Es fácil
leer Amor y filología como las cartas, al principio formales,
un poco pedantes, y después más juguetonas y sentimentales, entre dos cultos
emigrantes en los Estados Unidos de finales de los años 40. Son María
Rosa Lida y Yakov Malkiel, estudiosos judíos en la treintena. Una
argentina, traductora de clásicos grecolatinos y gran hispanista, doctorada en
el Instituto de Filología de Buenos Aires, que acaba de llegar a la Universidad
de Harvard, y un ruso formado en la Universidad de Berlín, refugiado, etimólogo
especialista en lenguas románicas y profesor en la Universidad de California.
En julio del 47 él ofrece experiencia en esos duros cambios “en la vida de un
intelectual; y probablemente más aún para una mujer sensible que para un hombre
endurecido” a una María Rosa atemorizada, a punto de dejar Buenos Aires porque
“para seguir trabajando no me queda absolutamente otra alternativa”.
A partir de
ahí, tejen una relación epistolar llena de referencias filológicas con
las que van construyendo un mundo común. Mediado septiembre, ella,
algo perdida fuera de su biblioteca, se atreve a hacerle confidencias; él,
bromeando con la etimología de su apellido, se atreve a hacer avances -“no hay
ningunas ‘reinas' ni en mi nombre ni en mi vida, porque vivo soltero”- y, en
unos meses, pasan de hablar de filología a hablar de amor y de filología. Se
conocen y se prometen entre el 22 y el 28 de diciembre, aunque para entonces
María Rosa llamaba Yasha al que en enero será “mi Yasha”, y pondrá al corriente
a su familia con una Crónica de mi rey único, título en el que
juega con la etimología de Malkiel = “Dios es mi rey”. Finalmente se casan en
Berkeley el 2 de marzo de 1948.
Francisco Rico ha completado esta novela epistolar con
las Cantigas de amigoque María Rosa dedicó, con amor y con humor, a
Malkiel antes y después de su boda. Un conjunto excepcional que los
especialistas solo conocían, en parte, por las publicaciones de Barbara De
Marco y de Charles Faulhaber.
Dos temas
recorren la correspondencia: su condición de judíos -“Nosotros, los judíos, los profesionales del
destierro y del patriotismo...”, escribe ella-, no sefardíes -Malkiel: “Soy
israelita, pero no soy sefardí”; Lida: “En cuanto a no ser sefardí, me alegro
infinito, porque yo también soy ashkenazi.”-, y las quejas de María Rosa como
mujer: “No coquetee: los hombres, que lo tienen todo en este mundo, no deben
coquetear. Deje U. eso para las mujeres, raza aporreada si las hay, que no
pueden entrar por la puerta principal del Faculty Club, y para quienes está
vedada la enseñanza en Harvard.” Y es que la que Amado Alonso consideraba “la
primera humanista que ha producido la América española” tampoco pudo ser
profesora en Berkeley (su trampa y su paraíso, como apuntó Ángel Gómez Moreno),
porque estaba prohibido que mujer y marido trabajasen en la misma
universidad...
Gracias al
prólogo de Francisco Rico, a la Historia de un epistolario y de un
exiliode Miranda Lida y a las notas y comentarios de Juan Miguel Valero
caben otras lecturas, las que contextualizan la erudita polifonía de estas
cartas (que justifica la exclamación de Morley cuando Malkiel le contó que se
casaban: “What a concentration of brainpower under one roof!”). Y la de tanta
información sobre aquellos Estados Unidos de los expatriados europeos, muchos
españoles -Amado Alonso, maestro venerado por María Rosa, Tomás Navarro,
Américo Castro, Joan Corominas, etc.-, el declive de la Filología Románica, el
respeto a Menéndez Pidal y su Centro de Estudios Históricos, del que, en el
Instituto de Filología, “venimos a ser como sus nietos o biznietos
espirituales”, el pique entre Harvard y California, la aventura de dos grandes
revistas filológicas (Revista de Filología Hispánica y Romance Philology) y
muchas otras cosas. Hay que felicitar a Acantilado por cuidar la edición, a
partir de una idea de Francisco Rico, de este intenso y completo Amor
y filología de María Rosa Lida y Yakov Malkiel.
_____
De EL CULTURAL,
28/07/2017
No comments:
Post a Comment