MAURIZIO BAGATIN
“Da chimico un
giorno avevo il potere/di sposare gli elementi e di farli reagire,/ma gli
uomini mai mi riuscì di capire/perché si combinassero attraverso l'amore”
("Como químico un día tuve el poder / de casar los elementos y hacerlos
reaccionar, / pero los hombres nunca logré entender / por qué se combinaron a
través del amor") - Fabrizio De
André -
Somos química,
nada más que química, todo es química…acciones, reacciones, revoluciones, somos
perifescencia. Perifescencia,
neologismo o invención para darle voz a una sensación, el estado que lleva al
efecto, al síntoma de vinculación de una pareja humana… vértigos, euforia, cosquilleos en la cavidad torácica. Perifescencia es
la parte enloquecida, romántica, de estar enamorado. (Y un personaje de una
novela, el doctor Luce, sostiene que puede durar hasta dos años, como
máximo…)*. ¿Y luego, todo como decía Fabrizio, el Príncipe de Salina?: “L'amore. Certo, l'amore. Fuoco e fiamme per
un anno, cenere per trenta…” (“El amor. Por supuesto, el amor. Fuego y
llamas por un año, cenizas por treinta…”).
No, química es
comunicación y diálogo, interacción… miradas, toques, sexo, juegos, abrazos,
caricias… interacción como entre plantas y bacterias; mientras el tiempo ha transformado, maquillado, hasta camuflado a tal
punto que uno puede llegar a pensar que ha intervenido una alquimia del verbo,
una mutación de todas nuestras relaciones… a veces, ese aceptar un poco
recitado, un poco enmascarado, como un Pulcinella consciente de una ausencia,
de miles ausencias, la ausencia del cuerpo, la ausencia del espíritu, de todas
nuestras ausencias. Humanos, animales, plantas, bacterias, hongos… en un
lapso de perifescencia, en el carpe diem endorfínico (frente a la
pasión, el Monsieur Teste, El último
tango en París…) como células de levadura, estas células que son de dos tipos,
células haploides y células diploides. Somos células haploides, porque solo las haploides se
aparean. Y nos buscamos, y nos encontramos… Haploides de dos tipos, células de
sexo a y células del sexo alfa. Para aparearnos las células a buscan las células alfa, y las células alfa buscan las células a.
Como células de levadura que producen feromona, una especie de aroma químico,
que nos exalta, nos seduce, nos atrae… lucidez y endorfinas, conexión y pasión.
Las células de sexo a producen un
feromona a y las células de sexo alfa un feromona alfa. Así es como se atraen el uno al otro. ¿Así es como nos
atraemos? Así, nuestros amores, así nuestros odios, así los motores de nuestras
historias, de todas las historias, de la Historia: logros y fracasos, sucesos y
reveses… química y alquimia… dolor y miedo.
Todo queda en los
elementos, en la feliz simbiosis - todo queda en nosotros que volvemos a la
tierra - carbono e hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, fósforo: CHOMP, al cual hay
que añadirle algunos elementos más… luego vendrá el ciclo vital… hasta la
entropía y la transformación.
Notas: *Jeffrey
Eugenides, Middlesex, Anagrama,
Barcelona, 2006; útil será la lectura de Luis G. Wall, Plantas, bacterias, hongos, mi mujer, el cocinero y su amante,
Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 2005; como también otra novela del gran
narrador Jeffrey Eugenides, La trama
nupcial, Anagrama, Barcelona, 2013. Les aconsejo escuchar también el
estupendo, por inmensamente poético, LP “Non
al denaro non all'amore né al cielo”, de Fabrizio De André, un disco que se
inspiró de la Antologia de Spoon River
de Edgar Lee Masters. Buenas lecturas y buena escucha.
Junio 2018
Gracias...
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