JOSÉ DE SEGOVIA
Durante siglos la
iglesia es el único lugar donde la población afroamericana ha podido
desarrollar su propia cultura. La música ocupa un lugar especial en su culto. Y
el predicador es la persona que más influencia tiene en la comunidad. No es
extraño por lo tanto, que la mayoría de los músicos negros tengan relación con
la iglesia. Incluso aquellos que la abandonan, han sido criados en ella, o
pueden ser hijos de predicadores, como Marvin Gaye o Sam Cooke.
El abuelo y el
padre de Gaye eran pastores evangélicos, uno bautista y otro pentecostal. Su
familia pertenecía a una pequeña denominación que se llama La Casa de Dios.
Forma parte de la tradición de santidad, de la que nace el pentecostalismo
clásico, pero tiene algunas peculiaridades extrañas. Fundada en 1918 por R. A.
R. Johnson, tiene la particularidad de combinar los dones del Espíritu - como
la sanidad o las lenguas -, con ciertas prácticas de origen judío como la
Pascua, el culto en sábado y la abstención de ciertos alimentos como el cerdo o
los mariscos - lo que hace que se conozcan popularmente en Estados Unidos como
los pentecostales hebreos -.
Aparte de tener
la estrella de David en el púlpito, o repetir los Diez Mandamientos, en La Casa
de Dios se predica como en cualquier otra iglesia evangélica, que las personas
son salvas por medio de la fe en Cristo, cuya muerte es el castigo de Dios por
el pecado del hombre. Como los pastores de esta denominación no tenían una
formación especial, sino que bastaba una "unción del Espíritu", el
padre de Gaye empieza a trabajar a los 17 años con una evangelista conocida
como la Hermana Fain. Su mejor amigo era un chico de la congregación de
Lexington que se llamaba Rowlings. Juntos llegaron a pastorear una iglesia en
Mayesville, al sur de Carolina, hasta trasladarse finalmente a
Washington.
LA SOMBRA DEL
PADRE
Estando en la
capital, el padre de Marvin conoce a una chica bautista que acababa de quedar
embarazada. Se casa con ella tres meses después del nacimiento de su hijo
Micah, que entregan al cuidado de su hermana Pearl. Esta historia vergonzosa,
la sacará a relucir él, cada vez que quiera humillarla. Algo que no era difícil
de hacer con una mujer que había sufrido la pobreza y brutalidad de malos
tratos desde que era niña, habiendo muerto su padre alcohólico en la prisión.
Ella dijo después del asesinato de Marvin, que él no quería tener ese hijo. Lo
cierto es que le hizo la vida imposible...
Los Gaye como
cualquier otra familia de pastor, vivía en torno a la iglesia. Cuando tenía
solo 27 años, el padre de Marvin había sido hecho secretario general de la denominación
en 1942, pero su congregación era bastante pequeña. Formada básicamente por su
familia, tenía sin embargo las mismas actividades que una iglesia normal.
Marvin cantaba desde pequeño en los cultos, donde se hablaba también en
lenguas, había profecías y se buscaba la sanidad divina.
Su padre era tan
estricto en la iglesia, como en la casa. Las chicas no podían maquillarse, ni
llevar medias. Y para los chicos no había deporte desde la noche del viernes
hasta la del sábado, según sus rígidas costumbres sabatarias. Ni cine, ni
televisión. Cada infracción de las normas o provocación desobediente, era
castigada duramente a golpe de cinturón. Guardar la ley era por lo tanto algo
fundamental. La obediencia no te llevaba al Cielo, pero tu deseo de obedecer,
mostraba la realidad de tu estado espiritual. Lo que abría la puerta a una duda
y un temor terrible,
Es sorprendente
que sin embargo Marvin respetó siempre a su padre. Le estaba especialmente
agradecido por haberle enseñado la Biblia. Decía que conocía a Jesús, gracias a
él, pero su relación mostraba una clara ambigüedad. Le amaba, pero sin embargo
le temía; despreciaba su conducta, pero respetaba su enseñanza; quería
agradarle, pero también deseaba enfrentarse a él. Buscaba sobre todo su amor y
apoyo, pero nunca encontró su aprobación. Reconoció que tenía un don para la
música, pero le decía que debía usarlo para glorificar a Dios, no para celebrar
sus deseos carnales.
