MAURIZIO BAGATIN
Un caminar
rimbaudiano o aquel de Ceronetti, reviviendo las horas de Leopold Bloom. El
viaje de Roberto Calasso inicia en el vientre de su madre, en donde ya estaba
leyendo los mitos que al hombre siguen siendo necesarios. Útiles. Donde sea, el
hombre de ellos se ha nutrido.
Salen
frases cortas y silenciosas, un barco que recorre toda la Mitteleuropa, el
Edipo de Freud y la poesía de Wisława Szymborska, los elzevirios de Karl Kraus;
siguiendo el eco de una voz trágica, el coro de la tragedia griega, el
idealismo en la música y en la filosofía, el pragmatismo en el derecho y en la
racionalidad, amar Atenas y Roma, sobre todo Grecia. Y, luego proseguir el
camino, las huellas de los pasos del Magno Alejandro hasta la orilla del
Ganges, un Nirvana, Gilgamesh, más allá el misterioso poder del Shangri-La.
El viaje de
Roberto Calasso es el viaje de Bobi Bazlen, los libros de los demás, los libros
que nunca fueron escritos, los nunca leídos, la palabra aún ausente, y la
última. El libro de todos los libros. Sentándose en el paraíso de Borges, en la
Babel de un imposible esperanto, dialogan el filósofo de una teología
escandalosa y el gnóstico tenaz; el pensamiento que no derrotó Auschwitz y el Ecce
Homo. Seguimos andando, en el silencio de oro miramos la biblioteca de
Alejandría, toda aquella belleza que es el decurso de la ética, un cuadro de
Tiépolo, los sueños, las alegorías, los símbolos de Kafka, todo su misterio aún
intacto. Miles y miles de leyendas hasta la noche de la sola leyenda.
Es Cioran,
Naipaul, Valéry, pero también Pollan, Morselli y Giordano Bruno, Roberto
Calasso fue el editor del buen gusto, desafiando todas las modas. Como un perro
que huele las trufas en los bosques, el ratón de biblioteca que evitó al topo
de Marx, andando siempre en dirección obstinada y contraria, en los
momentos muertos de un día de canícula del verano o frente a una ardiente
chimenea en el profundo invierno, agarrando un libro y viajando, encontrando lo
que otros no encontraron, no quisieron encontrar y ni siquiera olieron o vieron
de lejos.
Adelphi, es muerte y renacimiento, es el
color pastel y la gráfica del voluptuoso Aubrey Vincent Beardsley, una escena
de La grande belleza, otro papel. Desde su inicio, la fábula fueron eros
y psique, el abrazo del logos con el mythos. Roberto Calasso
nos invitó en ordenar los libros por nuestro amor a los libros… todos sus
misteriosos personajes, que eran nuestras necesidades, las efímeras y las
empíricas, las estéticas o las hedonísticas, iban a salir de a poco a poco, así
un revés de Thomas Bernhard, una multitud de Pessoa o un epígrafe de Canetti…
por la cultura, ofrecer y ofrecerse, un darse siempre, contar y contarse sentados
como Flaubert, caminando como Nietzsche.
Tengo un
retrato silencioso de él, del silencio de oro que tanto amaba; a los 13 años ya
había leído toda le Recherche de Proust, y enamorarse del olor de un
libro recién salido de la imprenta, que necesita al lector, igual que el pan
recién salido del horno necesita del hambre. El conocimiento y el estómago, la
mente y el cuerpo… mientras en la brousse africana me deleitaba leyendo Ka…
07 de agosto 2021
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