JORGE MUZAM
Más que contar,
me cuento. Es mi inclinación afortunada o nefasta, dependiendo del ánimo o la
distancia con que se observe. El resto es adherencia, contexto, conjetura. Los
colores van por cuenta de Nabokov. Es decir, a él le debo la importancia de ese
aspecto narrativo. Y a Rulfo la inmensidad de un mundo hostil e inevitable. A
Bukowski cierto cinismo, cierta orfandad de pugilista arrinconado. De Philip
Roth intento adquirir su experticia para bucear en el alma compleja. Allí donde
la moral o la religión son meras excusas de superficie para sobrevivir o
doblegar a otros. De Joseph Roth, el santo bebedor, su ternura para retratar
personajes que no encuentran su sitio. De Henry Miller, su chisporroteo
nihilista. De Céline su poesía. De Foster Wallace su meticulosidad
extravagante. De Joyce, su humor. A Kenzaburo Oé le debo la niebla que palpa
los cerros, cierta perplejidad resignada ante el horror y no poca humildad. A
Bashevis Singer, la escafandra ciega para respirar en un mundo tan injustamente
usual.
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 04/2018
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