PABLO MENDIETA PAZ
No alcanzo a
comprender por qué a la poesía de Parra se la llama antipoesía: “… ¿Hay algo,
pregunto yo, más noble que una botella de vino bien conversado entre dos almas
gemelas?...” Si eso es antipoesía ningún poeta existe; por lo tanto no puede
haber premios Nobel ni homenajes a invisibles que arman frases. No dudo que en
eso ha pensado Parra cada vez que rehúsa galardones, o manda al “Tololo” a
recibir el Cervantes. Lo suyo no es antipoesía ni nada parecido; es poesía sin
antifaz y sin máscaras antilacrimógenas. No alcanzo a comprender por qué a la
poesía de Parra se la llama antipoesía: “…Hace cuarenta años que quería romper
el horizonte, ir más allá de mis propias narices, pero no me atrevía…” Si eso
es antipoesía la poesía no existe; pero poco o nada le interesa a Parra la
urdimbre de enredos, asuntos espinosos, y hasta de ovillo vilipendioso cada vez
que juega con palabras ciertas. Lo suyo no es antipoesía ni nada parecido: es
poesía sin antibióticos y sin aspirinas contra infartos. No alcanzo a comprender
por qué a la poesía de Parra se la llama antipoesía: “…Si me dieran a elegir
entre diamantes y perlas yo elegiría un racimo de uvas blancas y negras...” Si
eso es antipoesía la magia es quimera, por lo tanto es de absoluta urgencia no
vivir si admitimos que el ilusionismo es el principio y fin de nuestro destino.
No dudo que en eso ha pensado Parra cada vez que colorea términos encantados.
Lo suyo no es antipoesía ni nada parecido: es poesía con realismo crucial y a
veces con fatalidad. No alcanzo a comprender por qué a la poesía de Parra se la
llama antipoesía: “... El hombre imaginario vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios a la orilla de un río imaginario…” Si eso es
antipoesía la creatividad está de más, por lo tanto es recomendable borrar el
pensamiento si aceptamos que el talento es el supremo entendimiento. No dudo
que en eso ha pensado Parra cada vez que trasciende dimensiones escondidas. Lo
suyo no es poesía ni nada parecido: es poesía sin poses ni subterfugios. No
alcanzo a comprender por qué a la poesía de Parra se la llama antipoesía: “…
Nunca pensé, creédmelo un instante, volver a ver esta querida tierra, pero
ahora que he vuelto no comprendo cómo pude alejarme de su puerta...” Si eso es
antipoesía la estética es solo una palabra, por lo tanto que nadie diga que la
nostalgia es un prólogo, si advertimos que el libro del yo vivo es el presente
del indicativo del verbo vivir. Lo suyo no es poesía ni nada parecido: es
poesía sin plazos fatales y sin hipotecas. Es poesía nacida antes de su tiempo,
como germen de las revoluciones. Viendo así las cosas, pienso que sin este
pretérito perfecto no habría existido un Zapata, o un Pelé o una Marilyn
Monroe, si estamos al tanto de que ya ha sido superada la práctica del trueque
(sonrío). Lo de Parra es poesía sin grilletes, ese “artefacto” que brutalmente
asegura la garganta del pie de un presidiario de cualquier poesía: no se halla
encarnada en el centenario y dos años más del prestamista de ensueños (como
graciosa concesión, superrealista, versolibrista, y por ahora nada
“quebrantahuesos”) Nicanor Parra, nacido en San Fabián de Alico, expulsor de
las matemáticas y la física, y también de Bob Dylan.
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De PLUMAS
HISPANOAMERICANAS, 14/12/2016
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