MAL EJEMPLO
El ejemplo del
padre, dejaba sin embargo mucho que desear. Aunque él ya era miembro del comité
ejecutivo de la denominación - que eran llamados apóstoles, como los doce,
teniendo además ese número -, quería ser el Principal Apóstol. En 1947 se
produce una división, formándose la Iglesia del Dios Vivo. Gaye ve entonces su oportunidad,
haciéndose obispo del grupo. Lo que pasa es que la iniciativa fracasa, y el
padre regresa humillado a la Casa de Dios dos años más tarde, para descubrir
que su amigo Rawlings es el nuevo Apóstol Principal. Éste para asegurar su
posición, dicta una nueva regla por la que a sus 37 años convierte el cargo en
vitalicio.
Al ver sus
ambiciones frustradas, el padre de Marvin continúa unos años como pastor, pero
pierde todo su interés en la iglesia. Lleno de orgullo, no la abandona, pero
finalmente se retira, y su vicio empieza a salir a la luz. Parece que ocultaba
una práctica fetichista de vestirse de mujer. Su ropa se vuelve cada vez más
ambigua, hasta el punto que muchos creían que era homosexual, aunque se
acostaba con mujeres de su congregación, a las que siempre se refería como
"hermanas" o "compañeras".
Su hijo se siente
cada vez más avergonzado por el afeminamiento de su padre. Lo que le hace
obsesionarse por su sexualidad, preocupado de que su condición pueda ser
hereditaria. Cambió de hecho su apellido Gay por Gaye, cansado de las bromas
que le hacían constantemente, e intenta demostrar una y otra vez su
heterosexualidad. Aunque Marvin habla suavemente, vestía impecablemente y tenía
los modales educados de un hijo de pastor. Como su padre no le dejaba hacer
deporte, se dedica a cantar con un grupo del instituto, intentando demostrar
siempre que es alguien "normal". Comienza a pensar que "tiene
que hacer algo malo para ser aceptado" y "perder el estigma de ser un
hijo de Dios". Para su desgracia, sus amigos le consideran sin embargo
demasiado conformista, mientras su padre le ve como un rebelde.
LA ATRACCIÓN
POR LO PROHIBIDO
Ante este
panorama, Marvin sólo veía dos opciones: se enfrentaba con su padre - cosa que
le parecía imposible -, o se alistaba al ejército. Así que contra la voluntad
paterna, abandona el instituto un año antes de acabar, para ser reclutado en la
Aviación. Es claramente un gesto desesperado. Su carácter era muy poco
apropiado para la vida militar. Tenía un temperamento pacífico y sensible, que
unido a su aversión a la autoridad, formaban una mezcla explosiva, que le
empujaba a hacer calladamente, exactamente lo contrario a todo lo que le
mandaban. Cuando descubre que esto no es lo suyo, sigue el mismo juego que
tenía con su padre, incumpliendo siempre las normas, hasta ser finalmente
expulsado.
Mientras está
destinado en la base de Salinas (Kansas), tiene la primera experiencia sexual
con una prostituta. El sexo, por un lado le fascina, pero por otro le da miedo.
Su padre le había enseñado a verlo como algo sagrado, pero lo llama siempre
"hacer algo sucio". Aunque pronto adquiere el sabor de lo prohibido.
El remordimiento post-coital se convierte así en una experiencia regular para
él, que siente la atracción de la lujuria, pero lo ve como algo degradante.
Recurre por eso a la prostitución. Le parece que el clímax es demasiado corto,
para tanta anticipación. Y evita de ese modo comprometerse en ninguna relación,
prefiriendo de hecho mirar a hacer.
Esta obsesión con
el sexo, es tan importante para entender a Gaye, como su incapacidad para
abandonar el cristianismo. Uno y otro, se aúnan en la más extraña combinación,
que le acompaña hasta el día de su muerte, la víspera del día que iba a cumplir
45 años. Muerto en las manos de su propio padre, con quien había vuelto a
vivir. Disparado con un arma, que él mismo le había dado, en su miedo paranoico
de que alguien pudiera atacar a su familia. La droga le hacía vivir aterrado,
mientras leía sobre la cama de la habitación - donde fue asesinado - las
promesas de los Salmos de que nadie podía hacerle daño. Una historia patética,
pero real como la vida misma...
