FÉLIX TERRONES
Lo proclamaron a
comienzos de milenio: “la literatura latinoamericana ha muerto”. Desde México
hasta Chile, los autores emergentes se dedicaron a bailar sobre sus restos.
Había llegado el momento de escribir literatura de aeropuertos, malls,
estaciones de trenes. Cualquiera de esos lugares donde el tiempo adquiría otra
materia, menos morosa, más intensa. Los escritores latinoamericanos despojados
del adjetivo se convirtieron simplemente en escritores.
Mejor dicho, en
escritores TM.
Ahora bien, el
baile les duró menos que los estridentes manifiestos y las ventas. Uno tras
otro, cayeron sin cristalizar una verdadera propuesta. Y la música siguió
sonando. Era una maldita cumbia.
En la actualidad,
las novelas escritas desde los postulados del Crack o MacOndo parecen más
viejas que aquellas a quienes atacaron. Obsolescencia programada, le dicen.
En cualquier
caso, llegó la hora de abordar propuestas más originales, quizá algo
descuidadas por culpa de la estridencia del nuevo milenio.
Si se la compara
con literaturas de otras latitudes, la literatura latinoamericana de ahora
tiene contornos bien definidos, aunque en perpetuo movimiento. Antes que nada,
es una literatura de espacios. Se trata de lugares —pueblos o ciudades— muchas
veces imaginarios, siempre utopías, donde cuajará una imagen singular, de lo
que somos y dejamos de ser.
Yuri Herrera
Acaso el ejemplo
emblemático de nuestro tiempo es la Santa Teresa de Bolaño.
Santa Teresa:
territorio de la violencia, ciudad de frontera donde van a parar los escritores
(o quienes tuvieron pretensiones de serlo), holograma de toda América latina.
Cuando las fronteras parecen haber desaparecido, el tiempo da la impresión de
ser un presente eterno y los lugares son todos no lugares, Santa Teresa emerge
para abrir una grieta en la topografía de la novela.
Muchas de las
ciudades en la ficción actual son espejos rotos, lugares de sobrevivencia,
calles underground donde la droga y el alcohol son aliados de
la inocencia perdida. Pienso, en particular, en autores como los peruanos
Martín Roldán Ruiz y Richard Parra, ambos publicados en España. Quizá de los
mejores que me ha tocado leer estos últimos meses.
Desde luego, está
la línea de quienes, en lugar de representar espacios, eligen un extrañamiento
en el lenguaje. Ellos siguen la larga tradición de gente como Horacio Quiroga,
Macedonio Fernández, Felisberto Hernández y, más recientemente, Mario Bellatín.
Son autores que parecen exiliados de cualquier determinación social o
histórica, cuya única inquietud es la palabra y, con ella, la literatura misma.
Un excelente heredero de esos platillos voladores, tan discreto como genial es
Enrique Prochazka.
Entre el realismo
y sus avatares, por un lado, y los juegos de la imaginación, por el otro. Mucho
de la ficción latinoamericana parece oscilar entre uno y otro extremo. La gran
novedad radica en el hecho de que las nuevas generaciones apuestan más por
borrar los referentes, recrear atmósferas con su propia lógica, tramas y
desarrollos. En la línea de Mario Levrero o César Aira. Quien se destaca en
este registro es la dominicana Rita Indiana.
Las escritoras,
por otro lado, han ido afirmando un lugar entre las editoriales; por lo tanto,
entre los lectores. Pienso en particular en autoras como la ecuatoriana
Gabriela Alemán, la argentina Selva Almada o la mexicana Guadalupe Nettel.
Todas de un modo o de otro exploran los alcances de la violencia política,
social e incluso doméstica. No diré que lo suyo es literatura femenina pues
sería restringir de manera obtusa, cuando lo que importa de verdad es lo
literario. Lo valioso es que propuestas como las suyas encuentren, por fin, el
público que merecen, sean compartidas y discutidas.
Los tiempos
cambian, con ellos los hábitos de los lectores.
Al final de
cuentas, la literatura latinoamericana nace y renace sin descanso. No como
parodia de sí misma sino con inusitada originalidad. Allí están las novelas de
Yuri Herrera y Alejandro Zambra para refrendarlo.
En: “Librújula”,
año 3, # 13, mayo-junio 2017.
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De ANOTACIONES AL
MARGEN (blog del autor), 05/08/2017Imagen: José Luis Cuevas
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