MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Se lo compré el
sábado pasado, al paso, a una chiflera de la calle Santa Cruz de La Paz, a la
que no hay año que no le compre alguna enormidad relacionada con el más allá y
el tenebro. Le estaba enseñando a mi sobrino Alex, que venía de Buenos
Aires, esa La Paz termitero, comerciante y originaria, que mercadea hasta el
delirio, bajo un sol de fuego y un cielo azul y otro de chawiñas de colores,
sobre todo rojos: pescados, flores, verduras, frutas, carnes, papas, ají,
comidas y bebidas al paso.... Un sábado de mercado en la ciudad es algo muy
especial. En el comercio de la chiflera estaba una vieja chola comprando
material para una mesa de cementerio y otra contra la inbidia y no sé qué más
cosas tenebrosas todas. Es mes de charlas y de mesas a la Pachamama.
Viene esto a cuento,
si es que viene a algo, de esas molestias del trato humano que son la
maledicencia dictada por la inbidia y los trabajos del escachafamas. Algo
habitual entre poetas y no poetas. Nada como decirle a alguien que otro está
hablando mal de él o lo está alanceado para recoger el aplauso del público y la
oreja fácil del ofendido nunca se sabe si en falso o en verdadero. A todo lo
que no te digan a la cara hay que hacer orejas de mercader, pero... siempre hay
un pero, el de la vanidad y el orgullo heridos. Es posible que haya ensalmos,
conjuros y sahumerios contra la maledicencia, pero contra la estupidez no lo
creo.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 14/08/2017
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