SEXO Y
ESPIRITUALIDAD
Si las canciones
de la música popular presentan el amor como la salvación del hombre, la idea de
Gaye es que es el orgasmo lo que nos trae la liberación. Debido a la represión
que sufrió por la extraña educación de su padre, Marvin no sabe relacionar su
fuerte impulso sexual con la idea de vocación divina, que le anima toda su vida
a proseguir su carrera, a pesar de tantos problemas. Él creía desde niño, que
había sido escogido por Dios para una tarea. Ese sentido de misión no le
abandona, aunque esté fuera de la iglesia. Es lo que le hace cantar hasta el
final de su vida. Y que acaba uniendo finalmente a su obsesión sexual.
Canciones como
Get It On o Sexual Healing plantean una idea sagrada del sexo, por la que puede
dedicar estos discos a "nuestro Señor y Salvador Jesucristo",
mientras alaba el deseo por el cuerpo de una mujer. Esa combinación de promiscuidad
y religión, es la que finalmente pretende que purifique sus más oscuras
pasiones. Se sintió por eso muy consolado de saber que el poeta y predicador
John Donne, ya había comparado el sexo duro con el amor de Cristo en 1609. El
problema es que cuando libros como El Cantar de los Cantares utilizan el sexo
como analogía o ejemplo de la relación de Dios con su pueblo, no están
declarando el sexo como una actividad espiritual en sí misma.
Se ha especulado
mucho sobre la relación entre el orgasmo y el éxtasis místico. Se dice que
ambos muestran una misma intensidad y pérdida del ego, como si así se pudiera
trascender este mundo, perdiéndose en la identidad de otro. Lo cierto es que
para nuestro occidente materialista, el orgasmo ya no expresa ninguna verdad
profunda. El sexo ha ocupado el lugar de la religión. Y como dice Malcolm
Muggeridge, "el erotismo es el único misticismo que ofrece el
materialismo".
DOS CAMINOS
La religión de
Gaye se convierte así en el triste ejemplo de a dónde llega esa espiritualidad,
como nos muestra Steve Turner en su magistral biografía. Al final de su vida no
hace más que leer Apocalipsis y ver pornografía. Se relaciona sólo con
prostitutas y un público que utiliza como sustituto a otra compañía sexual,
mientras vive dominado por la enfermiza relación con su padre, la adicción a
las drogas y su enfermiza inseguridad por su virilidad. Esos son los frutos de
"vivir para la carne". Por eso el apóstol Pablo nos advierte en
Romanos 8:13 que "si vivimos conforme a la carne, moriremos; pero si por
el Espíritu hacemos morir las obras de la carne, viviremos".
Hay dos caminos
aquí. Uno presenta una vida aparente, basada en la autoindulgencia, pero cuyo
final es la muerte. Y una muerte que en realidad nos lleva a la vida.
"Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu
es vida y paz" (Ro. 8:6). ¿Cómo podemos entonces dejar de vivir para la
carne?, ¿cumpliendo la Ley que enseñaba el padre de Gaye?, ¿haciendo los Diez
Mandamientos que se repiten cada domingo en La Casa de Dios? No, contesta
Pablo, "porque es imposible para la ley librarnos de la ley del pecado y
de la muerte" (vv. 2-3). Hace falta otra la ley, ¡la del Espíritu de vida
en Cristo Jesús!
"Dios,
enviando a su hijo, en semejanza de carne de pecado, condenó al pecado en la
carne, para que la justicia de Cristo se cumpliese en nosotros" (Ro.
8:3-4). Al estar unidos así a Él por la fe, recibimos la justicia de Dios, por
la que ya no hay "ninguna condenación" (v. 1). Su Espíritu hace que
ya no andemos "conforme a la carne" y pensemos en "las cosas del
Espíritu" (v. 5). Tenemos así una deuda de gratitud, "no a la carne,
para que vivamos conforme a la carne" (v. 12), si no que "por el
Espíritu hacemos morir las obras de la carne", Porque, o matas el pecado,
o el pecado te mata a ti. Y sólo hay una forma de hacerlo: ¡Por el Espíritu de
vida que hay en Cristo Jesús!
_____
De ENTRELÍNEAS,
26/05/2009
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