Wednesday, August 2, 2017

San Javier de Chirca era un festín

MAURIZIO BAGATIN

“Se bebe alcohol desde la noche de los tiempos, sabemos instintivamente que es bueno enjuagar las entrañas, pero es mejor no llegar a ahogarlas”   - Aleister Crowley -

Al inicio fue Yoknapatawpha que generó Cómala, que generó Macondo, que generó Sapukái, que generó Tocaia Grande, que generó Tirinea, que generó San Javier de Chirca… todas aldeas invisibles y mágicas, fantasmales y bulliciosas, exóticas y míticas.                                                         San Javier de Chirca, además es embriagadora, por sus bebidas y por una mujer: la Claudina. Elegante y visionaria, trágica y realista, es la novela de la femme fatale boliviana que atrae, encanta, seduce y atrapa, es la novela del ganar significa aceptar…embriagarse de vino, de poesía o de virtudes.                                                                                                                                                                     
Hace diez mil años que el hombre vive en armonía con la ebriedad; el alcohol como freno y como motor, sin él Hemingway no hubiera podido arrestar el ímpetu y al mismo tiempo escribir; sin el alcohol Van Gogh y Toulouse-Lautrec no hubieran pintado, sin las dieciséis diferentes variedades de bebidas espirituosas Carlos Medinaceli no habría parido… in vino veritas... a la Chaskañawi y la Claudina más famosa de la literatura boliviana se habría ahogado en un charco salado y sobrio, en la uniformidad de un solo color plúmbeo.

En San Javier de Chirca nos tomamos chicha, vino, singani, yungueño, chicha de maní con vino y canela, cerveza, vermut, aguardiente de higo, ponche de vino, canelita (ponche de canela con singani), néctar (leche con aguardiente), coctel de singani, vino borgoña, coñac, aguardiente y aguardiente de chancaca…

En estos lugares fabulosos llueve siempre o no llueve nunca, los perros ladran sin morder (por eso ladran) y avanzan siempre, la luna hierve y el sol opaca todas las miradas, el viento gira, gira y torbellino tras torbellino vuelve siempre a su lugar; estos espacios transportables son estados de ánimo, exageraciones, amores y desamores, encuentros y desencuentros, alucinaciones y enloquecimientos…nostalgias y decepciones escribe el Poeta.                                                 La vida y la muerte no cambian nunca. Aldeas madres y comarcas patriarcales, si en ellas estamos gozamos de toda ilusión, de toda utopía que el hombre compone, acomodación formal de la palabra, abstracciones, huidas, fugas de lo cierto y de todas las incertidumbres. Pueblos chicos, infiernos grandes. Tierra incógnita y suspendida.                                                                                                                                                        
Si en ellos no estamos, añoramos la soledad y la compañía. Estos espacios le ganan a la muerte, estos imaginarios de todos los sures del mundo siguen ahí, son el sueño de todos los imaginarios del norte: un hemisferio sueña, el otro es el sueño. Este es el mundo poético escrito, una construcción real, tal vez no verdadera, que se monta sobre la tierra que nos alberga. Arraigo y desarraigo a la vez.

En San Javier de Chirca hay un festín, el festín de la fuerza mestiza, del tiempo inmóvil y de la atracción del hombre con la tierra, con sus tragedias y sus esfuerzos para comprenderlas. 

Tarde de sol, paz de aldea… el Mito la deja aún en vida.
julio 2017

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Imagen: Alfredo Loaiza

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