Cerraron las
grandes industrias metalúrgicas, químicas y madereras de Lezo de la década de
los setenta del siglo XX. Muchos emigrantes regresaron a su tierra, a
Extremadura, a Castilla… Otros se quedaron e integraron. Se fueron para siempre
de su puerto los cargueros chinos y soviéticos; aquellos dos marineros de
Formosa que un día nos encontramos a la salida del colegio y nos garabatearon
una hoja con misteriosos signos orientales; la emoción infantil de acceder a
las entrañas de uno de aquellos monstruos flotantes con intenso olor a chatarra
y gasóleo de mala calidad y llevarse además una moneda de Hong Kong o algún
lejano país. Cerraron el acceso a los muelles y a esa bahía que durante siglos
utilizaron en su día a día niños, bateleras, pescadores, marineros y calafates
del lugar. Desapareció también la central térmica con sus depósitos de carbón y
los humos del averno. Ahora los tordos y las malvices pasean sin temor por los
jardines, por las noches los zorros cruzan la carretera y el búho se deja notar
cerca de casa. La vegetación coloniza las laderas del monte Jaizkibel como nunca
antes hemos conocido, engullendo prados y caseríos que van quedando vacíos.
Vuelve la vida, regresa la naturaleza con toda su fuerza. Y la niebla perenne.
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Del muro de
Facebook del autor, 04/06/2018
Fotografía:
Lander Zurutuza/Lezo en 1982
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