MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
La fotografía de
Céline es inédita y la aporta Marc-Édouard Nabe en una entrevista publicada en
sus Nabe's News, Bagatelle pour un Klarsfeld, en la que aparece sin tapujos no Céline,
sino el propio Nabe, escritor a contarpelo, con más talento literario que
Hallier. Curiosa la deriva de estos escritores que empezaron en Tel-Quel,
como Philippe Muray o Nabe. Muray escribió un Céline, editado
por Seuil, que juzgo imprescindible –además de muchos ensayos más breves–, y
Nabe una novela, Lucette, sobre la esposa de Céline, Lucette
Almanzor que me parece muy superior a la reciente biografía de David Alliot,
Madame Céline, de la que BiblioObs se hacia eco titulando una información sobre
ella diciendo que Céline padecía impotencia sexual. Bien, así las cosas,
con o sin panfletos antisemitas de por medio, Céline está lejos de haber pasado
a las sentinas de la literatura, ese limbo de los clásicos. Céline y sus
exégetas siguen provocando, irritando, cosechando aplausos, posicionando de
manera ideológica, a veces inevitable, a sus lectores. ¿Los tiene?
Seguramente, pero también es una recurrente trinchera ideológica, un
pretexto, cómo, para hablar de antisemitismo que no se denuncia en múltiples y
diarias manifestaciones sociales. Céline pro o contra, al margen de su petite
musique, a eso se suele reducir un debate que raras veces es literario.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 06/02/2018
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