Er lebte, weil er leben musste
vom Fußballspiel fürs Fußballspiel
Friedrich Torberg
Matthias
Sindelar parecía haber nacido para ser un futbolista fuera de serie, como quedó
claro en 1934 en su calidad de delantero y capitán de la selección de Austria: fue
durante el Mundial de Italia cuando su eficacia, su velocidad, la gracia
deslumbrante de su dribbling que parecía una pirueta eterna, dejaron
boquiabiertos a los fascistas que colmaban los estadios de Benito Mussolini. Lo
apodaban der Fußball-Mozart, “el
Mozart del fútbol” por su genialidad cuando se adueñaba
de la pelota en una cancha. Como el inmenso compositor de Eine kleine Nachtmusik, Sindelar había nacido en Austria, y su
familia, de origen checo, se instaló en Viena (entonces capital de Imperio
Austro-Húngaro), en Favoriten, barrio de alcurnia obrera, poblado por
provincianos llegados a la imponente capital con la ilusión de una vida mejor.
A los quince años, tras la Gran Guerra, Sindelar forma ya parte del ASV Hertha,
semillero del fútbol austriaco. Pasa luego, en 1924, al FK Austria, llamado “el
Viena”, al que hará ganar, tres años consecutivos, el campeonato nacional. Al
final de su carrera habrá jugado setecientos partidos y marcado seiscientos
goles: la claridad y destreza de su juego, su harmonía entre lo individual y lo
colectivo, la eficacia de sus tiros al arco hicieron de él un ídolo con rango
de artista. Lo llamaban también “el Hombre de Papel”, Der Papierene, por la fineza
de su estampa, por la manera como se escabullía entre las más cerradas de las
defensas de los equipos contrarios.
Der
Papierene formó parte de una formidable camada de futbolistas austriacos,
aquella que constituyó una extraordinaria selección nacional llamada das Wunderteam, “el equipo maravilla”,
cuyas señas de identidad eran los pases cortos y rápidos, las gambetas, la
sincronización entre ataque y defensa; era un colectivo orquestado por el
entrenador Hugo Meisl que tenía en Sindelar a la estrella más luminosa en ese
equipo de estrellas. Austria llega al Mundial de Italia como favorita para
llevarse el título de campeón aunque sabiendo que Mussolini y sus fascistas
habían decidido que la Squadra Azurra fuera que la que ganara la copa Jules
Rimet. Desde el inicio del Mundial, Austria tuvo que enfrentarse a huesos duros
de roer: primero Francia, después Hungría. Finalmente, en semifinales, Italia,
en el estadio de San Siro, en Milán, con el
Duce en las tribunas: el
Wunderteam vendió cara su derrota, un ajustado 0-1 que le permitió a Italia
disputar la final y a la postre ser campeón.
Mathias
Sindelar estaba en el apogeo de su carrera, y
aunque andaba ya en la treintena tenía todavía buen fútbol para rato. El
Equipo Maravilla se propuso algo: sacarse el clavo en 1938, en el Mundial de
Francia, y llevarse el título de campeón. Antes se darían un paseo por los
Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936.
Pero durante las Olimpiadas organizadas por los nazis en la capital del
Reich, Austria volvió a quedarse con la miel en los labios: sin el Hombre de
Papel, lesionado poco antes del inicio de los Juegos Olímpicos, el Wunderteam
se topó en la fase inicial con la selección de Perú, equipo sorpresa que había
goleado 7-3 a Finlandia con un fútbol vistoso y virtuoso, pícaro y
efectivo. Tras un reñido partido que
tuvo un alargue en el que se impusieron los sudamericanos por 4-2, los
dirigentes austriacos denunciaron irregularidades ante el Comité Olímpico
Internacional alegando que durante el match un grupo de aficionados peruanos
invadió la cancha y agredió a algunos jugadores de austriacos luego de cada
gol. El COI resuelve que se juegue un nuevo partido, los directivos peruanos no
acatan la decisión y toda la delegación abandona la Villa Olímpica. Austria
pasa entones a disputar la final y, una vez más, su adversario es Italia, e Italia se llevará el
título olímpico.
