Thursday, January 9, 2014

En las Galápagos, una amenaza insidiosa a los pinzones de Darwin



Charles Darwin consideró “un grupo muy especial” a los pájaros que más tarde se conocerían con el nombre de “pinzones de Darwin”. Los pinzones –14 especies diferentes, de las cuales solo una de ellas vive fuera de las islas Galápagos– se han descrito desde entonces como el “ejemplo clásico de radiación adaptativa”, como “tótems de la evolución” y, de manera menos halagadora, como “pajaritos del fango”. Dos de los pinzones de Darwin –el pinzón de manglar y el pinzón mediano de árbol– se han clasificado como especies en peligro de extinción por la Union for Conservation of Nature y otros, como el pinzón cantor o el pinzón carpintero, parece que están experimentando un fuerte retroceso.
Las razones son complejas y probablemente suponen una sinergia oscura entre la destrucción del hábitat, las enfermedades y la depredación por parte de nuevas especies. Hace poco se ha identificado a uno de los mayores culpables. Se trata de una mosca parasitaria –una nueva especie también– conocida como Philornis downsi. Los investigadores que trabajan en las Galápagos advierten de que, a menos que se encuentre la fórmula de controlar a esta mosca, se podrían acabar perdiendo una o más de las especies emblemáticas de pinzones.
“Hay estudios que muestran la mortalidad debido a la Philornis en el nido, y es bastante elevada”, comenta Charlotte Causton, investigadora de la Charles Darwin Foundation, que coordina el trabajo para encontrar una respuesta a la mosca. “Hay estas especies de pájaros en grave peligro de extinción y un gran número de sus polluelos están muriendo.”
La mosca, que solo se conoce por su nombre en latín (Philornis significa “quien quiere a los pájaros”), pertenece a la misma familia que la mosca común. Es originaria de Trinidad y Brasil y seguramente también de otros países de América del Sur, aunque no se sabe con certeza. Parece que llegó a las Galápagos a finales de 1960 –se encuentran ejemplares en colecciones de museo– pero hasta finales de 1990 no empezó a llamar la atención de los ornitólogos.
“Siempre hemos luchado”, explica Causton.
Cuando es adulta, la Philornis downsi es inofensiva, pero las larvas, en su corta vida, pueden ser muy dañinas. Las hembras ponen los huevos en los nidos de los pájaros justo cuanto están naciendo los pajaritos. Un día o dos más tarde, los huevos se rompen y la larva –aproximadamente del tamaño de un grano de arroz– se introduce en los orificios nasales de los pajaritos. Las larvas roen las fosas nasales de los polluelos durante tres días; entonces, en las etapas larvarias posteriores, migran al fondo del nido, donde permanecen escondidas durante el día. Por la noche, salen para alimentarse de la sangre de los pajaritos. En muchos nidos, la carga del parásito es tan grande –en un solo nido se llegaron a contabilizar 184 larvas de Philornis downsi– que los pajaritos no sobreviven y los que lo consiguen a menudo acaban con deformaciones y dificultades a la hora de alimentarse.
“Acostumbran a tener el pico destrozado”, indica George Heimpel, entomólogo de la Universidad de Minnesota (University of Minnesota), que ha estado estudiando la mosca. “Y para los pinzones de Darwin sabemos que el pico es una parte importante de su subsistencia.” La forma de los distintos picos de los pinzones es lo que les permite acceder a distintas fuentes de alimentación y lo que ha fascinado a los estudiosos de la evolución ya desde Darwin.
Hasta el momento, no se ha extinguido ninguna especie de pájaros en las Galápagos desde que los humanos llegaron a las islas a mediados del siglo XVI. (Algo mejor si lo comparamos con los pájaros de otros archipiélagos como las islas Hawái.) Pero algunas especies de pinzones han padecido una extinción local, es decir, han desaparecido de al menos una de las islas en las que previamente habitaban. Por ejemplo, el pinzón cantor parece haber desaparecido de la isla de Floreana. El pinzón de manglar, que se encontraba en las islas Fernandina e Isabela, está ahora confinado en una pequeña porción de Isabela, y se cree que quedan menos de 80 ejemplares de la especie.
