Thursday, January 9, 2014

En tierra de los mayas: la disputa por una selva vital


La cima de más de 60 metros del Templo IV, en la antigua ciudad maya de Tikal, ofrece una vista espectacular de la mayor extensión de selva tropical intacta de Centroamérica. A última hora de la tarde, los monos araña se cuelgan de las ramas de los árboles y se estiran para recoger pequeños frutos. Los chillidos guturales de los monos hacen eco a través del dosel arbóreo, de un verde exuberante, roto tan solo por el destello amarillo limón ocasional de algún tucán que desciende en picado.
Esta selva de tierras bajas es el corazón de la Reserva de la Biosfera Maya, en el norte de Guatemala; una superficie de 2,1 millones de hectáreas que cubre el 19% del país y aproximadamente el 60% de su zona protegida. Dicha reserva de la biosfera, declarada como tal por la UNESCO, alberga una amplia variedad de biodiversidad, especialmente la última población restante de una subespecie clave de guacamayo macao.
No obstante, esta magnífica criatura y otras que habitan en la reserva —jaguares, pumas, monos aulladores negros guatemaltecos, tapires de Baird— no solo se están viendo afectadas por las típicas amenazas comunes en todas las regiones tropicales como la tala ilegal, los incendios y la caza comercial. Otras fuerzas más violentas están carcomiendo la Reserva de la Biosfera Maya, entre las que se encuentran los cárteles de droga mexicanos, que destruyen parte de la selva para construir pistas de aterrizaje a fin de poder transportar droga, las bandas salvadoreñas, que levantan grandes haciendas ganaderas para blanquear el dinero procedente del narcotráfico y los grupos de crimen organizado chinos, que trasladan su red ilegal de tala de árboles a la reserva para suministrar maderas duras tropicales a los mercados asiáticos.
Como resultado de todo ello, este tesoro natural y cultural (el corazón de la Selva Maya, un bosque tropical que atraviesa las fronteras de Guatemala, México y Belice) ha sido cortado en dos en estos últimos años. La parte occidental, que incluye dos de los cinco parques nacionales de la reserva y limita al oeste y al norte con México, está sitiada, según funcionarios del parque de Guatemala. La parte oriental de la reserva, donde Tikal se eleva por encima del dosel de la selva y que limita con Belice, es exuberante y está intacta.
“La historia de la Reserva de la Biosfera Maya se ha convertido cada vez más en el cuento de las dos reservas: la de los éxitos de conservación y la de los fracasos”, explica Roan McNab, Director del Programa de Guatemala de la Wildlife Conservation Society (WCS, por sus siglas en inglés), con sede en Nueva York. McNab es una figura clave en la coalición de grupos conservacionistas guatemaltecos y extranjeros que luchan por preservar la mitad oriental de la reserva y recuperar parte de las tierras despojadas de la zona occidental.
Hay mucho en juego, ya que la reserva y la Selva Maya que la rodea son el mayor bloque de selva intacta al norte de la cuenca del Amazonas. La reserva alberga 513 especies de aves autóctonas de Guatemala (71% del total nacional), 122 especies de mamíferos (64%), 95 especies de reptiles (39%), y más de 80 especies de aves migratorias neotropicales de América del Norte.
Envuelve Tikal, declarado Parque nacional y Patrimonio de la Humanidad, así como cientos de otros vestigios de la civilización maya.
La coalición internacional que lucha por la conservación del corazón de la reserva ha logrado algunos éxitos importantes. Los guacamayos rojos están volviendo a la reserva gracias a los intensos esfuerzos de repoblación que se están llevando a cabo. Ha aumentado la presencia del gobierno civil y militar. Se está promoviendo la persecución de delitos ecológicos, aunque de manera lenta. Además, las concesiones forestales comunitarias han generado ingresos sostenibles a algunos campesinos guatemaltecos y han permitido que pudieran encargarse de la gestión de ciertas partes de la reserva.
“Hoy en día hay una mayor conciencia social acerca de la importancia de preservar la estabilidad del medio ambiente”, comenta Rolman Hernández, director regional del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) en Petén, entidad encargada de la conservación de los parques de Guatemala. La reserva abarca más de la mitad de la región del Petén, el mayor y más septentrional de los 22 departamentos de Guatemala.
La región que se convirtió en la Reserva de la Biosfera Maya fue antaño una gran mezcla de selva baja, pantanos, lagunas, lagos, ríos y manglares. Según los estudios de los arqueólogos, nada menos que dos millones de personas vivían allí en la época de esplendor de la civilización maya, alrededor del año 800 d. C. Luego se produjo la decadencia de la cultura maya y llegó la conquista española.
