JORGE MUZAM
Gabriel Salazar tiene razón en ciertas apreciaciones. A los buenos líderes sociales se los ha engullido baratamente el mismo sistema político que decían combatir. Por ejemplo, al historiador le dolió particularmente que a un líder que prometía tanto, como Iván Fuentes, se lo haya acaparado la Democracia Cristiana. De esa forma, desde dentro, se transformará en otro burgués inoperante con un suculento sueldo de 25 mil dólares mensuales.
Salazar tiene, además, asuntos personales pendientes con el Partido Comunista chileno. No es mi intención entrometerme en ese tormentoso idilio, sino sólo aportar por qué nunca fui comunista. Y la razón de fondo es la misma de Salazar. Los comunistas, tal como el resto de los grupos políticos, no escuchan, carecen de autocrítica, sólo se oyen a sí mismos, su letanía estática, obcecada en el tiempo. También quiero igualdad, fraternidad, justicia, pero creo que mi mente logra captar mejor la dinámica social, sus matices, adaptarse a las coyunturas y proponer mejores alternativas en la marcha.
Sin embargo, creo que el Partido Comunista chileno es fundamental para llevar adelante los cambios estructurales profundos que necesita tan urgentemente nuestra sociedad. Reconozco su contribución, conozco su historia, sólo creo que debiera avivar el seso y abrir la mirada a estos tiempos tan distintos de aquellos otros.
Sin embargo, creo que el Partido Comunista chileno es fundamental para llevar adelante los cambios estructurales profundos que necesita tan urgentemente nuestra sociedad. Reconozco su contribución, conozco su historia, sólo creo que debiera avivar el seso y abrir la mirada a estos tiempos tan distintos de aquellos otros.
Un punto que se le escapa al historiador, y es el motivo por el cual desparramo estas palabras, es la forma como nuestros intelectuales son fagocitados con la velocidad de un rayo por un sistema controlado desde una ínfima oligarquía propietaria. El lameculismo intelectual en Chile es de los más vergonzosos de América Latina. Salvo dos o tres escritores, el resto le sigue haciendo odas amariconadas a la luna, o quejándose del martirio interno que le provoca una existencia tan vacía, mientras afuera, al otro lado de sus ventanas, el país se está quemando.
Da la impresión que hasta los artistas de la izquierda más recalcitrante darían la vida por aparecer siquiera mencionados en la sección de artes y letras de El Mercurio, que es el principal pasquín oligarca.
Y qué decir de los columnistas de El Mostrador, de La Tercera, de LUN, sólo les falta la sotana, porque escriben como si tuvieran una cruz atorada en la raja.
Así no vamos a ningún lado, no al menos con ellos.
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De Chile literario, 26/01/2014
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