Al
reponerse de su lesión Matthias Sindelar se reintegró al Viena. Era 1937 cuando, a mediados de febrero Hugo Meisl, el
mentor y forjador de la selección austriaca, muere de una crisis cardiaca. Con un
nuevo entrenador, Heinrich
Retschury, aunque sin Matthias Sindelar, Austria se clasifica para el Mundial
de Francia. Si bien el Wunderteam empezaba a entrar en años, podía todavía
imponerse como triunfador en el Mundial que se venía, lo que sería la
culminación de casi una década de fútbol eficaz, fino y creativo; der Fußball-Mozart dejaría el fútbol
como campeón mundial. Pero una vez más Austria se quedaría sin acariciar la
copa Jules Rimet, esta vez por los designios aciagos de la Historia: el
canciller Adolf Hitler, nacido en Austria como Sindelar, decreta en marzo de
1938 el Anschluss, la anexión de
Austria, convirtiéndola en una provincia integrante de la Gran Alemania.
Las
consecuencias del Anschluss serán
terribles en Austria, pues entra en vigor todo el sistema de exclusión y de represión del
Tercer Reich: las leyes raciales, el asedio policial, la instauración en suma
de un Estado totalitario en el que solo había lugar para un partido, el
Nacional Socialista. Empieza pronto la persecución antisemita, la represión
implacable a los opositores al nazismo, la absorción de todas las
organizaciones públicas, entre ellas, la Federación Austriaca de Fútbol,
inmediatamente desafilada de la FIFA.
Los
responsables del deporte nazi conocían bien el Wunderteam y su juego
deslumbrante; conocían también a Matthias Sindelar y sus diabluras con el
esférico. No obstante el importante énfasis que el régimen de Hitler dio a la
excelencia en la práctica de los deportes, el fútbol alemán no lograba levantar
vuelo ni era tomado demasiado en serio por los equipos rivales. La
decepcionante actuación de la Nationalmannschaft en las Olimpiadas de Berlín
provocó la salida del entrenador Otto Nerz y su reemplazo por Sepp Herberger.
La incorporación del balompié austriaco al alemán significó no solo contar con
una formidable cantera, sino también la asimilación de una concepción novedosa
del fútbol. La fusión de las dos selecciones no fue fácil. Para empezar, las
autoridades alemanas destituyeron a Retschury, y Herberger fue designado entrenador
del flamante equipo nacional. Inicialmente no todos los austriacos quisieron
jugar por la nueva casaquilla pero poco a poco formaron parte del equipo.
Uno de
ellos dijo no al comienzo y dijo no al final: Matthias Sindelar. Despreciaba a
los nazis, odiaba su intolerancia, su racismo, su militarismo; detestaba todo
lo que tenía que ver con Adolf Hitler. Cuando le propusieron integrar la
selección, no aceptó; el Hombre de Papel
pretextó que ya no estaba en edad para jugar en el primer nivel. Poco antes,
los directivos del Reich organizan un partido de “despedida” entre Austria y
Alemania, encuentro que debía terminar en empate según la voluntad de los
nazis. Sindelar volvió a jugar: se le veía triste, más flaco que nunca,
disputando un partido aburrido, sin goles, una estafa más de los nazis. Al minuto setenta Sindelar recibe un pase en
profundidad, dos alemanes se le abalanzan para quitarle la pelota pero él pasa
entre ellos, tres zagueros intentan lo mismo y el Hombre de Papel vuelve a
burlar a los alemanes, corre hasta la línea de gol, burla al arquero, se detiene un segundo como
esperado a sus rivales y coloca suavemente el balón dentro del arco; su gol
motivó otro gol austriaco, y Alemania perdió por 0-2. Tan pronto el partido
concluyó los nazis inscribieron su nombre en una lista negra.
Matthias
Sindelar amaba a Camilla Castagnola, una intelectual italiana de origen judío,
militante antifascista refugiada en Viena. Ambos comprendieron que la Gestapo
los tenía vigilados: a él por su insolencia y su abierto desprecio del nazismo,
a ella por ser judía, por su antiguo activismo político. Ni ella ni él se
reconocían más en ese país entregado a Hitler y su doctrina criminal y
maléfica.
El 23 de
enero de 1939 la policía irrumpe en el domicilio de la pareja y encuentra sus
cuerpos sin vida en la cama: una fuga de gas les había causado la muerte. Nunca
quedó claro si fue un suicidio o un asesinato. El 28 de enero, más de diez mil
personas acompañaron los restos del Papierene a su última morada. Le dijeron así adiós al
muchacho del barrio de Favoriten, a ese héroe de la alegría, a ese
artista del fútbol, a ese hombre libre.
Del libro MUNDIALES Y DESTINOS
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