Hasta la década de 1960, la región estaba compuesta por unos pocos pueblos aislados. Sin embargo, llegaron las carreteras, construidas principalmente para acceder al petróleo y a la madera, que sirvieron de puerta a la colonización ilegal y la agricultura de tala y quema en la zona. La reserva fue creada en 1990 para ayudar a controlar la deforestación pero, según explican McNab y otros expertos, el CONAP, con problemas financieros y, a menudo, rechazado por funcionarios gubernamentales que tienen relaciones amistosas con los ganaderos, se ha visto obstaculizado en sus intentos de controlar la ola de destrucción. Hoy en día, la población humana es de 118.000 personas, la mayoría de las cuales vive bajo el umbral de la pobreza.
La actividad delictiva en la zona comenzó a intensificarse hace una década, lo que aceleró aún más el proceso de destrucción de la mitad occidental de la reserva. Un factor importante es que el norte de Guatemala es un lugar estratégico para el repostaje de aviones que transportan droga desde América del Sur y para la carga de estupefacientes en camiones que pueden trasladarse por tierra fácilmente a México. Los cárteles operaban en un “clima de impunidad”, ya que el ejército y la policía no tenían poder suficiente para enfrentarse a ellos, explica McNab. Los ganaderos construyeron decenas de campos de aviación, entre los que destaca el conocido como “aeropuerto internacional”, que tenía tres pistas y más de una docena de aviones abandonados. El resultado fue la pérdida de 40.000 hectáreas de selva.
Los guatemaltecos han acuñado un nuevo término para definir lo que está ocurriendo en la región: narcoganadería. Los cárteles lavan el dinero proveniente de la droga invirtiéndolo en la explotación de ganado, del que obtienen beneficios tras venderlo en los mercados mexicanos.
Funcionarios del CONAP afirman que las pruebas de las actividades ilícitas que los grupos criminales chinos llevan a cabo se encuentran en el patio que hay detrás de la sede de la agencia en Petén (San Benito). El patio está lleno de madera y de vehículos confiscados. Víctor Penados, coordinador del control y la vigilancia de la reserva, señala a un montón de troncos de jacarandás apilados que se habían incautado a los proveedores de los grupos criminales chinos. La madera se obtuvo en una de tantas redadas contra el tráfico ilegal de madera que el gobierno está llevando a cabo recientemente y los medios de comunicación nacionales se han hecho eco de ello. Según estima Penados, dicha pila de madera, decomisada en un camión que la transportaba al puerto caribeño de Santo Tomás de Castilla para su envío a China, tiene un valor de mercado de 125.000 dólares estadounidenses.
El CONAP afirma que personas que colaboran con los cárteles criminales chinos han estado llevando a cabo la tala ilegal al sur de la reserva. McNab teme que las mafias chinas pronto empezarán a talar árboles dentro de la reserva y que luego recurrirán a la caza furtiva del jaguar a fin de suministrar partes de estos animales a un mercado chino que ya está provocando la extinción de grandes felinos asiáticos.
Este drama que afecta a la preservación de la reserva se está desarrollando en condiciones extremas. Trabajadores del CONAP y la WCS han sido amenazados varias veces. Algunos han sido tomados como rehenes mientras que otros han tenido que “desaparecer” durante varias semanas después de que se llevaran a cabo las redadas para recuperar las tierras adquiridas de forma ilegal. El propio McNab fue apuntado con una pistola por dos saqueadores de una ruina maya, selva adentro. “Iba acompañado de hasta cinco guardias de seguridad armados, ya que pasábamos cerca de las haciendas de los cárteles. En el fondo de mi mente siempre estaban presentes la pobreza del país, la corrupción, la historia de la dictadura, la anarquía y la guerra civil que duró 36 años y que terminó en 1996″.
La influencia de la tala y la ganadería ilegales en la reserva queda patente en una serie de tres mapas elaborados por el CONAP relativos al uso del terreno, en los que se muestra una ola de incendios y deforestación que devoró vastas áreas verdes de selva desde el año 2000 hasta el 2011, sobre todo en la parte occidental. McNab advierte de que si la ley no mejora, la reserva se enfrenta a una “reacción en cadena de fichas de dominó que amenaza con barrer hacia el este hasta llegar a la frontera de Guatemala con Belice”.
Mapa de la Reserva de la Biosfera Maya
WCS
Los 2,1 millones de hectáreas de la Reserva de la Biosfera Maya cubren el 19% de Guatemala.
