De Eduardo Molaro
La cinematografía lanusense tuvo sus modestos héroes. Lejos de las escenas glamorosas de Hollywood (y más cerca de los videos caseros espiando vecinas), algunos actores han tenido su minuto bajo el sol de algo parecido al éxito.
Y tal vez el caso de Constanzo Dape sea uno de los más emblemáticos.
Constanzo, desde niño, estudió actuación en el Teatro San Martín, en pleno centro de la Capital Federal. Allí fue educado por los más prestigiosos maestros de la actuación; allí también pudo munirse de los más herméticos rigores del arte teatral, aprender a liberarse de inhibiciones y se adoctrinó sobre cómo levantarse a una rubia postulante a actriz de escasísimo talento y enormísimas tetas.
Sin embargo, y a pesar de lograr geniales interpretaciones, el teatro parecía no ser su proyectado horizonte, porque Constanzo amaba al séptimo arte más que cualquier otra cosa.
Tal vez por eso se las ingenió para poder ver, una y otra vez, geniales perlas cinematográficas como ¨Casablanca¨, de Michael Curtiz; "Un Perro Andaluz¨, de Luis Buñuel; ¨El séptimo sello¨, de Ingmar Bergman; ¨Calígula", de Tinto Brass y ¨Expertos en pinchazos¨, de Hugo Sofovich.
Fiel a su sueño, se presentó en cada convocatoria a actores que los cineastas del país hacían antes de grabar una película.
Nunca tuvo mucha suerte. Su curriculum teatral era muy bueno: Interpretó personajes shakespereanos como Casio, Mercucio y el propio Rey Lear; también a Valerio y al mismísimo Tartufo de Molliere, y hasta llegó a interpretar a Edipo, en la clásica tragedia de Sófocles.
Pero aún no podía exhibir una trayectoria en el cine.
Tuvo suerte de ser seleccionado para una película, pero lamentablemente nunca pudo acreditar su presencia allí debido a que su personaje era un oso y el verdadero rostro de Constanzo jamás llegó a verse.
En otra oportunidad formó parte de una horda de 300 salvajes que atacaban a una caravana y en otra ocasión, la más favorable, pudo interpretar a Planchet, el criado de D´Artagnan, en una deliciosa versión lanusense de ¨Los tres mosqueteros¨que nunca llegó a las pantallas.
Sin embargo hemos podido rescatar algunos fragmentos de aquella ambiciosa puesta fílmica:
INTERIOR - MEDIANOCHE
¨D´Artagnan, sentado frente a una mesa polvorienta, maldice su suerte. Su amor por Constance es tan grande que su sueño de llegar a ser Mosquetero del Rey es casi una anécdota.
Planchet ingresa desde la cocina e intenta ser un consuelo para su amo.
PLANCHET: ¿Os sirvo un poco de vino de Anjou, mi señor?
D´Artagnan: ¿Lo qué?
PLANCHET: Os consulto si queréis un poco de vino…
D´Artagnan: ¡Métale, nomás! ¡Pero sin soda!
PLANCHET: ¿Querrá mi señor contarle a su noble servidor qué os pasa?
D´Artagnan: Pero…¡voto a Bríos! ¿Qué joraca os importa a vos mi desvelo? Servidme vino y callad, ¡bestia insolente!
PLANCHET: …Yo sólo intentaba…
D´Artagnan: ¡Callad! ¡No intentéis nada en lo absoluto! ¡Callad, pues os juro que cogeré mi espada y os ensartaré como churrasco de croto!
Planchet sirve el vino, luego le da la espalda a su amo, amaga hacer mutis por el foro, pero antes mira a cámara y murmura:
PLANCHET: ¡Pendejo de mierda!
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Esa película jamás llegó a ser vista por casi nadie.
Luego de tantos tropiezos, la moral de Contanzo Dape comenzó a decaer. Nadie le daba un papel que lo ayudara a cumplir su sueño de triunfar en la pantalla grande.
Pero un día conoció a otro genio incomprendido, el guionista Dante Redún, también un hombre de talento que ya no acariciaba demasiadas ilusiones.
El encuentro fue casual, en las pestilentes instalaciones del baño del Club Independencia, durante una noche de bailongo.
Dante Redún, que por esos días estaba culminando su guión para una película condicionada y tratando de reunir un elenco para ella, ingresó apurado al averno que era aquel baño en el preciso momento en que Contanzo terminaba de miccionar. Redún se topó con la imagen de un guerrero persa blandiendo toda su masculina humanidad cual fálica cimitarra, y – extasiado por la escena – no pudo contener una expresión admirativa:
- ¨¡A la mierda! ¡Qué animal! ¨
Constanzo, cumplido su fisiológico trámite, envainó su elemento y trató de salir del baño sin responderle nada a su imprevisto interlocutor.
Pero Dante insistió:
- Vea, amigo. ¡Quiero proponerle un negocio!
Constanzo se incomodó, pero igual ensayó una sonora respuesta:
- ¡Mire, maestro! Respeto sus inclinaciones, pero a mi no me gusta la carne e´chancho
- ¡De ningún modo, caballero! No me malinterprete. Sólo quiero sus servicios…
- - ¡Rajá de acá, puto de mierda!
Finalmente, y después de un buen rato, Constanzo entendió que Dante Redún lo necesitaba para una película porno. Y nuestro actor, mitad por necesidad económica y mitad por curiosidad, aceptó sin demasiadas vueltas.
Aquella película, ¨La jungla de Semen-to¨(sic) , fue la primera de una larga lista de filmes pornográficos que protagonizó nuestro actor Constanzo Dape.
Casualmente, en la última de ellas, ¨La encantadora de Serpientes¨, Constanzo tuvo la bella sorpresa de reencontrarse con aquella rubia del teatro San Martín. Comprobó que la dama seguía teniendo la misma enormidad en sus pechos, pero – para su grata sorpresa – también comprobó que frente a la cámara, finalmente – y contra todo pronóstico - la blonda realmente tenía muchísimo talento.
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De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 07/08/2013
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