GUILLERMO DEL TORO
Milos Forman tuvo
algo muy especial, que le hace un cineasta a seguir. Su muerte es la de uno de los grandes, y deja un vacío enorme, porque no solo
fue un director inmenso a nivel narrativo y técnico, con su puesta en escena,
su posición de las cámaras o su resolución formal -a mí siempre me impresionó
su oficio y lo impecable de sus trabajos- sino que fallece un hombre cabal. Y
eso me duele. Fue siempre fiel en su posición ante el mundo.
Forman se mantuvo
al otro lado del poder. Contestatario, desmitificador, iconoclasta... Y además
logró algo muy complicado: se comunicó con el gran público, logró grandes
éxitos sin traicionar sus principios. Lo que yo aprendí de él fue ese empeño en
estar desde fuera, no físicamente, sino moral y filosóficamente, aunque rodara
en las entrañas de Hollywood. Recorramos su filmografía: no se le puede echar
en cara ningún momento de debilidad.
Nunca hizo en
realidad una película por encargo, o que no sintiera en su mente o en su ética
como algo personal. Más allá de sus taquillazos, creo que debemos fijarnos en
ese legado de fidelidad a unos principios, y a una apuesta por su humanidad.
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De EL PAÍS,
14/04/2018
Fotografía: Bob
Riha Jr.
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