FÉLIX TERRONES
Conversando
con una amiga peruana, también exiliada en Europa, acerca de la última
publicación de Gabriela Wiener, caemos en lo poco que la ficción peruana de los
últimos años aborda ser cholo, ser indio o marrón; en suma, el racismo de
nuestra sociedad. Quizá me equivoque, pero hasta parece que nuestros narradores
actuales le dan la espalda al racismo. No es una cuestión de falta de
precedentes, al menos no en nuestra literatura. Tenemos ficciones como “La
ciudad y los perros” o “El zorro de arriba y el zorro de abajo” en las que se
desnuda a nuestra sociedad en toda su violencia racial, que no es más que una
tara colonial. Sin necesidad de acudir a novelas, pienso en José María Arguedas
y en un cuento tan breve como “El sueño del pongo” donde ficcionaliza, con
maestría y humor, el racismo secular sobre el que se sostienen todas nuestras
injusticias. La literatura abre zanjas, cava túneles para alcanzar los nudos de
nuestra sociedad, sin buscar desatarlos, sino que elabora metáforas, alegorías
de lo que somos, una sociedad fracturada que no se anima a mirarse al espejo y
vive del espejismo.
Y eso que
“El sueño del pongo” es un cuento breve y no una engorrosa novela como
“Contarlo todo” en la que el narrador se niega a utilizar la palabra “cholo”
como si tuviera miedo a llevar a la literatura, como si ya el autor se
censurara a sí mismo, aseptizando de esa manera un relato que, sin embargo,
juega mucho con el ascenso social que no racial. Estamos frente al espejismo de
la sociedad; precisamente, el espejismo que proyecta la posibilidad de
integrarse, borrando el pecado original de ser “cholo”.
¿Por qué
esa autocensura, esas omisiones, tantos rodeos? Hay muchas explicaciones, pero
son más bien autores como Wiener y antes Marco Avilés quienes se animan a
abordar nuestro racismo. La verdad los libros de ambos, Avilés y Wiener, me
dejaron más bien escéptico, pero por lo menos dejan pensando si es que la
crónica no es el nuevo espacio para llevar a la literatura lo racial, aún más
actual desde las últimas elecciones presidenciales. De ser el caso, ¿cómo
entender la eventual falta de interés de la ficción? Ojo, no se trata de
imponer temáticas pues la literatura es libre, claro está, sino simplemente de
entender que lo racial sea más explorado en términos cuantitativos por la
crónica (y otros géneros como el ensayo) que por la novela y el cuento.
Fotografía:
autorretrato de Martín Chambi.
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