“L'autunno negli occhi l'estate nel cuore, la
voglia di dare l'istinto di avere” - Fabrizio De André -
El gringo
loco, así lo llamaban en Cochabamba, viéndolo pasar con su bicicleta a
motor: había adaptado el motor de una cortadora de pasto a la rueda trasera de
su mountain bike y así andaba que parecía volando por las calles aún semivírgenes de la Llajta… una noche se
presentó al Marangatú, el pequeño restaurante que con mi esposa intentaba ser
nuestro principio de responsabilidades…
los hijos, el presente, el futuro, sueño, ilusión, utopía… Marangatú: todo lo mejor de tu vida. Empezó hablándome de salsas de
tomate y de la historia del pomodoro,
de la solanácea que más tardó en introducirse y hacerse reconocer en el viejo
continente, me habló de la Taranta, de aquel baile alucinante y embriagador que acompaña y alivia el sudor del trabajo
campesino de su tierra, el Salento, tierra
tan cerca de Grecia y tan demasiado Italia, y siguió, con esta su profunda
poética como la de Esopo, historiadora como la de Herodoto, hablándome de los
olivos, de la posibilidad de hacer aceite de oliva también aquí, en Bolivia.
¿Porque no, si existen plantas de olivos en plena producción y a pesar de su
abandono, en la Plaza Humboldt de La Paz? En la ciudad de la eterna primavera
sería aún más fácil…
Después de tres días ya estaba viviendo con nosotros, aunque su traslado resultó ser una misión imposible: desde Sausalito tuvimos que llevarnos todos los inimaginables inventos de Giovanni, casi me olvidaba así se llama el gringo loco… y un Arquímedes posmoderno, un Leonardo Da Vinci contemporáneo como es él, viajaba con todas las ideas y toda su voluntad, luego en los lugares adonde se instalaba obraba su dran paciente y caótico, siempre humanísticamente proyectado hacia la convivialidad pacífica y constructiva… así nos llevamos prototipos de molinos, arquetipos de prensas, modelos de extractoras y despulpadoras de tomate, tentativos de tapadoras y selladoras de botellas, muestras de moledoras y ollas, planchas de acero, soldadoras, taladros, cachivaches, libros (Arqueología del desarrollo de Wolfgang Sachs, una hoya, queda entre los dones que me introdujeron en este paciente y lúcido mundo del decrecimiento, y así música, discos de taranta y música clásica que siempre lo acompañaron: Carataranta ahora me acompaña mientras preparo la salsa de tomate…).
Después de tres días ya estaba viviendo con nosotros, aunque su traslado resultó ser una misión imposible: desde Sausalito tuvimos que llevarnos todos los inimaginables inventos de Giovanni, casi me olvidaba así se llama el gringo loco… y un Arquímedes posmoderno, un Leonardo Da Vinci contemporáneo como es él, viajaba con todas las ideas y toda su voluntad, luego en los lugares adonde se instalaba obraba su dran paciente y caótico, siempre humanísticamente proyectado hacia la convivialidad pacífica y constructiva… así nos llevamos prototipos de molinos, arquetipos de prensas, modelos de extractoras y despulpadoras de tomate, tentativos de tapadoras y selladoras de botellas, muestras de moledoras y ollas, planchas de acero, soldadoras, taladros, cachivaches, libros (Arqueología del desarrollo de Wolfgang Sachs, una hoya, queda entre los dones que me introdujeron en este paciente y lúcido mundo del decrecimiento, y así música, discos de taranta y música clásica que siempre lo acompañaron: Carataranta ahora me acompaña mientras preparo la salsa de tomate…).
Aquel año, año de
canícula para Europa y de alarma climática para toda Sudamérica, fue
extraordinariamente productivo para los olivos presentes en Cochabamba,
cosechamos aceitunas en el Parque del Poeta, al borde del Río Rocha, en el
Country Club, en los bordes de las canchas de fútbol del Félix Capriles, en el
ex IBTA de San Benito, adonde existió un día un centro experimental con la
presencia de más de dos mil plantas de olivos, introducidas desde Argentina por
el ingeniero Saavedra, visionario y olvidado agrónomo cochabambino. Cosechamos
adonde había una planta de olivo y adonde los disponibles dueños de casas nos
abrieron sus puertas, entusiastas con ser partícipes de tan innovadora
iniciativa. No todo fue delicia, la cruz de la envidia fue echada por el
entonces presidente del colegio de abogados de Cochabamba, el cual viviendo en
la calle Ribereña sostenía que las plantas de olivos eran de propiedad de la
OTB a la cual el pertenecía, y que nada valía la autorización que teníamos,
emitida por EMAVRA. Cosechamos lo que pudimos y sin polémicas nos retiramos… el
1º de mayo, en contra de todos mis tentativos de persuasión Giovanni quiso
cosechar, transcurrimos alegremente el día de los trabajadores encima de las
plantas de olivos, en el Parque del Poeta: una de sal y una de arena para el
arte que es el sucio trabajo que alguien tiene que desenvolver…
Molimos día y
noche todas las aceitunas cosechadas, la primera “spremuta” en casa es aún
recordada por la mancha que dejó una chisgueteada de aceitunas sobre una de las
paredes ( como un fresco de Giotto la dejamos… y ahí permanece, obra de arte de
nuestra aventura que es la vida misma…) y por el pan que tuve que buscar hacia
las tres de la mañana, pan que el mismo Giovanni quiso hacer humedecer con las
primeras gotas del oro amarillo que
dulcemente bajaban de la prensa, enésima invención del gringo loco. La emoción fue fuerte, el primer aceite de oliva
boliviano nació entre las paredes de la casa desde adonde ahora estoy
escribiendo esta nota. Logramos extraer alrededor de 600 litros de aceite de
oliva extra virgen, una cantidad increíble, muchos lo probaron, amantes de la
buena e sana cocina, burócratas “perditempo”, funcionarios oenegeistas sin
sentimientos y muchos caseritos (los
clientes de las ferias a las cuales asistíamos y seguimos asistiendo), lo probó
el Arzobispo de Cochabamba Tito Solari y casi todos los miembros efectivo e inefectivos de la Caritas
boliviana.
