FREDDY ZÁRATE
El escritor
granadino José Ortega, especialista en literatura boliviana, afirmó:
"Literariamente, la Guerra del Chaco dio lugar a la generación del Chaco,
es decir, un grupo de escritores a quienes la traumática experiencia de este
conflicto llevó a la introspección y análisis de las motivaciones y
consecuencias que la guerra tuvo en la sociedad boliviana”.
Matizando la idea
de Ortega, se puede advertir que el conflicto del Chaco (1932-1935) promovió
distintas visiones. Por un lado, el Ejército boliviano se empeñó en divulgar
ante la opinión pública un patriotismo excesivo, abnegado y sacrificado. Para
este cometido, el Estado Mayor General creó el Departamento de Censura, que
cumplía la función de revisar minuciosamente todos los manuscritos antes de su
publicación. A pesar de este hostigamiento, surgieron voces críticas que
cuestionaron los desaciertos militares, las rencillas políticas y los
prejuicios racistas en los campos de batalla.
Uno de los
géneros literarios que cultivó la Guerra del Chaco fue la novela. Se puede
mencionar a Jesús Lara, Claudio Cortez A., Augusto Guzmán, Augusto Céspedes,
Porfirio Díaz Machicao, Luis Landa Lyon, entre otros.
Un profesor
normalista
Un protagonista
de esta generación literaria del Chaco es el profesor normalista Roberto Leitón
(1903-1999), quien acudió a la guerra a la edad de 29 años.
El pedagogo
reunió varias notas a partir del momento en que fue enrolado en el Ejército
hasta que cayó herido a finales de 1933. Terminada la contienda, el manuscrito
pasó 13 años entre "polvo y olvido”, indica Leitón. Fue el escritor
potosino Armando Alba quien le sugirió publicar sus impresiones de la guerra en
forma de novela. Al poco tiempo, Roberto Leitón publicó La punta de los 4
degollados (Editorial Universidad Tomás Frías, Potosí, 1946).
Este título está
inspirado en un hecho trágico ocurrido al Regimiento 38: "Al pasar por el
lugar, los soldados recordaban ese hecho macabro, mezclado entre fantasía y
temeridad… Todavía veían restos de nidos de ametralladoras y llenos de agua
colorada. Camisas rotas, dispersas y manchadas de sangre... Nadie pudo detener
la canallada por esa acción bochornosa del degüello”.
El relato inicia
describiendo el ánimo optimista de varios soldados antes de embarcarse a los
trenes del Ejército: "Tropa novicia. Almas sanas y puras sin odio contra
los que encendieron la hoguera de la beligerancia (…). El espíritu bullanguero
de los muchachos fluye sin ninguna resistencia. Es una tempestad de risa clara
y cristalina”.
A medida que la
tropa se fue adentrando en la región del Chaco se produjo una mutación
existencial: "Disminuye el incentivo de vivir. La selva aplana hasta los
corazones llenos de optimismo. Hay una sensación de algo raro e insubstancial.
Las miradas turbias de los soldados escudriñan con cautela la enigmática y
demoníaca existencia de la selva”.
Depresión
geográfica
Reiteradas veces
Roberto Leitón se inclinó en resaltar la nociva geografía del Chaco. La lucha
no sólo fue contra el Ejército guaraní, sino contra la naturaleza hostil que se
defendía: "Nubes, polvo, selva, calor, insectos y frío”.
Estos aspectos
geográficos no fueron previstos por la cúpula militar. El verdadero trasfondo
de lucha entre los "pilas” y los "bolis” -según Leitón- fue la
inhóspita tierra que aceleró el ritmo de putrefacción moral y material de los
combatientes: "Su espíritu se quiebra dentro del follaje bravío de la
selva… La tierra huraña y reseca por la avaricia de la naturaleza… Ninguna
esperanza ni retorno. Hoy sus entrañas se abren, necesita calmar su sed, beber
sangre rubia, morena o mestiza. Satisfacer su hambre con carnes desechas por la
furia asesina de los hombres”.
Los diálogos
retratados por Leitón en el campo de batalla reflejan en todo momento
abatimiento y derrota: "Para eso nos han traído. Quieren destruir nuestros
hogares. Que nuestras madres y hermanas vistan de luto toda una eternidad. Que
haya prostitución, miseria y hambre. Pensar y no hay respuesta, a eso hemos
venido. ¡Patria! ¡Patria!”.
En los campos de
batalla la palabra "patria” fue quedando vacía para los combatientes. Lo
primordial era sobrevivir a la selva que representó sequedad, calor y millares
de zancudos que con sus picaduras producían carachas.
La crítica
social de Leitón
Estos asuntos
extrabélicos deterioraron profundamente el espíritu patriótico de los
defensores del Chaco. Otro problema que brotó en el seno del "infierno
verde” fue el racismo y la discriminación sistemática a los soldados indígenas.
El personaje aymara de Leitón, Doroteo Zarcillo, no entendía por qué se
encontraba en las trincheras del Chaco; sólo recuerda que fue reclutado por la
Policía Militar y embarcado a los trenes con rumbo al campo de batalla. El
soldado Zarcillo fue blanco de risas, menosprecio y racismo de parte de sus
propios camaradas. Su español mal hablado, mezcla entre aymara y castellano, produjo
el sobrenombre de "repete”.
Los campos de
batalla significaron ofuscación y pérdida del sentido del tiempo. No sabían qué
día era, en qué mes estaban y mucho menos si habían pasado años luchando contra
un enemigo que no conocían. La única esperanza que tenían todos los soldados
era el fin de las hostilidades. Todos estos aspectos deprimentes hace que uno
de los personajes de Leitón se preguntara: "¿Seremos los mismos al
terminar la guerra?”. A lo que su camarada responde "Creo que no. La lucha
nos enseñó a odiar hasta a nuestros padres y hermanos. Los hombres nos
enseñaron a odiar y matar. Yo mismo tengo asco de mi persona”.
Según el escritor
Augusto Guzmán, Roberto Leitón es un "literato alimentado no de libros,
sino de la vida dolorida”. El testimonio literario La punta de los 4 degollados
se adscribe a la descripción de pasajes críticos del conflicto bélico con el
Paraguay.
La generación
actual necesita despojarse de convencionalismos historiográficos que adormecen
el espíritu crítico. Las interpretaciones de la historia, la cultura y la
política deben ser leídas distantes de todo dogmatismo. Como señaló el
ensayista Octavio Paz: "Sin crítica y, sobre todo, sin autocrítica, no hay
posibilidades de cambio”.
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De PÁGINA SIETE,
20/08/2017
Imagen: Restos de combatientes apilados en el Chaco
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