Divagas
demasiado, muchacho. Las dudas te pasarán la cuenta. Te arrinconarán como dogos
a un gato. Debes procurar no chocar con los postes del alumbrado. Apurar el
tranco antes que cierren la oficina de eventos irreprochables. Suelta la
gravilla de tu mano, déjala que se la lleve el viento. Vendrán otros segadores,
cortarán nuevas gravillas. Alarga las zancadas, cruza en los pasos de cebra, no
te detengas a comer berlines, divisa las ambulancias antes que te arrollen. Las
mujeres seguirán pasando en distintas direcciones, algunas llevarán bikinis
rojos, otras un libro de Murakami. Pon atención. No todas pueden ser tuyas.
Sólo las que sonríen de gusto ante las estrellas errantes. Tu sexoadicción debe
ser apaciguada con duchas frías, lanzando piedras al precipicio del coyote,
trozando leños de acacio, empujando camiones atorados en el lodo. Sé que te has
superado, muchacho, y ya no eres un diente de león sin voluntad ante la
ventisca. Me han dicho que hasta usas yelmo y que combates hidalgamente, que no
discriminas entre amigos y enemigos, porque el cronómetro es insensato y la luz
se ha esfumado por falta de garantías. De cualquier forma no se ha de perder
mucho. Rugirás cuando te toque a ti. No la darás fácil, y en tu cielo sólo te
esperará Montaigne.
Imagen: Otto
Müeller
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 08/08/2017
las duchas heladas, fortalecen la pasión...nunca dieron resultado ni en cuarteles, ni seminarios,....al contrario
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