FESAL CHAÍN
Hace bastante
tiempo que vengo pensando en algunas cosas capitales para mí. Por ejemplo, el
giro que he tenido en mi visión y construcción del mundo desde hace al menos 8
años. O diría más bien el reencuentro con mi mirada original. En un principio
cambios casi imperceptibles para otros, puesto que yo me dedicaba a
enmascararlos, a entregarlos de a goteras, como cae esa gota desde el techo al
suelo, la gotera que sino triza la casa, al menos la evidencia no tan segura,
ni tan monolítica.
Hace unos días me
encontré con un hombre que me conocía por mis textos políticos, se notaba que
me había leído y que tenía sino una preocupación, al menos algo que decirme. Se
trataba, según él, de mi copernicano giro político. Es decir de mi cambio desde
que yo probablemente escribía en G80, hasta que comencé a hacerlo en este
espacio, SITIOCERO. Más allá de encontrarle la razón en ello, pues es evidente,
me llamó la atención que entre café y cigarros, él me pedía volver a un cierto
redil, es decir a esa mirada de trinchera, crítica al sistema, que alguna vez
tuve. El hombre si bien no lo pedía encarecidamente, si lo hacía convencido de
que su mirada era “correcta” y que yo me había “desviado” de dicha mirada que
también había sido la mía.
En una segunda
reunión con otras personas, algunas muy queridas para mí y otras que no
conocía, se planteaba la preeminencia de la política y lo político en el mundo
social, tal cual a mi juicio se ha entendido desde la Grecia clásica, pasando
por el Iluminismo y la Ilustración y por las Revoluciones Burguesas y
Proletarias de finales del siglo XVIII, del siglo XIX y XX. En un ejercicio
bastante cansador para mí, pues realmente hablar de eso me resulta agotador, y
a su vez como me canso mucho, tiendo a ser un tanto impositivo en mis mensajes
(con el consecuente efecto contrario al que quiero construir), planteé
exactamente lo contrario de todos ellos, que la crisis actual de la sociedad,
al menos en Latinoamérica y Chile, tenía que ver con que NO hemos salido de la
concepción política Iluminista, Ilustrada y de la Vanguardia y que hay una
Inflación de la política y de la ideología, que en realidad no tienen ni
deberían tener la importancia que se les atribuye. Y que más aún, que dicha
Inflación nos mostraba como sociedades subdesarrolladas culturalmente,
refractarias a la diversidad de otras manifestaciones humanas, y a la vez, inestables.
Las personas con
que hablaba eran un crisol de edades y formaciones, pertenecientes a distintos
grupos sociales, desde capas medias universitarias a obreros del retail y
comerciantes. Y ciertamente, si bien no hacían política activa, eran de izquierda.
Y me llamó muchísimo la atención que todos ellos con la intención de denunciar
lo injusto y coercitivo del sistema en el que vivimos, desarrollaban una mirada
política desde una verdad inicial (no en el sentido por ejemplo de mi propio
discurso enfático, insoportable a esas alturas), sino en el sentido más
profundo del término, es decir de dar por sentado que para comenzar a
conversar, debería haber un consenso inaugural: que efectivamente la política y
lo político eran una síntesis de todas las manifestaciones humanas y que todas
ellas: culturales, educativas, de género u otras, eran finalmente políticas o
que en su ejercicio no político, también incidían políticamente, a pesar de ni
siquiera planteárselo.
Por mi parte, y
considerando tanto la conversación con el primer hombre, como con el grupo de
personas, me dio la impresión de que afirmar que por una parte, no había camino
correcto sino miradas distintas, y que por otra que yo no creyese para nada que
toda manifestación de la vida fuese política o pudiese siempre mirarse desde la
política, o que tuviese objetivos políticos, en el sentido de modificar
consciente o inconscientemente el mundo de relaciones y el sistema, me hacían
estar completamente fuera del sentido común. Sé que mi ejercicio era muy
molesto para ellos. Y lo hice a propósito. Pues tomaba el camino de la
deconstrucción de lo dominante entre los dominados. Lo que llama Bourdieu
denunciar lo populista del pueblo. Trataba de desbaratar y salir de esa mirada,
a mi juicio, germen de una voluntad hegemónica o decididamente totalitaria
futura, en tanto se planteaba como correcta o más correcta y a la vez promovía
la política, en el fondo, como la actividad rectora de todo lo humano. Pero más
allá de lo conceptual, lo que me parecía complejo y angustiante, es que esas
personas comunes y corrientes que no tienen poder político, estuviesen
inoculadas en esta concepción, que como digo, es el origen de un cierta
imposición cultural y un dominio político posterior de los mayoritarios sobre
una minoría, o sobre una diversidad que no cree en la preeminencia de lo
político y de la política.
Es que para mí la
historia siempre ha sido, no sólo enfocarnos políticamente en la crítica
profunda al sistema, y a aquel adversario que enarbola lo que no nos gusta y lo
que nos hace sufrir, es decir tal cual plantea también Bourdieu denunciar lo
elitista de la elite, sino en lo fundamental, el mirarnos a nosotros mismos, y
ver cómo pensamos, qué hacemos y qué ofrecemos a cambio. Pues la pregunta
permanente debería ser, si uno mismo junto a otros supuestamente propios,
enarbolamos o no modos de relación humana cualitativamente superiores a lo que
criticamos, donde entre otras muchas cosas, propendamos más a la convivencia
que a la confrontación, al bien común y comunitario que a intereses
particulares o corporativos. Y, junto a ello, ser capaces de diagnosticarnos,
de que quizás podemos desde nuestra concepción supuestamente justa y pletórica
de amor al semejante, llegar a construir aquello que en un futuro no le va a
gustar a una mayoría, e inclusive a nosotros mismos.
Siempre recuerdo
la frase de Goya, el sueño de la razón produce monstruos, y por lo mismo,
cuando estaba más cerca de los socialismos reales que de cualquier modelo, leía
a Kundera más que a Stalin, y me preocupaba mucho de ver películas realizadas
en la propia Europa Oriental que siempre censuradas develaban lo que no
funcionaba, lo triste, en suma las injusticias, más que de ver propaganda
oficial de los regímenes. Nunca me gustó solazarme en mis certezas, pues podían
construir injusticias inimaginables. Es cosa de ver la formidable película
alemana La Vida de los Otros. En fin, ser una especie de Pepe Grillo de quienes
están más cerca de uno, a veces es más complejo que mostrar desnuda nuestra
mirada del mundo a quienes están en una posición diametralmente opuesta.
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De SITIOCERO,
02/03/2016
La broma de Kundera la leí a muy temprana edad, también a Solzhenitsin, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla, y no me volvieron contrarrevolucionarios. Más bien estibaron mi mente hacia orillas grises, tal como lo es en definitiva la inteligencia, la condición humana, la vida misma. Buen texto de Fesal Chaín. Saludos cordiales.
ReplyDeleteY preciso comentario, Jorge. Algo que no entienden los ortodoxos, letrados y no. Abrazos.
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