Donde es más patente el cuento de las dos reservas es en la Estación Biológica Las Guacamayas, en el Parque Nacional Laguna del Tigre. Hacia el sur, a través del río San Pedro y más allá, se extiende una vasta llanura de tierra explotada con fines ganaderos, resultado de la deforestación. Hacia el norte, el dosel de la selva es denso hasta la frontera con México. En 2008, los científicos descubrieron que, justo en el centro de esa extensión, se habían perdido 1.100 hectáreas debido a la tala indiscriminada. Resultó ser una gran hacienda ganadera que colaboraba con una banda salvadoreña dedicada al narcotráfico.
Durante las últimas décadas, esta destrucción forestal ha reducido en un 75% el hábitat de los guacamayos macaos de la región, de la subespecie conocida como lapa roja, proveniente de América Latina, y de los últimos guacamayos rojos que quedan en estado salvaje en Guatemala. En el año 2000, los guacamayos rojos prácticamente se habían extinguido en la reserva. Un estudio realizado por la WCS en el año 2003 estimaba que la población, sobre todo centrada en la selva al este del Parque Nacional Laguna del Tigre, se había reducido a 200 aves. Ese año, los investigadores controlaron 15 nidos, pero tan solo un polluelo llegó a emplumecer.
Sin embargo, un programa sobre el control de la depredación, la educación medioambiental en las escuelas locales y la cría a mano llevada a cabo por veterinarios elevaron el número de guacamayos que lograron emplumecer a 29, en el 2011, y a 49 durante la temporada de anidación de este año. Según comenta McNab, “nos sentimos muy satisfechos al añadir ese número de aves a la población. Es algo realmente importante en cuanto a la conservación de la especie”.
Para detener la continua deforestación, el CONAP y sus socios han impulsado una estrategia de protección que denominan “El Escudo” y que consiste en un entramado de caminos que se extienden a lo largo de la frontera oriental del Parque Nacional Laguna del Tigre, anclados por tres grandes campamentos en los que permanentemente hay personal del CONAP, el ejército, la Policía Nacional y otros organismos. Las patrullas y las detenciones han aumentado de manera constante en los últimos cuatro años.
Si el éxito o el fracaso del Escudo determinará si el frente occidental de la reserva se mantiene, lo que sucede en pueblos como Uaxactún decidirá si la parte oriental logrará evitar la destrucción desde dentro.
Uaxactún, que cuenta con una población de 280 personas, es uno de los 14 pueblos a los que el gobierno otorgó concesiones, hace más de una década, como parte de un experimento sobre la gestión forestal comunitaria. Las concesiones, que cubren casi la cuarta parte de la reserva, exigen a los residentes que protejan el ecosistema forestal y que gestionen la madera y demás recursos de manera sostenible.
Los aldeanos deben abstenerse de la caza furtiva, la tala indiscriminada, la agricultura de tala y quema, así como de cualquier otra práctica no sostenible, del mismo modo que deben patrullar la zona y denunciar todo tipo de actividad ilegal. A cambio, el CONAP, la WCS y otros grupos ofrecen apoyo técnico y financiero a empresas que trabajen los productos forestales. Decenas de residentes trabajan ahora en la producción sostenible de madera, hojas de palma datilera, chicle para hacer goma de mascar y demás productos no madereros que ofrece la selva. Otros trabajan en el aserradero del pueblo y en el taller de carpintería.
Los representantes de la aldea afirman que la concesión está funcionando bien. No obstante, no todas las concesiones han tenido tanto éxito, según un estudio publicado en marzo en la revista Forest Ecology and Management. Varias de las razones que causaron los problemas fueron la escasez de fondos, el bajo presupuesto del CONAP, la presión por parte de los grupos que practican la ganadería ilegal y la especulación de la tierra.
El esfuerzo en la comunidad Cruce a la Colorada fue uno de los fracasos. En 2010, los conflictos entre ganaderos y gerentes de concesiones fueron tan fuertes que los miembros responsables de las concesiones recibieron amenazas de muerte y un responsable de la comunidad fue asesinado. En medio de este clima de temor, el proyecto se vino abajo.
Sin embargo, los grupos conservacionistas mantienen la esperanza.
“Se puede lidiar con estas cuestiones de gobernanza y se puede tener éxito”, afirma McNab. “Se necesita una estrategia integrada y trabajar con un gran número de socios, pero se puede lograr”.
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De YALE-Environment 360, 08/10/2012

Fotografía: Entre las distintas fuerzas que ponen en peligro la Reserva de la Biosfera Maya se encuentran grupos criminales chinos que presuntamente están talando de forma ilegal bosques tropicales de madera dura de excelente calidad situados en las regiones cercanas. Los conservacionistas temen que estos grupos acaben entrando muy pronto en la reserva y empiecen a cazar de manera furtiva e intensiva a los jaguares para vender distintas partes de su cuerpo en el mercado chino. (Julie Larsen Maher/Wildlife Conservation Society)





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