CARLOS CRESPO
En los
últimos sesenta años, por lo menos en tres periodos históricos, intelectuales
bolivianos, la mayoría provenientes de la izquierda, se han articulado o fueron
cooptados por el poder estatal dominante de ese momento. Son los que diseñaron
estrategias y políticas públicas de los gobiernos de turno, pero también son
los que elaboran el marco teórico, interpretan y legitiman tales procesos,
considerados “revolucionarios”. Son generaciones enteras de académicos y
escritores que fueron engullidos por la maquinaria estatal.
El 52’,
fueron los Zavaleta, Ayala Mercado, Urquidi, Céspedes, como militantes del MNR
o que hicieron “entrismo” al partido de gobierno, quienes “explicaron” la
“revolución anti-imperialista”, y/o diseñaron las reformas agraria, urbana o
las nacionalizaciones; durante el segundo periodo emenerrista, fueron los
Toranzo, Lazarte, Antezana, Molina, que justificaron al “Gonismo” como salida a
la crisis del “nacionalismo revolucionario”. Hoy, con el “proceso de cambio”,
son los Linera, Calderón, Mayorga, que continúan tal pulsión.
Desde la
Vicepresidencia se ha creado el Centro de Investigaciones Sociales (CIS),
verdadero “think thank” estatal donde investigadores y cientistas sociales
están produciendo la “verdad” del Estado Plurinacional, re-elaborando la historia
nacional para justificar el “gobierno indígena”, pues como en la película de
Jorge Sanjinés (otro intelectual afiliado), los quinientos años de colonialismo
y exclusión indígena concluyen con Evo Morales viajando en el teleférico.
Actualmente, de acuerdo a una agenda previamente definida, el CIS es el
principal financiador de investigaciones y tesis en el país, por encima de las
universidades o centros independientes como el PIEB.
Este 2019
negras tormentas se avecinan sobre la democracia boliviana, y existen múltiples
rostros que la visualizan: un presidente que aprovecha su mayoría parlamentaria
y el control sobre los poderes judicial, electoral, para buscar re elegirse
recurriendo a todos los medios posibles, la mayoría ilegales, vulnerando normas
vigentes, particularmente la Constitución. El argumento para lograrlo, que es
“un pedido del pueblo”, es típico de dictadores emergentes. Un gobierno que
criminaliza y persigue a opositores, defensores de DDHH, activistas disidentes,
y todo aquel que piense y actúe diferente al guion del Estado plurinacional. A
nombre de establecer un régimen hegemónico, una administración gubernamental
que busca el control total del país y sus instituciones, incluyendo sindicatos,
organizaciones sociales de base, las universidades autónomas. Más aún, un
gobierno que ha convertido el montaje y el espectáculo como método de gestión
pública para imponer el terror y el miedo en la población. En suma, la
democracia en Bolivia está hoy amenazada.
A pesar de
esta realidad, que solo reproduce experiencias autoritarias similares en otros
países del llamado “socialismo del siglo XXI”, como Venezuela, Nicaragua o
Cuba, hay intelectuales afines al “gobierno de los movimientos sociales” que
tienen una lectura diferente del “proceso de cambio” boliviano. Justamente, uno
de estos “maestros pensadores” del “gobierno de los movimientos sociales”, en
una conferencia internacional, realizó una exposición con el título “Proceso
político boliviano: democracia en disputa”. Detrás del título, se
hallan algunos supuestos teóricos, necesarios de un par de apuntes críticos. La
primera es considerar que los actores sociales en el país, no solo se hallan en
las mismas relaciones de fuerza, sino que actúan “habermasianamente”,
desplegando comportamientos comunicacionalmente racionales, sea para construir
consensos o expandir la hegemonía de un actor sobre los demás. No hay tal, en
el mundo real operan relaciones de poder y dominación, y en el caso boliviano,
un actor político, el MAS, bajo la jefatura de su “gran timonel” el que busca
imponer su voluntad, por las buenas o las malas, por tanto no hay disputa por
dar “sentido” a la democracia, sino libertades individuales y colectivas en
proceso de ser criminalizadas y conculcadas.
Para los
académicos e intelectuales que defendemos el pensar crítico y autónomo, es hora
de empezar a desmontar los postulados y argumentos de estos operadores del
“Estado plurinacional”, expresión de la servidumbre voluntaria en el
conocimiento. Ese será nuestro aporte a la defensa de las libertades
democráticas en Bolivia.
Cochabamba,
enero 2019
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De SOCIEDAD
DE AMIGOS CONTRA EL ESTADO, 04/01/2019
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