Rosita Forbes es
una de esas viajeras y escritoras de viajes que no dejan indiferente, así que
no dudé en adquirir este libro en cuanto me topé con él en la librería de
viajes Altaïr. Ya había leído sus andanzas por
Uzbekistán, Irán y Afganistán, en el título que acertadamente llamó La ruta prohibida. Sabía que era una mujer de armas tomar, y con
un gran sentido del humor.
Pongámonos en
situación: nacida a finales del s. XIX, un matrimonio que acabó en divorcio
hizo que esta dama inglesa empezara a recorrer mundo en los destinos coloniales
de su país.
Tras el divorcio,
recuperando o más bien estrenando su independencia, se lanzó a recorrer el
mundo. Por supuesto disponía de un colchón de dinero y contactos que hacía todo
más fácil pero... en la primera mitad del siglo XX, siendo mujer, sola,
utilizando todo tipo de transportes, no dudando en disfrazarse para entrar
en lugares prohibidos (sobre todo a las féminas, pero en general a los
extranjeros), aprendiendo a hablar árabe, y con una buena dosis de humor y
paciencia... no le vamos a quitar mérito sino todo lo contrario!
Viajes que por
necesidad debían durar meses y contaban con una buena dosis de riesgo. Ya entonces había conflictos, guerras,
lugares en los que cualquier extranjero era sospechoso, y por supuesto gente
dispuesta a robar, estafar o quién sabe qué al viajero. Pero también, como
ahora, el mundo existía y era practicable en buena parte de sus regiones.
Yo creía que
Rosita había circulado fundamentalmente por Asia, pero entonces me encuentro
con este título ya de por sí rompedor: Esas mujeres llamadas
SALVAJES, y con él una vuelta al mundo!!
En realidad es un
compendio de relatos escritos a base de sus recuerdos y con un objetivo:
contar las historias de sus encuentros con mujeres de todo tipo y
condición, de muchos rincones del mundo: esclavas, grandes señoras,
mujeres que viven atrapadas en el harén, mujeres revolucionarias en Rusia y
Asia Central (Azerbaiyán, Kurdistán), mujeres del fuego en la Guyana Holandesa.
Vamos saltando de
la Amazonia a Turquía, pasando por supuesto por Tíbet, Java, Siria, China en
plena guerra... De los ritos sagrados a las costumbres y modos de vida que a
Rosita más le chocan, y que no deja por ello de comparar o de criticar si así
lo cree conveniente. De una cárcel china a la penumbra de la selva o los ritos
de vudú.
¡Menudo carácter,
menuda vida!
No es un libro
"para mujeres", que conste, dado que hay muchas historias
entrelazadas y también hay hombres protagonistas de las mismas. Tampoco es un
libro escrito en clave femenina. Rosita Forbes era una mujer sumamente
práctica, y en buena medida se tenía que despojar de su feminidad para sobrevivir
y seguir camino, aunque nunca del todo...
Sí es un
libro para pasarlo muy bien y para imaginar los paisajes y ambientes
que con calidad fotográfica Rosita describe magníficamente, sin que haya
palabras de más.
En Miani,
lugar famoso por el tamaño y apetito de sus insectos, el telegrafista, al que
un enjambre embravecido había despertado de la modorra, me ofreció "una
habitación muy limpia perfectamente dispuesta para que yo la ocupara".
Subimos al sitio y me encontré con un hombre despatarrado sobre la cama,
roncando. Sin ceremonia alguna, lo sacaron a rastras de aquella
"habitación muy limpia", copiosamente provista de escupideras y,
después de echarlo, arrojaron la ropa de cama por la ventana. Pero a la hora,
más o menos, el hombre regresó a presentar sus más humildes disculpas y a
recoger sus menos discretas y, por tanto, inefables, pertenencias. Así que
lamenté que antes del amanecer apareciera el conductor voceando: "oh,
noble señora de gran fortaleza, es tan tarde que vamos a envejecer de camino a
Tabriz", lo cual significaba que quería ponerse en marcha.
Quizá mi
capítulo favorito es cuando se encuentra con Alexandra Dávid-Néel en un restaurante de
París. Se fijó en ella porque le resultaba
conocida pero no sabía de qué, y es que hacía no muchos años Rosita Forbes
había viajado por Tíbet y en el camino se encontró con una monja anacoreta con
la que no cruzó palabra pero... esos mismos ojos la miraban ahora unas mesas más
allá.
Resulta que esta
viajera no conocía a la otra gran viajera y escritora contemporánea, que sin
embargo ya era muy popular en la sociedad parisina, pues ya había viajado hasta
5 veces al territorio prohibido y había vivido en la misteriosa y lejana Lhasa.
Fueron
presentadas y Rosita cayó rendida a sus pies enseguida, pues la famosa dama
viajera, Alexandra: "poseía todas las virtudes, incluido el
sentido del humor (...) Su erudición le permitía redactar -en seis idiomas-
temas tales como 'Teoria individualistas de la filosofía china' y 'El budismo
contemporándeo en contraposición a las enseñanzas de Buda', pero hablaba de
forma directa y natural. Su boca se abría en una amplia sonrisa. Ella
había sabido disfrutar de lo que a otros les habría parecido intolerable.
Quedémonos, pues,
con este libro de Rosita Forbes que sin duda es una buena elección para soñar,
viajar con la mente y acordarnos en nuestros próximos viajes de esa mirada que
se fija en los detalles y disfruta de la vida con poco material y mucha
voluntad, que al fin y al cabo es de lo que se trata ¿no?
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De LEER Y VIAJAR,
30/12/2014
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