Monday, August 20, 2018

El gringo loco

MAURIZIO BAGATIN  

“L'autunno negli occhi l'estate nel cuore, la voglia di dare l'istinto di avere” - Fabrizio De André - 
                                                                                                                                                                             El gringo loco, así lo llamaban en Cochabamba, viéndolo pasar con su bicicleta a motor: había adaptado el motor de una cortadora de pasto a la rueda trasera de su mountain bike y así andaba que parecía volando por las calles aún semivírgenes de la Llajta… una noche se presentó al Marangatú, el pequeño restaurante que con mi esposa intentaba ser nuestro principio de responsabilidades… los hijos, el presente, el futuro, sueño, ilusión, utopía… Marangatú: todo lo mejor de tu vida. Empezó hablándome de salsas de tomate y de la historia del pomodoro, de la solanácea que más tardó en introducirse y hacerse reconocer en el viejo continente, me habló de la Taranta, de aquel baile alucinante y embriagador que acompaña y alivia el sudor del trabajo campesino de su tierra, el Salento, tierra tan cerca de Grecia y tan demasiado Italia, y siguió, con esta su profunda poética como la de Esopo, historiadora como la de Herodoto, hablándome de los olivos, de la posibilidad de hacer aceite de oliva también aquí, en Bolivia. ¿Porque no, si existen plantas de olivos en plena producción y a pesar de su abandono, en la Plaza Humboldt de La Paz? En la ciudad de la eterna primavera sería aún más fácil…                   

Después de tres días ya estaba viviendo con nosotros, aunque su traslado resultó ser una misión imposible: desde Sausalito tuvimos que llevarnos todos los inimaginables inventos de Giovanni, casi me olvidaba así se llama el gringo loco… y un Arquímedes posmoderno, un Leonardo Da Vinci contemporáneo como es él, viajaba con todas las ideas y toda su voluntad, luego en los lugares adonde se instalaba obraba su dran paciente y caótico, siempre humanísticamente proyectado hacia la convivialidad pacífica y constructiva… así nos llevamos prototipos de molinos, arquetipos de prensas, modelos de extractoras y despulpadoras de tomate, tentativos de tapadoras y selladoras de botellas, muestras de moledoras y ollas, planchas de acero, soldadoras, taladros, cachivaches, libros (Arqueología del desarrollo de Wolfgang Sachs, una hoya, queda entre los dones que me introdujeron en este paciente y lúcido mundo del decrecimiento, y así música, discos de taranta y música clásica que siempre lo acompañaron: Carataranta ahora me acompaña mientras preparo la salsa de tomate…).

Aquel año, año de canícula para Europa y de alarma climática para toda Sudamérica, fue extraordinariamente productivo para los olivos presentes en Cochabamba, cosechamos aceitunas en el Parque del Poeta, al borde del Río Rocha, en el Country Club, en los bordes de las canchas de fútbol del Félix Capriles, en el ex IBTA de San Benito, adonde existió un día un centro experimental con la presencia de más de dos mil plantas de olivos, introducidas desde Argentina por el ingeniero Saavedra, visionario y olvidado agrónomo cochabambino. Cosechamos adonde había una planta de olivo y adonde los disponibles dueños de casas nos abrieron sus puertas, entusiastas con ser partícipes de tan innovadora iniciativa. No todo fue delicia, la cruz de la envidia fue echada por el entonces presidente del colegio de abogados de Cochabamba, el cual viviendo en la calle Ribereña sostenía que las plantas de olivos eran de propiedad de la OTB a la cual el pertenecía, y que nada valía la autorización que teníamos, emitida por EMAVRA. Cosechamos lo que pudimos y sin polémicas nos retiramos… el 1º de mayo, en contra de todos mis tentativos de persuasión Giovanni quiso cosechar, transcurrimos alegremente el día de los trabajadores encima de las plantas de olivos, en el Parque del Poeta: una de sal y una de arena para el arte que es el sucio trabajo que alguien tiene que desenvolver…        

Molimos día y noche todas las aceitunas cosechadas, la primera “spremuta” en casa es aún recordada por la mancha que dejó una chisgueteada de aceitunas sobre una de las paredes ( como un fresco de Giotto la dejamos… y ahí permanece, obra de arte de nuestra aventura que es la vida misma…) y por el pan que tuve que buscar hacia las tres de la mañana, pan que el mismo Giovanni quiso hacer humedecer con las primeras gotas del oro amarillo que dulcemente bajaban de la prensa, enésima invención del gringo loco. La emoción fue fuerte, el primer aceite de oliva boliviano nació entre las paredes de la casa desde adonde ahora estoy escribiendo esta nota. Logramos extraer alrededor de 600 litros de aceite de oliva extra virgen, una cantidad increíble, muchos lo probaron, amantes de la buena e sana cocina, burócratas “perditempo”, funcionarios oenegeistas sin sentimientos y muchos caseritos (los clientes de las ferias a las cuales asistíamos y seguimos asistiendo), lo probó el Arzobispo de Cochabamba Tito Solari y casi todos los miembros efectivo e inefectivos de la Caritas boliviana.

