tienen un efecto importante y del que no nos damos
cuenta y es que pasan a integrar nuestro organismo. Con este tipo de
alimentación, afirmó Montero, “hemos cambiado la composición de nuestros
cuerpos y ese cambio hace que empecemos a formar hormonas que funcionan
distinto y por eso nos vamos transformando progresivamente en cosas que no
deberíamos ser”.
Además, componentes como el azúcar, las grasas saturadas o la fructuosa son elementos que se encuentran presentes en los productos ultraprocesados y que generan, entre otras cosas, hígado graso y resistencia a la insulina.
Se habló,
también, acerca de que la comida (podríamos llamarla "real") no
contiene emulsionantes, antibióticos, conservantes ni tampoco edulcorantes.
“¿Quién necesita comer un colorante? Eso es lo que nos están vendiendo. La
gente cree que compra pan (harina, sal y agua) y finalmente, estamos comprando
45 cosas que no pedimos con el pan. Esto es una contaminación permanente,
sostenida e ignorada”, expresó el nutricionista.
Por último, los
integrantes del panel coincidieron en la falta de intervención por parte de los
estados en la regulación de los productos ultraprocesados.
El silencio es
un negocio
Fernanda Sandez,
autora del libro La Argentina fumigada, habló del negocio del
silencio; dado que si cada uno de nosotros supiera qué está comiendo, en qué
cantidad, y que lo que comemos hace décadas está prohibido en muchos países del
mundo las cosas serían muy diferentes.
Luego de haber
recorrido el país tras las huellas silenciadas que deja un modelo que envenena,
Sandez afirma que hay un sistema entero montado en el veneno. “No hay una
suerte de política ambiental o un plan de desarrollo y estamos viendo los
costos no imaginados o el lado B del negocio: desmontes, poblaciones
afectadas”, afirmó.
Por otro lado,
retomó el informe presentado este año por Greenpeace que explicita los
intereses de funcionarios del gobierno nacional con el agro. Muchos
funcionarios están instalados en lugares de decisión y de gestión de política
pública; como por ejemplo el ex gerente de Monsanto, ingeniero Leonardo Sarquís
hoy funcionario del Gobierno de Buenos Aires, o Beatriz Giraudo, miembro de
Aapresid (cámara de la siembra directa), también funcionaria pública.
Comentó que
existe un mercado paralelo de pesticidas y una superproducción de formulados
químicos. La cifra es espeluznante: en solo un año se lanzaron 249 formulados
químicos, a razón de 20 por mes.
Los impactos
en la salud de los procesos de producción
Germán Burguener,
docente de la Práctica Final y miembro del Instituto de Salud Socioambiental de
la Facultad de Ciencias Médicas, habló acerca de las enfermedades autoinmunes
que se repiten en las poblaciones aledañas a los cultivos de soja o silos.
Además, enfatizó la diferencia existente entre agroindustria y agricultura porque en la agroindustria desaparece la cultura. En ese sentido, recordó que desde los inicios de la denominada revolución verde, se liquidaron en menos de 50 años 10 mil años de saberes, conocimientos e intercambio cultural de las comunidades campesinas.
Efectuó una
fuerte crítica sobre el discurso científico, sobre la fe ciega en esta institución
social, aun cuando en el propio siglo XXI la ciencia es cuestionada por la
ciencia misma. “La ciencia sin dirección, sin reconocimiento del otro, sin el
reconocimiento de otros saberes, no sirve” afirmó.
La
agroecología como salida
Participaron de
este panel el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá y los productores agroecológicos
Remo Vénica e Irmina Kleiner y Juan Kierh. Todos dieron sobradas muestras de
que la producción agroecológica se puede manejar en grandes cantidades de
hectáreas, ser rentables y sostenibles al mismo tiempo.
La producción
respetuosa con la naturaleza y con el planeta demuestra ser la salida para
sanear los suelos arruinados por los monocultivos, y producir alimentos sin
venenos. Los campos Naturaleza Viva, en Santa Fe y La Aurora en Buenos Aires,
son ejemplos reales de que es posible producir sin venenos y trabajando en el
cuidado del medio ambiente, respetando al planeta y valorando a la vida.
Hoy en día,
existen 300 mil hectáreas en Argentina bajo producción agroecológica. Existen
muchos municipios en la provincia de Buenos Aires que están interesados en
emprender un camino agroecológico, como son los casos de Guaminí, Nueve de
Julio o Ramallo, entre tantos otros.
Para todo público
Además de los
paneles, se realizaron dentro y fuera de la facultad distintas actividades de
promoción de la salud, desde vacunación, prevención de riesgo cardiovascular,
consejería nutricional, donación de sangre hasta feria de productos
agroecológicos y kiosco saludable.
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De COMUNICACIÓN
AMBIENTAL, 12/04/2017
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