Ahora mismo no
recuerdo si fue Cioran quien dijo que las utopías venían anunciadas por ángeles
trompeteros que difundían a los cuatro vientos las bondades del negocio que se
traían entre manos, y acababan con esos mismos ángeles que dejaban a un lado
las trompetas y echaban mano de las metralletas. De eso me estoy acordando
estos días en Bolivia, donde cunde un intenso rumor de fronda opositora al
gobierno de Evo Morales y al proceso de cambio. Son ya muchos colectivos y
movimientos sociales los que se han echado o se van a echar a la carretera y a
la calle, empezando por los temibles campesinos de Achacachi, en la región de
Omasuyus, liderados en buena parte por el katarista Felipe Quispe, el Mallku,
que fue uno de los que puso a Morales en el lugar en el que está y que ahora
sostiene que esta es una dictadura más dura que una bota militar. Todo un
personaje, con maneras de caudillo milenarista o así visto por muchos de sus
seguidores. Ha organizado una marcha multitudinaria desde la región del lago
(Omasuyus) con intención de llegar a La Paz y ocupar sus calles. Se dice que en
las últimas horas se le ha unido, para formar un frente común, el ex presidente
de la República Carlos Mesa Gisbert, una personalidad política que en los
últimos meses ha cobrado una relevancia política indiscutible, gracias a su
sobresaliente intervención en el conflicto del mar con Chile. Pero esto es
posible que solo sea uno de los últimos bulos que corren de manera interesada
para provocar el desconcierto.
Así las cosas
–auspiciado o no el ambiente de revuelta, y de manera ritual, por la Embajada
de los Estados Unidos–, parece ser que vienen semanas de bronca callejera,
bloqueos de carreteras, marchas, petardos y dinamitazos… y de que cunda el
inveterado miedo paceño al «cerco», por parte esta vez no solo de los ponchos
de Achacachi sino de cocaleros de Yungas, indígenas originarios de la Región de
Tipnis, maestros, comerciantes… Resulta irrelevante que esto sea o no cierto.
El objetivo, no por esperado es menos sorpresivo: tumbar a Morales. Frente a
los defensores a ultranza del proceso de cambio emprendido hace ya años por
Morales y los movimientos sociales, se ha ido extendiendo un descontento
social, basado en hechos reales, pero también en bulos disparatados y
constantes: corrupción institucional cierta –uno de los frentes de ataque
hechos públicos por el Mallku –, y junto a esta, las manos negras, el racismo
nunca resuelto, el hacer correr la paranoia de la vigilancia y la policía
política en manos cubanas y venezolanas, el fantasma del «narco Estado» y sobre
todo el «no hay dinero», y junto a este, el más extendido: «esto va a acabar
como Venezuela»; algo que contrasta de manera chocante con el nivel de vida de
una clase media alta y con el incesante comercio de bienes materiales en manos
de una clase chola a la que parece no importarle otra cosa que su impresionante
volumen de negocio, uno de los sostenes de la economía boliviana.
Dicho lo cual,
añadiré que no soy un politólogo, que Bolivia me parece un avispero de
consecuencias imprevisibles si lo pateas y que resulta triste ver en qué se ha
ido convirtiendo aquella utopía social, indigenista, integradora,
modernizadora… No sé si el deterioro viene de dentro del sistema político de
gobierno o desde fuera, con la creación de un progresivo descontento social
hábilmente manejado o por esa hartadumbre que no hay gobernado que tarde o
temprano no sienta hacia sus gobernantes. Pero el resultado es que el
encantamiento y el entusiasmo por ese régimen teñido de utopía que se puso en
marcha hace ya once años, ha empalidecido mucho y que cunde el descontento y
una sorda cólera social, azuzada de múltiples quejas. Que esto se inscriba en
un publicitado descalabro de la izquierda latinoamericana es otra cosa, ya no se
trata de logros o de fracasos, sino de que caigan una detrás de otra todas las
opciones políticas basadas de cerca o de lejos en utopías socialistas. Por
mucho que la policía no quiera actuar, el futuro inmediato no huele a humo de
inciensos y palo santo, sino a pólvora y a gases lacrimógenos.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 27/08/2017
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