JORGE MUZAM
En las noches
frías jugamos a leer comienzos de novelas. Lo hacemos de forma arbitraria,
entre miles de obras, buscando la que nos agarre de las solapas, la que nos
inquiete, la que nos cautive con su poesía inevitable. Así es como hemos
llegado reiteradamente a Bashevis Singer, a Nabokov, a Richard Ford y a casi
todos los japoneses. Kundera es un caramelo para una madrugada alcoholizada,
Cormac MacCarthy un whisky barato para el crepúsculo, antes que la pesadilla se
travista de insomnio. Chéjov es la mañana otoñal, el sol tibio, el celular sin
registro de llamadas. Joseph Roth es la soledad abalanzándose como una pandilla
de cuervos inmisericordes.
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 15/08/2017
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