HUÁSCAR SANDÓVAL BAUER
A raíz de unas
declaraciones de nuestro amado líder y gran timonel, en relación al sueldo que
percibe, se ha levantado una pequeña polémica en las redes sociales. Si bien es
cierto que el sueldo del “magnífico”, comparado con otros mandatarios del
continente, no es la gran cosa, también es cierto que, a nuestro conspicuo
personaje, no le gusta mucho trabajar, anda en permanente joda.
No podemos negar
que al individuo en cuestión le gusta madrugar; al pedo, pero temprano. Le
encanta joder a sus ministros y a toda la tropa de llunkus que están a su
servicio. Como a todo déspota, le produce orgasmos múltiples hacer sentir su
poder, le gusta atropellar y pisar a los subalternos, quizás para aliviar un
poco su complejo de inferioridad, quien sabe, hay muchos trascendidos al
respecto
Volviendo al
tema. Estoy de acuerdo en que todo funcionario, público o no, debe recibir una
remuneración acorde con la responsabilidad, el conocimiento y la capacidad que
tiene. Además, debe ganarse el sueldo mostrando resultados concretos, y no solo
propaganda. Nuestro mandamás confunde el trabajo de presidente del estado, con
andar inaugurando escuelas, campos deportivos, sistemas de riego, letrinas y
hasta sucursales bancarias a lo largo y ancho del país.
Cree que gobernar
es un concurso de popularidad, anda con todo su equipo de futbol a cuestas,
jugando partiditos donde se le ocurra, y encima los hace transmitir en vivo por
el canal estatal. Le gusta que lo aplaudan, que lo vitoreen, quiere sentirse
amado, sabe que sin el poder no es nada, por eso se aferra tanto a él. Cree que
el estado es suyo, que el país es su propiedad privada, que puede disponer
libremente de todos sus recursos, sin rendirle cuentas a nadie, menos a los
ciudadanos que somos los que, finalmente, pagamos su salario
Todo ese
despliegue de poder cuesta mucho dinero, que no sale del bolsillo de Morales,
sale de nuestro bolsillo. Morales es el presidente más caro de la historia de
Bolivia. Así que su sueldito es una bicoca, comparado con lo que nos cuesta su
desmesurado ego, su enfermiza vanidad y su ridículo narcicismo.
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De INMEDIACIONES,
07/05/2018
Imagen: Capricho de Goya
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