Da gusto ver la
cantidad de bolivianólogos que han aparecido en España después del asesinato
del viceministro Illanes; y especializados en cuestión minera, encima. Leen
cooperativista y se corren, sin tener la más remota idea de lo que hay detrás,
ni de quién o quiénes son los verdaderos propietarios de esas minas, y desde
donde las dirigen. Asombroso. Parece mentira que en un país tan poblado de
listos y de doctos estemos gobernados por incapaces y chorizos. Para variar,
Bolivia ha recuperado existencia mediática gracias a la violencia sangrienta.
Para mí, Bolivia,
después de nueve viajes entre 2004 y 2014, y de haber pasado allí alrededor de
año y medio de mi vida, sigue siendo un enigma, por mucho que haya conocido y
tratado a líderes mineros de Llallagua y Siglo XX, abogados mineros del gran
capital, ministros del Evo, un ex presidente de la República, galeristas de
arte, pintores, activistas del MAS y del proceso de Cambio, taxistas, policías
antinarcóticos de la FELCN (a mi pesar estos), un fiscal, ladrones y maleantes
( a mí pesar también), escritores, periodistas, editores, pichicateros,
diplomáticos, movimientistas de la revolución de 1952, golpistas, arquitectos,
hombres de negocios, procesados y encarcelados por genocidio, paramilitares y
militares de los que acabaron con el Che Guevara, torturados, poetas,
profesores, gorrones de embajada casi profesionales, hispanistas fules que me
colocaban Navarra en Castilla la Vieja, ensayistas de la derecha y de la
izquierda, músicos de valía, historiadores, estafadores del negocio turístico y
estafados, cocineros, coqueras y coqueros con y sin conversación, las caseras
del mercado Rodríguez y aledaños, oenegistas tramposos y otros que no, gente
que daba el callo en la cara oscura de la vida ruidosa –por ejemplo cuidando
ancianas judías supervivientes de Auschwitz–, curas de la derecha y de la
izquierda, monjas, yatiris y borrachos de profesión u oficio... He leído,
visto, oído y escuchado de todo: marchas, bloqueos, recepciones de aparato,
clubs exclusivos de corbata preceptiva, casas de lujo y casas proletarias,
madereros durmiendo rifle al brazo, rescatadores de oro del Madre de Dios,
contrabandistas de coches en la frontera brasilera, riqueza y miseria
sangrante, dinamitazos, gente que corta el camino machete en mano y pocas
bromas, muertos NN en la morgue «apilados como leña, pues», cementerios
clandestinos, mítines vibrantes en la plaza Murillo y en lugares perdidos del
norte de Potosí, allí donde el diablo perdió el poncho, he pijchado duro con
campesinos y con visionarios de la cosmovisión andina, he asistido a
conferencias culturales más pesadas que cuto en brazos; he visto a
izquierdistas españoles y franceses caérseles la baba y tolerar y justificar
cosas, como la justicia comunitaria y el uso del chicote, que en su tierra no
tolerarían jamás; he oído culpar de los estatutos de autonomía a la ETA, a los
nacionalistas vascos y catalanes en general como asesores del Gobierno; he
visto el declive de los entusiasmos políticos de hace ocho años... y sigo sin
hacerme una idea de lo que allí pasa, ha pasado y pasará a nada que hagas de
adivinador del porvenir. Hace años escribí un artículo titulado algo así como
«Patear el avispero». Esa es una imagen recurrente que me sigue pareciendo
válida.
Durante estos
años, y desde este lado, me he dado cuenta de que Bolivia solo salía a relucir
como motivo de burlas o con el pretexto de algún hecho sangriento de violencia
ciega, como ahora con el viceministro Illanes y eso me ha parecido injusto y me
ha apenado. Me incomoda cuando veo que se trata a Bolivia como un parque de
atracciones, un laboratorio de experimentos políticos o un muladar del que
sacar tajada mediática propia del espectáculo de variedades en que vivimos. Me
duele y tal vez consiga explicarlo algún día.
No sé nada de
Bolivia y no me atrevo a decirle a nadie como es y cómo tiene que ser su vida,
que me parece no ya arrogante sino una falta mayúscula de respeto. Si no tengo
una idea muy clara del mundo y el lugar en el que vivo y no deja de
sorprenderme, para rato voy a tenerla de aquel país complejo y laberintico.
Estoy seguro de
que mañana, cuando el ruido del asesinato de Illanes se apague, Bolivia
regresará a su limbo con su cooperativista y sus propietarios mineros en la
sombra, sus ansias de reformas políticas y sociales, sus abusos de autoridad,
su clasismo y su racismo, sus indígenas originarios más olvidados que otra cosa
en cuanto miras detrás del escenario, sus riquezas y su pobreza sangrante...
mañana, esa es otra.
__
De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 27/08/2016
Fotografía:
(MS-O) La imagen de una de las coqueras de la calle Sebastián Segurola, de La
Paz. La cuelgo al azar de un libro de crónicas paceñas que termino estos días.
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