Wednesday, September 5, 2018

La fascinación hipnótica de la violencia del Realismo letterario


MAURIZIO BAGATIN

“La literatura no es más que un sueño guiado” - J.L. Borges -

Nordest italiano, treinta años de carreras al dinero, nunca falta el trabajo, nunca hay tiempo libre, hay tiempo solo para trabajar, producir, generar, o como se dice en estos lugares: far schei (hacer dinero). Hasta que todo se desmorona. La violencia se presenta en miles facetas, dinero, sexo, acumulación, indigestión, vomito, muerte. Construir para destruir…”Abbiamo saputo soltanto costruire per distruggere” (Hemos sabido solamente construir para destruir, La colpa, Alberto De Poli), sino en la visión demoledora de Adam Smith, para el obrero que fue contadino (campesino) y en la de Ermanno Olmi anunciando que deberíamos ir a una escuela de pobreza para contener el desastre que está produciendo la riqueza  "Tierra-pasado de tumba- donde mi / lengua desesperando se / disgrega y vacila" (Andrea Zanzotto).                                                              

Y es una violencia que se transforma en literatura, en el Realismo letterario que produce el nordest italiano después de la caída, del desmoronamiento, después que la mujer borracha no iba acompañada del tonel siempre lleno… solamente los proverbios de los viejos (y muchas veces sabios) y la poesía de los Poetas (de los Poetas con mayúscula) encierran el mundo; nace un cuadro literario feroz, un sopapo perfecto, de una violencia hipnótica digna del Pasolini mas cívico, del Pasolini mas mitológico: no, no es ninguna visión, el mientras era de todos nosotros, invadidos, moldeados, realizados en un mundo imperfecto que sabíamos imperfecto, hipnotizados entre paraísos artificiales y fugas, ilusiones y perdiciones y, sobre todos, mentiras.                                                                                                                                                            
             
En italiano no hay palabra que tenga el significado de decir la verdad, mientras que hay al menos cuatro palabras (mentir, fingir, engañar, inventar) para expresar lo contrario. Aparentemente en Italia estamos más seguros con las mentiras que con la verdad.                                                                       
Esta literatura no es una consolación, es coraje, y en literatura coraje es decir la verdad.     “¿Era el mundo / o era yo como siempre / el que me fragmentaba?” (Andrea Zanzotto).

El nordest italiano está resquebrajándose, campo y pueblo, campo y ciudad, campo y cuerpos en una única orgia materialista: un nudo corredizo llamado progreso, callos de las manos que se vuelven billeteras embutidas de ficción, sudor de la frente que se transforma en BMW, VOLVO, MERCEDES BENZ, casas en las lomas y violencia hacia el paisaje, hacia el territorio, hacia el hombre, mejor hacia los cuerpos: una naturaleza perdida, escribió el Poeta. Todo sintético, todo light, tutto finto, todo falso. Ninguna lágrima, ya no hay sudor y ni una gota de sangre: ¡estábamos mejor cuando estábamos peor!  

Inocencia e inconsciencia, miedo y deseo, apretando el acelerador, apenas canceladas las cicatrices de las dos guerras, treinta años de vértigo insostenible; inocencia e inconsciencia, coraje y locura… una necesidad que no siempre hizo genialidades, una genialidad ciega, una profunda carrera hacia el más estúpido logro humano: la riqueza material. Luego, de alguna manera siempre se fracasa. Incluso el éxito es una forma de fracaso. Fracasamos porque no podemos evitar el fin de las cosas, el fin del deseo, del amor, de la juventud, del talento, el fin de la salud, de la esperanza, el final de la ilusión, de la existencia. El significado de la vida parece ser nada más que un eterno fin.        

Nordest italiano, mi tierra, mi desierto y mi infierno, mi sangre y mi belleza…nacidos por aquella némesis medica que visibilizó Illich, la tierra de temporales y prímulas de Pasolini, nuestras nostalgias y nuestras melancolías, tal vez solamente las mías; pianura padana, calma plana, gen e imaginario, único y colectivo adonde ninguna semblanza es similar y todo es perfectamente igual, la tragedia y las farsas. Aquí jóvenes más yo, los de mi generación y los de antes han pincelado la acuarela del desastre, el underground de Massimiliano Santarossa y el dark de Alberto De Poli, el grito apocalíptico de Francesco Maino y el análisis desde los techos de Vitaliano Trevisan… sopapos y caricias. 

La violencia del Realismo letterario es pura, quien no la ha vivido deberá entregarse, antes era polenta en el desayuno, en el almuerzo y por cena y nadie quiso cambiar, o todos cambiaron, desmineralizados nos encontramos sin nuestro imaginario clandestino - “Chi da bambino non ha giocato, spesso scappando in rocambolesche corse, a nascondino tra le file di granoturco ancora verde, e chi non ha avuto le sue prime approssimazioni amorose, in piedi magari e avvolto da fogliami freschi e col prurito innervante, e d'agosto oppure a settembre non é penetrato furtivamente in qualche campo di pannocchie per sottrarne qualcheduna da far passare alle braci incandescenti del fine estate?”-                                                                                       (¿Quién de niño no ha jugado, a menudo huyendo en carreras atrevidas, a los escondidos y entre las hileras de maíz aun verde, y quien no ha tenido sus primeras aproximaciones amorosas, quizás de pie y envuelto en follaje fresco y con la picazón inervadora, y en agosto o en septiembre no penetró furtivamente en algún campo lleno de mazorcas para sacar una cuantas y cocinarlas sobre las brasas incandescentes del final del verano?).

Ahora queda el escombro, el abandono y el olvido, las telarañas que dibujan los no-lugares, todo mimetizado en este territorio, en cuerpos en vida y en cuerpos sin vidas, que tal vez son los mismos, hipnotizados por la fascinación de la violencia.    
Septiembre 2018 

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