Francesca Cunninghame es una ornitóloga neozelandesa que trabaja para la Charles Darwin Foundation y ha pasado los últimos años estudiando la población menguante de pinzones de manglar. En comunicación telefónica desde la isla de Santa Cruz, Cunninghame nos explicó que, durante la última época de emparejamiento, que va de enero a mayo, nacieron 20 polluelos de pinzón de manglar. Seis de ellos –casi un tercio– murieron antes de emplumecer, con mucha probabilidad debido al parasitismo por la Philornis downsi.
“Hemos encontrado 60, 80, hasta 100 larvas en los nidos”, afirma. “Es una carga muy pesada para un polluelo.” La situación del pinzón de manglar se ha vuelto tan apremiante que, para principios de 2014, la Charles Darwin Foundation, en colaboración con el Zoo de San Diego y la Dirección del Parque Nacional de las Galápagos, planean retirar los huevos de pinzón de manglar de sus nidos e intentar criar a los polluelos en incubadoras.
El año pasado, varios grupos conservacionistas de las Galápagos auspiciaron un taller sobre la Philornis en la isla de Santa Cruz. Expertos de zonas tan alejadas como Austria o Australia asistieron a la reunión, que finalizó con una resolución “para desarrollar métodos novedosos” de control de la mosca. Pero los esfuerzos para encontrar un método factible se han visto entorpecidos por la falta de fondos así como por las dificultades que han encontrado los investigadores al intentar criar las moscas en el laboratorio.
“Lo irónico del caso es que esta mosca se adapta en el campo a todos los tipos de nidos y hábitats”, explica Causton. “Pero es muy difícil conseguir los huevos para incubar y que crezcan a partir de la fase de primera crisálida.” Debido a esta dificultad, los investigadores estadounidenses han tenido que importar nuevas moscas de las Galápagos todos los años para proseguir con su trabajo.
“En términos totales de personal y transporte, se vuelve bastante caro en porcentaje por mosca”, observa Stephen Teale, entomólogo de la Facultad de Ciencias Medioambientales y Silvicultura de la Universidad Estatal de Nueva York (State University of New York’s College of Environmental Science and Forestry), que también ha estudiado la mosca. Teale afirma que espera conseguir más moscas para su laboratorio cuando se inicie la estación de anidación de nuevo en invierno, pero está teniendo problemas para obtener los permisos necesarios para llevarlas a su país.
Un posible método de control implica introducir en las Galápagos uno de los enemigos naturales de la mosca, con probabilidad una abeja parásita. Pero este tipo de enfoque que usa a un invasor para atrapar a otro invasor conlleva riesgos y, antes de liberar a un nuevo insecto en el archipiélago, habría que demostrar que no supone un peligro para las especies endémicas de la isla. Hasta ahora, en las Galápagos solo se ha probado un intento de lo que se llama biocontrol –la introducción de una mariquita para luchar contra un insecto a escala introducido–, aunque se han tenido en cuenta muchos otros.
Otro posible enfoque sería descubrir qué compuestos químicos atraen a la mosca y usarlos o para atrapar a los insectos o al menos para confundirlos. Teale, que ha trabajado en esta dirección, afirma que hay una buena razón para creer que las moscas se sienten atraídas por los compuestos que se liberan cuando los polluelos salen del cascarón, ya que las hembras parecen poder calcular su puesta de huevos con bastante precisión.
Y aún otra posibilidad, fascinante en particular dado el lugar que ocupan los pinzones en la historia de la Biología, es que estos pájaros podrían adaptarse a la mosca. Hay algunas evidencias de que los pinzones pequeños de árbol, una de las pocas especies de pinzón cuya población parece aumentar, están aprendiendo a luchar contra la mosca adoptando nuevos comportamientos. Por ejemplo, se ha observado a pinzones adultos comiéndose las larvas, lo que reduce su número.
“Es cierto que la presión selectiva es alta”, observa Teale. “La pregunta es: ¿pueden desarrollar una estrategia de supervivencia lo suficientemente rápido?”
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De Yale-Environment 360, 14/11/2013
Fotografía: El pinzón de manglar es una de las 14 especies de los pinzones de Darwin, 13 de las cuales se encuentran únicamente en las islas Galápagos. (Fotografía: Francesca Cunninghame)



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