JORGE MUZAM
Un borrego llama desesperadamente a su holgazana madre que dormita bajo los ciruelos. Ella, muy cansada tras el mastique matinal, no se toma la molestia de responder. Comienza enero y hace tanto calor en el valle de San Fabián que las alucinaciones de los caminos se alzan en multitudes. En la radio pronostican 42 grados para Llay-Llay. Nos sentamos bajo un parrón infranqueable a los rayos del sol. Marta trae una bandeja con frambuesas frías y dos libros bajo el brazo. El más grueso es de Borges y habla entre otras cosas de los dilemas morales de Nathaniel Hawthorne, así como de los innumerables manuscritos que quedaron inconclusos. Concordamos en que la obra maestra de Hawthorne es el cuento "Wakefield". Escruto el segundo libro. Tiene relatos de Bashevis Singer. Antes de que empiece mi lectura nos distrae una pareja de carpinteros que repiquetea en las ramas intermedias del viejo manzano. Bajo él, la Condesa de las Pulguitas, amarrada y furiosa, lanza tarascones a Ultrabook, el estilizado gato negro que la hostiliza. Leo en voz alta “Un amigo de Kafka” de Bashevis Singer. No me detengo ni para respirar. Es simplemente apasionante, una comiquísima cascada de narrativa digresionista muy apernada a la cotidianeidad judío polaca. El amigo de Kafka es Jacques Kohn, un ex actor venido a menos, escritor fracasado, impotente, alcohólico y sin un céntimo. Afirma haber conocido muy bien a Kafka, incluso haberlo invitado a un prostíbulo para que se hiciera hombre. Pero Kafka era demasiado tímido y huía hasta de las putas. Sin embargo, "se enamoró locamente de una actriz pedante y melodramática, madame Tschissik. Cuando pienso que Kafka amó a aquel ser y lo hizo objeto de sus sueños, siento lástima hacia los humanos y sus ilusiones. En fin, la inmortalidad no es demasiado remilgada". Kafka no sabía ser judío, no sabía ser hombre, no sabía vivir. Levanto la vista. Tatiana, siempre inquieta, escucha a su manera. Va y viene envuelta en su diminuto vestido floreado, deja ver su desnudez al trasluz, no lleva calzones y eso excita a los oidores más viejos, a ratos se ríe de quien sabe qué cosa, fotografía a los carpinteros, come albaricoques, espanta coliguachos y hasta me prepara mates.
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De CUADERNOS DE
LA IRA, blog del autor, 06/01/2014
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