FESAL CHAÍN
Recuerdo de noche
a mi padre escuchando Adiós Nonino de Astor Piazzolla, en nuestra primera
pequeña cassettera. 1978. Yo lo miraba desde el pasillo, sentado en su sillón
verde, con su rostro ladeado y su mano derecha sosteniéndolo, todo a media luz.
No sabía si su tristeza era por la muerte de mi abuelo, o por alguna pelea con
mi madre, o por lo que pasaba en Chile. Lo que nos había sucedido es que
efectivamente se había muerto mi abuelo, que ellos se peleaban bastante y que
Chile era una larga noche de gritos en la lejanía, y de seres humanos que
dejaban de existir como si se evaporaran en el aire. Con Adiós Nonino como
música de fondo de las imágenes de nuestra vida, la cosa se ponía aún más
triste, a pesar del comienzo del fin de la cesantía de mi padre, de las
vitrinas llenas de importaciones, de la plata dulce con el dólar a 39, de los
paseos en el auto nuevo. Eso era el decorado de nuestro silencio público, la
superficie de nuestra angustia privada, de los discos fondeados en el
entretecho, de las visitas clandestinas de amigos, de los tíos que no querían
ir más al Estadio Nacional a ver el fútbol, de mis ruegos de cada Pascua, para
que se fuera el culpable de nuestra pena infinita.
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De POESÍA PARA
ALENTAR CORAJE (blog del autor), 22/05/2018
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