El aceite de
oliva elaborado en Cochabamba era noticia, en diciembre de aquel año
participamos a la primera ECO Feria de Cochabamba y allí la presencia y la
oferta del aceite fue un suceso, desencadenó interés entre privados (que ya
sacaban ganancias…) y ong (que ya veían financiados nuevos proyectos…), toda
esta excitación nos ilusionó pero fueron promesas de marineros.
Luego fueron las asceblasti, nunca estoy seguro de que se
escriba así, nos enseñó a prepararla con amor y maestría, largas charlas para
hacernos conocer una receta tan noble y nunca llevada al comercio, estas exblatti (del griego antiguo): informe, casi un despreciativo para una
receta buenísima, hecha a uso y consumo
de panaderos, pizzaioli, de quienes
trabajan en los hornos, hecha con la masa recuperada, a la cual se le añade lo
que se encuentra: tomates, aceitunas,
zucchini, frutos del campo y de la estación… mientras charlábamos y él
tomaba interminables tazas de mate de coca y nosotros acullicábamos… así largas
pedaleadas para buscar un buen electricista o un tornero, todos metidos en
conseguir la mejor compañía de transporte hacia Argentina. Una noche Giovanni
fue al cine, lo de la Alliance Francaise
y lo vimos volver cabizbajo: “¿Cómo se
puede ver una película adonde una mujer escapa, escapa siempre, después de
haber hecho matar el marido…?”, había visto Ascensor para el cadalso de Louis Malle, y aquella noche ni las
aplastantes notas de Miles Davis pudieron tocar el ánimo del gringo loco. Se
fue a dormir triste, creo que aquella Jeanne Moreau se parecía a uno de sus
amores perdidos, en el Salento o en la Milán adonde frecuentaba Dario Fo y su
compañía teatral.
Otra noche la
transcurrimos hablando hasta el dilúculo, yo de un amor dejado y el de un
periodo que había vivido, como yo, en Castel del Rio, entre los Apeninos
emilianos que miran con nostalgia a la Romagna, allá abajo… luego, antes de que
llegue el invierno viajó hacia Carmen de Patagones, un viaje homérico, al cual
supo dar prueba de cuanto Borges escribió: “dime cómo te llamas y te diré quién
eres”, apunto él se llama Giovanni de nombre pero Pellegrino de apellido. En
Catamarca logró convencer al conductor del bus de que tenía que realizar una
diligencia urgente, y así hizo parar el bus por todo el tiempo que le fue
necesario para ir hasta el vivero de una amiga, comprar cien plantas de olivos
y organizar el despacho, contrabando
hormiga, traslado y bus desde Yacuiba hasta Cochabamba, así siempre
funambulesco e imprevisible el gringo
loco.
Transcurrieron
dos meses de su partida y un día el cartero se acerca entregándome un paquete
insólito, insólito debido al nombre del destinatario que llevaba, el cual debía
ser un tal Maurizio Valverde, o sea mi nombre y el apellido de mi esposa… adentro
un celular con cadena enganchada, una cadena con las que uno podría llevar a
pasear su perrito… pero a esto estaba acostumbrado Giovanni, quedarse siempre a
una distancia de seguridad de su celular. Para no perderlo.
Pasó el tiempo,
el gringo loco y sus peripecias
siguieron, a través de este Aleph que
es hoy en día el internet, en esta página que fue Zollino nel mondo, Giovanni lanzó otra vez una de sus geniales
iniciativas, y esta vez me siento culpable de no haber seguido a la letra sus indicaciones…
en lugar de confiar en la burocrática y
decadente institución académica estatal boliviana… que lanzaron la
iniciativa de “Mille olivi per Cochabamba”(mil olivos por Cochabamba) a
plantarse en un parque o en varios parques, para sensibilizar y hacer conocer
las potencialidades del olivo. Confié en la universidad y con el financiamiento
recibido apoyamos una tesis de laurea que debía realizar la reproducción por
tálea de las mil plantas de olivo: el laureando se esfumó y las plantas
resultaron ser no más de veinte.
El gringo loco
sigue en plena forma, en su Salento guía a los jóvenes que vuelven a la tierra,
sigue sembrando cultura y tecnologíe
appropriate (tecnologías que sean utópicas) soñando que su juguete de la
tercera edad podría ser la olivicultura en Bolivia… cada vez que nos hablamos
me pregunta: “¿cuándo es el momento?”
Mientras, gocen
con esta versión de Paco Ibañez de una poesía de Miguel Hernández, dedicada a
los olivos de Andalucía, quizás esta poesía y la poesía del gringo loco inspire a otro poeta
palabras para los olivos de la Llajta.
Nota: esta breve
nota acompañó una publicación de Giovanni y se puede leerla en italiano en su
perfil Facebook. Aquí va levemente aumentada.
Agosto 2018
Qué interesante narración, de un personaje genial....y creo que esta tierra valluna nuestra, tan arida, debiera ser de olivos y aceitunas porque de altivos nos queda poco..
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