El aceite de oliva elaborado en Cochabamba era noticia, en diciembre de aquel año participamos a la primera ECO Feria de Cochabamba y allí la presencia y la oferta del aceite fue un suceso, desencadenó interés entre privados (que ya sacaban ganancias…) y ong (que ya veían financiados nuevos proyectos…), toda esta excitación nos ilusionó pero fueron promesas de marineros.

Luego fueron las asceblasti, nunca estoy seguro de que se escriba así, nos enseñó a prepararla con amor y maestría, largas charlas para hacernos conocer una receta tan noble y nunca llevada al comercio, estas exblatti (del griego antiguo): informe, casi un despreciativo para una receta buenísima, hecha a uso y consumo de panaderos, pizzaioli, de quienes trabajan en los hornos, hecha con la masa recuperada, a la cual se le añade lo que se encuentra: tomates, aceitunas, zucchini, frutos del campo y de la estación… mientras charlábamos y él tomaba interminables tazas de mate de coca y nosotros acullicábamos… así largas pedaleadas para buscar un buen electricista o un tornero, todos metidos en conseguir la mejor compañía de transporte hacia Argentina. Una noche Giovanni fue al cine, lo de la Alliance Francaise y lo vimos volver cabizbajo: “¿Cómo se puede ver una película adonde una mujer escapa, escapa siempre, después de haber hecho matar el marido…?”, había visto Ascensor para el cadalso de Louis Malle, y aquella noche ni las aplastantes notas de Miles Davis pudieron tocar el ánimo del gringo loco. Se fue a dormir triste, creo que aquella Jeanne Moreau se parecía a uno de sus amores perdidos, en el Salento o en la Milán adonde frecuentaba Dario Fo y su compañía teatral. 

Otra noche la transcurrimos hablando hasta el dilúculo, yo de un amor dejado y el de un periodo que había vivido, como yo, en Castel del Rio, entre los Apeninos emilianos que miran con nostalgia a la Romagna, allá abajo… luego, antes de que llegue el invierno viajó hacia Carmen de Patagones, un viaje homérico, al cual supo dar prueba de cuanto Borges escribió: “dime cómo te llamas y te diré quién eres”, apunto él se llama Giovanni de nombre pero Pellegrino de apellido. En Catamarca logró convencer al conductor del bus de que tenía que realizar una diligencia urgente, y así hizo parar el bus por todo el tiempo que le fue necesario para ir hasta el vivero de una amiga, comprar cien plantas de olivos y organizar el despacho, contrabando hormiga, traslado y bus desde Yacuiba hasta Cochabamba, así siempre funambulesco e imprevisible el gringo loco.

Transcurrieron dos meses de su partida y un día el cartero se acerca entregándome un paquete insólito, insólito debido al nombre del destinatario que llevaba, el cual debía ser un tal Maurizio Valverde, o sea mi nombre y el apellido de mi esposa… adentro un celular con cadena enganchada, una cadena con las que uno podría llevar a pasear su perrito… pero a esto estaba acostumbrado Giovanni, quedarse siempre a una distancia de seguridad de su celular. Para no perderlo.

Pasó el tiempo, el gringo loco y sus peripecias siguieron, a través de este Aleph que es hoy en día el internet, en esta página que fue Zollino nel mondo, Giovanni lanzó otra vez una de sus geniales iniciativas, y esta vez me siento culpable de no haber seguido a la letra sus indicaciones… en lugar de confiar en la burocrática y decadente institución académica estatal boliviana… que lanzaron la iniciativa de “Mille olivi per Cochabamba”(mil olivos por Cochabamba) a plantarse en un parque o en varios parques, para sensibilizar y hacer conocer las potencialidades del olivo. Confié en la universidad y con el financiamiento recibido apoyamos una tesis de laurea que debía realizar la reproducción por tálea de las mil plantas de olivo: el laureando se esfumó y las plantas resultaron ser no más de veinte.

El gringo loco sigue en plena forma, en su Salento guía a los jóvenes que vuelven a la tierra, sigue sembrando cultura y tecnologíe appropriate (tecnologías que sean utópicas) soñando que su juguete de la tercera edad podría ser la olivicultura en Bolivia… cada vez que nos hablamos me pregunta: “¿cuándo es el momento?”  

Mientras, gocen con esta versión de Paco Ibañez de una poesía de Miguel Hernández, dedicada a los olivos de Andalucía, quizás esta poesía y la poesía del gringo loco inspire a otro poeta palabras para los olivos de la Llajta. 


Nota: esta breve nota acompañó una publicación de Giovanni y se puede leerla en italiano en su perfil Facebook. Aquí va levemente aumentada.
Agosto 2018 

1 comment:

  1. Qué interesante narración, de un personaje genial....y creo que esta tierra valluna nuestra, tan arida, debiera ser de olivos y aceitunas porque de altivos nos queda poco..

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